Nuevos análisis forenses permitieron confirmar que pequeños fragmentos de hueso, extraídos de un cocodrilo sacrificado en Matina, sí pertenecen al niño Julio Otero, atacado por ese animal el 30 de octubre del 2022 en el río Matina.
Un primer informe del Organismo de Investigación Judicial, divulgado a los medios en diciembre del año pasado descartaba que grandes huesos semejantes a un fémur, fueran de un ser humano. Sin embargo, este viernes, ante nuevas consultas de La Nación, la autoridad confirmó que, posterior a esa primera pericia, se analizaron otras muestras que eran compatibles con el ADN del menor de 9 años.
Explicaron que esos pequeños fragmentos óseos se remitieron a la Sección de Bioquímica, para determinar si eran humanos, y luego de verificarlo, se continuó con otro procedimiento de amplificación de ADN, pues la pieza de hueso analizada estaba muy deteriorada.
“Es así como, una vez que se logró obtener el perfil genético de dichos restos óseos se procedió a comparar con el perfil genético de la muestra de ADN que se le extrajo al familiar del menor, siendo que dicha comparación arrojó un resultado positivo, determinándose de esta forma que uno de los fragmentos óseos correspondía a los del menor atacado por el cocodrilo”, agrega una comunicación enviada por el OIJ a los medios este viernes.
Agregó que el informe respectivo se envió hace unas semanas al Ministerio Público para cerrar el caso.
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Doloroso paseo al río
El domingo de la tragedia Margini Fernández Flores, mamá de Julio, se había desplazado con su hijos a jugar al río Matina. Estaban en la orilla, cuando de repente el reptil se acercó, prensó a su niño con las fauces y se lo llevó, pese a los esfuerzos que ella hizo por salvarlo.
Luego de eso vino una etapa de intensa búsqueda durante varios días por parte de vecinos, familiares, cruzrojistas y la Fuerza Pública, sin que pudiera darse con pistas del niño o del animal. La faena de búsqueda fue muy difícil, ya que en ese río hay muchos cocodrilos, cuevas y madrigueras, y la única pista que tenían era el tamaño aproximado del animal, según expresó esa vez Tatiana Díaz, de la Cruz Roja de Limón.
Días después, personas no identificadas sacrificaron a un cocodrilo, pues el animal concordaba con las dimensiones del que atacó a Julio. Seis meses después, los análisis forenses confirman que ese reptil fue el que se llevó al menor.
El pequeño era escolar de tercer grado en la escuela de Matina. Ya en otras ocasiones habían ido a orillas del río y nunca nadie les avisó que el sitio era concurrido por ese tipo de animales.
Sin señalización
Según información publicada en aquella época, el río Matina contabiliza hasta cinco ejemplares de cocodrilo por kilómetro, lo cual no se considera una sobrepoblación, pero sí es una zona que debe ser demarcada para evitar que la gente llegue a bañarse a sus orillas, máxime cuando van con niños o con mascotas, que son más vulnerables.
También es común ver a esos animales en otros sitios como Batán, Siquirres, Tortuguero, así como en regiones de Tárcoles, en el cantón de Garabito, Pacífico central y en varios lugares del Pacífico sur, declaró el científico Iván Sandoval, biólogo de la Universidad Nacional.
El experto indicó que los cocodrilos suelen vivir en cuencas que están cerca de poblados, ya que suelen cazar perros, gatos, gallinas o ganado, que son presas fáciles.
El Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) no pudo constatar quién, o quiénes, mataron al cocodrilo del que extrajeron los huesos enviados al OIJ en noviembre.