El Área de Conservación de Osa (Acosa), en la zona sur de nuestro país, es la región protegida más vulnerable a los tentáculos del narcotráfico.
Así se desprende de un estudio realizado en el Istmo centroamericano por investigadores de la Universidad Estatal de Ohio (EE.UU.), de la Fundación Neotrópica y otras entidades, cuyos resultados fueron presentados en la Universidad de Costa Rica con la ayuda de la Escuela de Biología.
De acuerdo con Bernardo Aguilar, director de la Fundación Neotrópica, la penetración del narco en los espacios protegidos de Costa Rica y de Centroamérica repercute en pérdidas en aspectos como biodiversidad, turismo, recreación, carbono, protección contra desastres, regulación de cambio climático y otros.
Aunque en nuestro país, a diferencia de otras naciones del área, no se detectó huella de deforestación relacionada con el narco, salvo en los manglares, Aguilar dijo que hay conflictos por actividades ilegales, como la minería y la caza ilegal, en sitios como el Parque Nacional Corcovado en Osa.
Entre el 2005 y el 2010, se perdieron gran parte de los manglares de Osa, para sustituirlos por otro tipo de plantaciones, afirman los investigadores.
Aguilar también citó otros sitios vulnerables en la frontera sur y en el Caribe.
Recordó que se han encontrado plantaciones de marihuana dentro del Parque Nacional La Amistad, que tiene una parte en Costa Rica y otra Panamá, así como el uso de algunas playas para el trasiego de drogas en el Caribe, que llevaron a la muerte del ambientalista Jairo Mora, en Moín, en el 2013.
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"Eso demuestra que el narcotráfico está causando conflictividad y, que está, de alguna forma, tocando las áreas protegidas", dijo.
Llamó a estar alertas, poque si los recursos que se destinan a la protección del ambiente no son suficientes, el país podría perder servicios ecosistémicos por deforestación u otros daños.
Agregó que más del 85% de los turistas que visitan nuestro país, admiten que uno de los principales atractivos es la visitación a las áreas silvestres protegidas.
Gustavo Gutiérrez, catedrático y profesor de Biología de la Universidad de Costa Rica, llamó a las instancias de seguridad a fortalecer alianzas con la sociedad civil que sirvan para prevenir las consecuencias del narcotráfico.
Pidió usar recursos de ayuda externa para reforzar la seguridad en las áreas silvestres protegidas.
Lo anterior, pese a que en Costa Rica hubo un aumento de cobertura forestal, contrario a otros países de la región, como Honduras, Nicaragua y Guatemala, así como en el tapón del Darién (entre Panamá y Colombia), donde los investigadores detectaron una reducción fuerte de bosques y un aumento en zonas de agricultura.
Sobre esa deforestación, Bernardo Aguilar dijo que se le relaciona con el narco porque ocurre más rápido de lo normal y en espacios más grandes de lo que regularmente ocurre con la colonización agrícola. También porque luego de esos procesos de deforestación se detectó un incremento de las acciones del narcotráfico en esas regiones.
"Solamente con un capital extraordinario se puede llegar a esas cantidades de deforestación", advirtió.
Entre un 30% y un 60% de la tala de árboles en las áreas protegidas de Centroamérica son atribuibles a deforestación por narcos, lo que genera pérdidas por servicios ecosistémicos de unos $88 millones por año, revela el estudio.
En el ámbito social, el hecho de que los narcotraficantes paguen los servicios de transporte y almacenamiento con droga, potencia el narcomenudeo, ya que quienes reciben el pago con estupefacientes se dedican a su venta a nivel local en pequeñas cantidades.
Estos factores perjudican la calidad de vida y seguridad de la región, siendo los campesinos, ambientalistas e indígenas los más afectados.
Información actualizada el 22 de junio con datos de la Fundación Neotrópica