Conforme avanza la estación seca, la laguna cratérica del volcán Poás baja su nivel de agua. Pasó de 1,5 millones de metros cúbicos en setiembre del año pasado a cerca de un millón en la actualidad y sigue bajando.
En una reciente visita, científicos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) colocaron una nueva estación para medir gases cerca del cráter. Ahí determinaron que el nivel ha bajado mucho desde el año pasado, cuando cubrió todos los montículos internos, algunos de los cuales han vuelto a ser visibles.
La temperatura está en 45 grados Celsius y todos los parámetros siguen dentro de la normalidad, por lo que se trata de cambios que no implican ningún riesgo para los visitantes del volcán más concurrido del país, situado en Alajuela y cuya altura es de 2.687 metros sobre el nivel del mar.
Según el Sistema Nacional de Áreas de Conservación, el año pasado entraron al coloso alajuelense 214.399 visitantes, de ellos más de la mitad fueron turistas extranjeros (108.784). El segundo volcán más visitado del país es el Irazú en Cartago, al que entraron el año pasado 211.620 personas.
Geoffroy Avard, vulcanólogo que estuvo en el grupo que recientemente colocó la nueva estación para medir gases, indicó que ahora se pueden observar las formaciones rocosas de una erupción ocurrida el 6 de abril del año pasado en la fumarola naranja, al costado norte del cráter.
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Añadió que al haber menos agua en ese lago, que mide unos 300 metros de diámetro y unos 40 de profundidad, la temperatura aumenta, lo mismo que la acidez del medio o PH.
Otro efecto de la estación seca es que al llover menos el sistema hidrotermal permite a los gases del macizo tomar el espacio que antes ocupaba el agua llovida en los ductos internos. Ese flujo de gas hacia la superficie también aporta calor a lo interno y contribuye a la evaporación en el lago.
Toda esa concentración de calor genera más evaporación. Los días más soleados y con fuerte viento también contribuyen con la baja en el nivel y eso va generando poco a poco cambios en el color de la laguna, que se ha tornado verde lechoso, diferente al grisáceo que mostró durante la época lluviosa.
“Todos los parámetros siguen estables, la sismicidad, la desgasificación y la deformación del edificio volcánico”, dijo Avard, quien indicó que al igual que con el resto de volcanes activos, el Ovsicori mantiene un monitoreo constante de la actividad.
Igual criterio expresó el vulcanólogo Javier Pacheco, quien agregó que aunque el nivel del lago bajó más de un metro y que la evaporación se ha acelerado en las últimas semanas, esos cambios no implican riesgos para la visitación.
Como baja el nivel del agua, los gases tienden a escapar más fácilmente hacia la atmósfera. Sin embargo, actualmente la actividad fumarólica es baja y por eso los niveles siguen estables. De igual forma, al secarse el lago aumenta la concentración de minerales.
Las celdas de convección más activas se observan en el centro del lago. Las fumarolas ubicadas sobre las paredes norte y noreste del cráter principal siguen activas. De acuerdo con las mediciones geodésicas, la deformación del edificio volcánico no es significativa y tampoco el tremor volcánico, que tiene frecuencias entre 1,5 y 4 Hercios.
Botos es más fría
Contrario a lo que ocurre con el agua del lago cratérico, la laguna Botos, que está a menos de un kilómetro, tiene el agua a temperatura ambiente y está rodeada de bosque nuboso, por lo que la evaporación es mucho menor que la del lago hiperácido y caliente del cráter principal, explicó Pacheco.
El acceso a la laguna del cráter Botos fue reabierto al turismo este año. Ese lago es verde debido a la cantidad de ácido sulfúrico. Tiene un diámetro de 365 metros y es uno de los principales atractivos del lugar. El sendero de acceso estuvo cerrado al público desde que ocurrió la más reciente actividad eruptiva fuerte del volcán en la Semana Santa del 2017.
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