La laguna grisácea en el cráter del volcán Poás está al nivel más alto desde que comenzó a llenarse luego del periodo eruptivo del 2017 y 2018, cuando quedó seca. En algunos puntos la profundidad alcanza 30 metros. Las orillas ceden cada vez más al avance del líquido hiperácido que lo caracteriza. El lago, además del atractivo turístico, revela a los científicos datos sobre este volcán activo.
Cuando se vació la laguna, debido a las erupciones, los científicos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), hicieron tomas con drones que permitieron medir con exactitud el fondo. A partir de esos datos, ahora se puede precisar el proceso de llenado en cada sección, mediante cálculos científicos. Al sureste del lago quedó recubierto por el agua un montículo que mide siete metros de altura, formado donde antes había un cráter pequeño.
“El nivel del agua se ve subiendo casi constantemente”, dice el científico Cyril Müller, uno de los encargados de las mediciones de control en ese macizo situado a 2.708 metros sobre el nivel del mar, en Alajuela.Todo el lago es reflejo de un sistema hidrotermal más amplio, es decir, el agua del cráter es solo una parte de más líquido que está infiltrado en el fondo entre arena, cenizas y bloques, el cual no se puede medir. “La laguna es la parte emergida del sistema, es como un iceberg, vemos la punta, pero debajo hay más”, explicó Müller.
El único riesgo de tanta agua radica en el peso que ejerce sobre el fondo, de manera que en algún momento pudiera romperlo y llegar a rocas que todavía están calientes por las erupciones pasadas. Ese contacto transformaría súbitamente el agua en vapor, originando una erupción freática. En ellas el volumen del agua se dilata hasta mil veces, se abre paso entre las rocas confinadas y el material (vapor, agua, ceniza, piedras y sedimentos) sale expulsado fuertemente hacia la superficie.
Algo así ocurrió la mañana del 3 de noviembre pasado, cuando las cámaras de vigilancia captaron una pequeña erupción con una columna que solo elevó el material a unos 50 metros sobre la altura del lago. El oleaje provocado lavó la pequeña isleta que en ese entonces apenas subyacía y por unos segundos desapareció debajo del agua.
“Es algo muy difícil de anticipar, porque un ligero movimiento en el fondo puede romper un sello y el agua entra en contacto con algún cuerpo caliente. Siempre hay un riesgo, algo así ocurrió el 28 de junio en la laguna cratérica del volcán Rincón de la Vieja, que lanzó columnas de dos kilómetros de alto”, sostuvo Müller. En el lago del Poás, lo único que se vio en las últimas semanas fueron algunos borbollones cada 10 minutos, de poca fuerza, sin llegar a formar columnas de sedimentos, conocidas como colas de gallo.
Las rocas duran mucho en enfriarse. A manera de ejemplo, Müller dijo que en La Fortuna de San Carlos las aguas termales se alimentan de un río que toma el calor al pasar por una base de lava que salió en las erupciones volcánicas de 1968, es decir que 53 años después el calor subsiste, pues esas aguas van entre los 40 y 68 grados de temperatura.
El nivel del lago en el Poás subió desde noviembre con el paso de varias ondas tropicales que aportaron agua llovida y como los días están nublados, al no haber sol no hay evaporación fuerte y se acumula el agua. El científico dijo que en dos años de hacer mediciones, nunca habían visto el nivel tan alto y lo atribuye a la estación lluviosa y a que el volcán está menos activo que años atrás y por eso el calor del fondo bajó. En setiembre el agua del lago estaba a 39 °C y conforme se llena, la temperatura va bajando.
La topografía se mide a diario por medio de las cámaras cuya imagen se confronta con los modelos que los drones captaron cuando estaba seca. Esas aguas son tan ácidas que resulta imposible introducir en ella aparatos de medición, pues se corroen casi de inmediato. Su acidez es 10 millones de veces mayor a la que tiene el agua de tubo.
Entre los antecedentes de los que se tiene registro, la laguna del Poás se secó en 1989, pero semanas después se volvió a llenar. Luego volvió a secarse en 1994 y también se llenó semanas después, para permanecer así durante 23 años, alcanzando en enero del 2005 una profundidad de 35 metros, el máximo pico registrado y que podría ser rebasado en esta temporada lluviosa.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que se trata de una laguna muy diferente, pues antes del 2017 había un viejo domo que tenía una altura desde la terraza del sur de unos 25 metros. La parte principal medía 131 metros de largo y luego se extendía hacia al noroeste por unos 200 metros. De esa gran mole solo quedaron pequeños vestigios, parte de esas rocas llegaron hasta la caseta que está por el portón de ingreso al volcán durante las erupciones de aquel año.
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