El agreste Tapón del Darién dejó un recuerdo imborrable para don Jorge Asimbaya, un migrante de nacionalidad ecuatoriana-venezolana de 72 años que huyó buscando un mejor futuro para su familia. Mientras atravesaba esta región selvática de 575.000 hectáreas que separa a Panamá de Colombia empezó a sentir dolor y enrojecimiento en una pierna, al parecer por una bacteria.
Al llegar a territorio costarricense la pierna estaba enrojecida, caliente y con mucho dolor y al arribar a Ciudad Quesada la ayuda médica ya era urgente. En el Hospital San Carlos obtuvieron la respuesta, la vida del señor, instructor de artes marciales, dependía de que le amputaran la pierna, según relató su hijo, Yorman Asimbaya.
El adulto mayor fue dado de alta este martes 6 de setiembre, luego de permanecer un mes internado. Ahora, la familia Asimbaya aguarda a que don Jorge se recupere y sus heridas cicatricen para continuar con su viaje hacia el norte. Allá tienen trabajo “asegurado”, pues familiares que ya viven en Estados Unidos los están esperando.
Yorman, de nacionalidad venezolana, emprendió su travesía en Ecuador junto con su padre, su madre Yorka, su esposa Andreina y sus tres hijos, todos en edades escolares. Antes de iniciar su desplazamiento, se dedicaba a realizar trabajos de soldadura, mientras que su padre era dueño e instructor de un gimnasio de Taekwondo.
“Vivimos seis años en Ecuador, pero tomamos esta travesía por la situación económica, no había trabajo. Salimos de Ecuador el 16 de julio, pasamos a Colombia y en la selva duramos 12 días. En Capurganá comienza el tapón y uno sigue a pie, ahí teníamos ya el negocio con un guía pero él nunca apareció, así que decidimos unirnos a un grupo y empezar la caminata sin guía”, recordó Asimbaya.
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“Nos agarró la madrugada en la selva y eso fue horrible. En la noche sólo con linternas, caminando por el filo de una montaña con un vacío a los dos lados, había que dar los pasos con cuidado porque si uno se resbalaba se caía. Fue fatal, con mi papá agotado y con los niños”, explicó Yorman.
En el primer campamento fueron víctimas de robos. Les sacaron de los bolsos ropa y comida enlatada. A la tienda de acampar de don Jorge y doña Yorka le abrieron un hueco para sacar sus artículos de valor. La familia Asimbaya se quedó un día entero en el primer campamento, con el objetivo de conseguir un guía.
“Muchos pasan la selva sin guía, pero es distinto una persona joven que anda sola y sin responsabilidades, que andar con tres niños y una persona adulta mayor ya es más lento y complicado. Los guías te dicen de todo, pero no hay seguridad, no hay compromiso, te quitan el dinero, hacen el grupo y caminan. El que tiene buena condición física y camina con él lo logró, pero los que no, se van quedando”, lamentó Yorman.
Dado que ya habían caminado por los trillos más difíciles, el guía que contrataron les cobró $50 por persona ($200 en total). La tarifa de inicio a fin es de $350 por persona ($1.400 en total), según explicó Asimbaya. Solo las personas adultas pagan. Sin embargo, en cada campamento al que llegan están obligados a costear la entrada y la salida. Adicionalmente, pagaron $20 a un mochilero por cargar el bolso de don Jorge, pues tenían que aligerar el paso.
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Yorman recuerda que, tras varios días internados en la selva, la salud de su familia empezó a deteriorarse gravemente. Su padre se le perdió por varias horas tras quedarse rezagado. Sus hijos se enfermaron debido a la humedad, el barro y la necesidad de cruzar ríos. A él y a su esposa, Andreina, se les cayeron las uñas de los pies.
“Los guías te meten por las zonas más difíciles, por el lodo, pero por el río que es la zona más rápida, no te dejan pasar. ¿Por qué? Pues porque en la selva se maneja el tráfico de drogas y ellos tienen divididas las zonas más difíciles para los migrantes y los ‘pasos prohibidos’ para el contrabando. Nosotros preguntamos si podíamos pasar por la zona más plana para ir más rápido y nos dijeron que no, más bien había una persona apuntando con un arma y amenazando para que no cruzáramos”, narró.
Yorman considera que su papá contrajo la bacteria en la selva, debido a las decenas de ríos y barreales que cruzaron, combinado con las heridas derivadas de cortes, raspones y golpes. Fue hasta llegar a Panamá que notaron un leve enrojecimiento en la pierna, pero lo consideraron normal debido al agotamiento. Durante su travesía por Panamá, todo permaneció igual.
Sin embargo, hace un mes se encontraban en Paso Canoas, en la frontera de Costa Rica con Panamá, y notaron que la pierna de don Jorge estaba un poco hinchada. Por ese motivo, decidieron descansar un día entero para continuar con la caminata la mañana siguiente. Pero la pierna de don Jorge no mejoró.
Subieron al bus de Paso Canoas hasta San José, llegaron a la capital y fueron a la terminal San José - San Carlos para tomar otro bus. “Mi papá se sentó, se golpeó la pierna y sintió que algo le drenó, como si fuera una ampolla. Le cortamos el pantalón y vimos que la tenía necrosada, contaminada, en cuestión de horas, de Paso Canoas hasta la capital”, lamentó Yorman.
Otros pasajeros del autobús les aseguraron que en Ciudad Quesada había un hospital público donde los podrían atender. Ese mismo día, don Jorge Asimbaya fue internado en el Hospital San Carlos. Al día siguiente, el adulto mayor recibió un ultimátum: le amputaban la pierna o fallecía. Fue operado de forma urgente.
Desde entonces, la familia Asimbaya es albergada por la congregación evangélica Nueva Sión Internacional, ubicada en Ciudad Quesada. Esta iglesia recibe todas las noches alrededor de 20 migrantes, que se quedan a dormir, cenan y desayunan. Según Ángel Eduardo Castillo, también venezolano y administrador del albergue, desde abril recibieron alrededor de 500 personas. En una noche, llegaron a tener 60 personas.
En don Jorge, la amputación provocó frustración, pues “es como que le quitaran un brazo a un boxeador, ya no puede practicar taekwondo que es su profesión, pero yo como hijo intento darle apoyo emocional y decirle que los importantes es que está vivo. Está tranquilo, sereno”, concluyó Yorman.
La familia Asimbaya espera poder descansar unos meses y seguir su viaje hacia el norte.