La temperatura del agua de los océanos, la velocidad de los vientos y otros elementos atmosféricos podrían repercutir en que el fenómeno de La Niña, actualmente en decadencia, recupere bríos y su afectación persista más de lo esperado este año sobre territorio costarricense.
Así se desprende del más reciente pronóstico climático del Instituto Meteorológico Nacional (IMN).
El informe que sugiere una posible prevalencia del fenómeno trasciende cuando apenas íbamos saliendo de su influencia, que tuvo su mayor impacto entre noviembre y diciembre del 2020.
La Niña se caracteriza por fomentar más lluvias en el litoral Pacífico y el Valle Central, mientras que el Caribe y la zona norte, por el contrario, son más secos.
Según la proyección inicial de modelos dinámicos y estadísticos, es probable que antes de abril La Niña se debilite y pase a una condición neutra a partir de mayo.
“No obstante, hay motivos para pensar que la condición neutra será temporal, pues hay indicios en los registros históricos y en la modelación, que no descartarían el escenario de que La Niña se reanudaría posteriormente”, dice el IMN.
La Niña forma parte de un ciclo natural del clima mundial conocido como El Niño-Oscilación del Sur (ENOS). Ese ciclo tiene una fase cálida conocida como El Niño y la fase fría, que es La Niña.
De acuerdo con el meteorólogo Daniel Poleo, del IMN, los pronósticos probabilísticos del fenómeno ENOS cambian mensualmente, por lo que conforme pasa el tiempo se va aclarando la perspectiva.
Añadió que La Niña es un fenómeno recurrente, pero sin una rigurosidad cíclica. Su periodicidad varía entre cinco y ocho años, intercalándose con eventos neutrales y El Niño.
“Cuando pareciera que tenemos dos fenómenos de La Niña seguidos, lo que en realidad ocurre es un debilitamiento y luego, por diversas razones, se fortalece, lo que puede llevar a muchas personas a pensar en dos fenómenos cuando en realidad es el mismo”, explicó.
La última vez que pasó algo similar fue en 2008, cuando La Niña que venía ocurriendo desde 2007, se extendió hasta abril del 2009.
En el océano Pacífico, La Niña se manifiesta como un enfriamiento o disminución de las temperaturas así como un régimen de vientos alisios más fuertes.
En esta temporada seca, donde más se manifiesta La Niña es en el Pacífico sur, con más lluvias de lo normal y también se nota por temperaturas más frescas en todo el país.
La duración del fenómeno actual sigue siendo enigmática y por ahora solo se sabe con certeza que en abril se va a debilitar.
Influyen en ciclones
Cuando un año tiene la influencia de La Niña, eso contribuye con la formación de una mayor cantidad de ciclones tropicales. En el 2020 hubo 31, la mayor cifra desde que se tienen registros.
En cuanto a las expectativas para este 2021, Poleo dijo que a finales de marzo y principios de abril habrá mayor certidumbre para conocer estas variables y prever cuán intensa será la temporada de ciclones tropicales.
Los pronósticos de ciclones no dependen únicamente del fenómeno de La Niña, aunque el ENOS aporta entre un 30 y 40 % de influencia en la temporada.
Pese a que el año pasado hubo muchos huracanes, Poleo afirmó que la energía acumulada por todos ellos fue mucho menor a otras temporadas de ciclones tropicales.
Por ahora, en el mar Caribe y el océano Atlántico Tropical, las temperaturas continúan relativamente más calientes de lo normal, aunque a niveles un poco menores que los de hace un año, patrón que se mantendrá hasta junio.
Agro expectante
El IMN seguirá de cerca esa y otras variables atmosféricas, así como el contacto con otros organismos meteorológicos, a efectos de determinar más adelante si toma fuerza la posibilidad de que la mayor parte de nuestro país afronte otra vez un año mayoritariamente lluvioso.
Conocer ese comportamiento climático resulta determinante para sectores productivos como la agricultura, y la ganadería, que necesitan programar los cultivos y prever la disponibilidad de pastos.
De igual forma, la capacidad de recarga de los acuíferos es muy diferente dependiendo de cada fase de ENOS y eso también repercute en la disponibilidad de agua para uso residencial, generación eléctrica y otros.