“Me acuerdo que hace 20 o 30 años, uno iba a comprar algo a la pulpería que estaba al frente de donde vivía (en Guararí, Heredia) y el vecino salía todo drogado del rancho y lo asaltaba. Luego, veía donde el muchachillo se iba a meter de nuevo al ranchillo.
“¿Y qué podía hacer? Nada, jamás ir a tocarle para que me devolviera las cosas. Cuando lo volvía a ver y ya no estaba tan drogado, hasta saludaba y me trataba bien, pero uno estaba con miedo.
“Es más, hasta hace un par de años la cosa era complicada aquí. Lo asaltaban cuando uno caminaba a la parada de buses y le quitaban hasta el apellido.
“En cambio, ¿ahora? ¡Ay! Las cosas son muy diferentes. No es que no haya delincuencia, porque claro que la hay. Uno sabe que asaltaron a fulanito o que mataron a aquel otro. Pero ya no pasa tan seguido y eso hace que uno se sienta tranquilo, con un poco más de paz”.
Patricia Porras, de 60 años, ha vivido toda su vida en Guararí y eso, según ella, le ha permitido ver la evolución que ha tenido este barrio, el cual, pese a que aún tiene muchas oportunidades, ha trabajado para mejorar su cara ante el resto del país.
A su criterio y el de muchos otros vecinos, la limpieza de lugares que estaban repletos de maleza y ranchos, la construcción de grandes edificios, la oferta cultural para menores de edad y la presencia policial tiraron al piso la delincuencia en esa zona.
Y los datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) las respaldan: en los últimos cuatro años las autoridades han recibido un 42% menos de denuncias en ese sector.
Según las estadísticas, en el 2016, hubo 356 denuncias; en el 2017, 307; en el 2018, 285; y, al 31 de octubre de este año, reportaron 209.
Un Guararí menos violento
Los vecinos han trabajado mucho en cambiar la cara de este barrio herediano y los resultados han sido positivos.
FUENTE: OIJ. || J.C. / LA NACIÓN.
Los delitos más comunes en Guararí, barrio que pertenece al distrito de San Francisco de Heredia, son los asaltos, los hurtos y los robos. También resaltan los homicidios.
Todos los anteriores han tenido una disminución importante en la cifra de denuncias. Por ejemplo, en el caso de los asesinatos, el OIJ tiene reporte de cuatro en el 2017 y cuatro en el 2018, mientras que para este 2019 solo registra uno.
Entre los homicidios del año anterior, sobresale el de un niño de tan solo 10 años, quien murió cuando estaba en el sillón de su casa luego de que una bala perdida lo alcanzara.
Se intentó obtener un criterio de la Fuerza Pública de la zona, pero no fue posible.
Menos ranchos, más arte
Lograr cambiar la percepción de un sitio es difícil, reconocieron los lugareños. Pero saben también que para conseguirlo es importante remozar el barrio; es decir, que los ranchos cada vez sean menos.
“No es que ahora las casas sean mansiones, jamás. Lo que intentamos cada uno es mejorar la forma en cómo se ve la casita de uno, y vea, ahora se ven más casitas de concreto, pintaditas, con sus portones y eso es importante”, señaló el vecino Jaime Torres.
Agregó: “Claro, hay partes en las que usted va a ver solo precario, porque las cosas tampoco son fáciles. Pero esperamos que la cosa vaya cambiando cada día más y, hasta quién sabe, logremos ser un barrio sumamente tranquilo y bonito”.
Además de un cambio visual, los vecinos indicaron que uno de los factores que ha ayudado a mejorar la situación es que muchos de los jóvenes que ahí viven se mantienen ocupados gracias a iniciativas como el Centro Cívico por la Paz de Guararí, que se fundó en junio del 2017.
Allí, se combate la violencia a través de tres áreas: la deportiva, la artística y la recreativa, contó Rafael Marín, coordinador.
Para tener una oferta variada, gratuita y para toda la familia, el Centro Cívico hace alianzas con el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), con el Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (Icoder) y con el Patronato Nacional de la Infancia (PANI).
“Tenemos talleres de teatro, danza, música, gimnasia rítmica, karate, fútbol sala, zumba, clases de alemán, entre otros”, apuntó Marín, quien agregó que también realizan dos veces al año actividades masivas para involucrar a toda la familia.
Además, prestan sus instalaciones para que entrene el equipo de Guararí de la Liga Femenina de Fútbol.
Esta institución se enfoca en adolescentes de entre los 13 y los 17 años, debido a que, según análisis que han hecho, es la población más vulnerable ante la delincuencia. Sin embargo, no es excluyente.
Por ejemplo, de la mano del PANI abordan a los niños de entre los 7 y los 12 años. “Hace poco hicimos una exposición que se llamó ¿Quién soy Guararí? Ahí los niños daban su perspectiva. También le enseñamos a manejar situaciones y emociones, como el estrés”, mencionó el coordinador.
Según Marín, la respuesta de los vecinos de Guararí ante la llegada del Centro Cívico ha sido positiva. Y, sobre la manera de reclutar a los jóvenes, explicó que se hace por medio del deporte.
“Aquí hay una cancha que cualquier persona puede usar. Entonces lo que hacemos es que, cuando llegan jóvenes, nos acercamos a ellos y les hablamos de los talleres e intentamos seducirlos para que matriculen y se libren de la violencia", detalló Marín.
Vecina de Guararí: ‘Es lindo vivir tranquilo’
Lesbia Romero tiene seis años de vivir en Costa Rica. Antes, pasaba sus días en su país natal: Nicaragua.
Sin embargo, cada día era más difícil poner comida sobre la mesa, según dijo Romero, de 53 años. Por eso, tanto ella como su esposo decidieron venirse para territorio costarricense.
El lugar que los acogió fue Guararí y, los primeros meses y años ellos pensaban que la decisión quizás no había sido la más correcta.
¿Por qué? “Había mucha delincuencia, muchísima. No nos sentíamos seguros. Está bien, sí teníamos nuestra comidita día a día, pero no teníamos nada de paz, entonces estábamos muy confundidos y no sabíamos qué hacer”, dijo Romero a un equipo de La Nación que recorrió las calles de ese barrio herediano.
No obstante, como los jóvenes ahora tienen "ofertas sanas” para divertirse con sus amigos y con su familia, cuesta mucho que quieran ser delincuentes o drogadictos, aseguró Romero.
“Uno ahora los ve jugando fútbol o con patinetillas y se ven felices y qué bonito verlos así, disfrutando sanamente. No están metidos en drogas ni buscando pleitos con la ley, ni con uno", apuntó.
De hecho, contó que, actualmente, ella vende ropa usada en las afueras de su casa para ayudar a la iglesia a la que pertenece. Ella, en compañía de otras vecinas, guindan todas las prendas en el portón y no temen ser asaltadas.
Sin embargo, años atrás, ese escenario era impensable. “Siempre venía alguno y se robaba un pantalón o algo y se iba corriendo y ¿uno qué iba a hacer?", recordó, al tiempo en el que agregó: “Ahora, uno se acuerda y le da hasta risa de verlos haciendo eso, pero en el momento uno se sentía impotente”.
En ese sentido opinó también la vecina Orfilia Montero, de 62 años y quien tiene 40 de vivir ahí.
“Guararí ahora es otra cosa. No es ni por asomo lo que era antes y ¡qué bendición!”, señaló.