Juan Mora fue víctima de una estafa telefónica, y en su cuenta solamente le quedaron ¢853 que los malhechores no le pudieron saquear. En total, le sustrajeron poco menos de ¢900.000, parte de ese dinero correspondía a ahorros familiares que necesitaba para hacer un pago ese mismo día, el 4 de abril de 2022.
Mora relató a La Nación su experiencia, cómo “lo enredaron”, cómo ingenuamente dio datos confidenciales y qué respuesta recibió de las autoridades cuando acudió a interponer una denuncia. Él asegura que la tarde de ese lunes llamó al Banco Nacional (BN) porque experimentó problemas para realizar un trámite en línea, pero minutos después de colgar el teléfono, recibió otra llamada del mismo número, 22122000, el contacto oficial del BN.
“Estoy metido en el sistema y estaba lento. En un momento me dio error, e inmediatamente llamé al banco y me atendió una muchacha. Tratamos de solucionar pero no fue posible, ella no me pudo ayudar, algo muy raro, porque ya había hecho ese trámite anteriormente sin problemas. Yo le dije que me iba a salir y en un rato intentaba nuevamente. En el momento que yo le cuelgo a ella, pasaron 15 minutos y entró la llamada del Banco Nacional, que ahora sé que era un número ‘gemeleado’”, recordó don Juan.
Él confió en que efectivamente lo llamaban desde su entidad bancaria para solucionar el problema que había reportado. “Me sale otra muchacha y me dice: “‘Don Juan ¿Está teniendo problemas?’, le respondí que sí, y me dijo que me estaban sacando ¢150.000 de mi cuenta”, recordó el entrevistado.
En ese momento, los nervios y el temor emergieron en Mora. Él intuyó que la lentitud de la página web estaba relacionada con la presunta estafa. “¡Esa plata yo la necesitaba!”, exclamó el afectado desde el sillón de su casa, en San Carlos.
“Entonces la chavala comenzó a enredarme y hablarme. Todavía yo visualizaba que tenía ¢228.000 en mi cuenta, pero ahí mismo yo manejaba unas inversiones de ahorro, que formaban parte de la misma cuenta, eran unos ahorros de la familia con los que íbamos a realizar un pago. Ahí fue donde le entraron ellos, porque yo tenía un certificado por ¢570.000 y otro por ¢100.000. Esos ¢670.000, sumado a los ¢228.000 que yo tenía, fueron casi ¢900.000 lo que me sacaron”, lamentó el entrevistado.
Ese nerviosismo es el que aprovechan los estafadores y por eso Mora, pensando que estaba hablando con un verdadero funcionario, le dio los códigos de acceso a su cuenta, que el propio banco le había suministrado. Según pudo constatar Mora posteriormente, cuando acudió a su banco, ese dinero fue cambiado a dólares y traspasado por concepto de remesas a Rivas, Nicaragua.
Faltando pocos minutos para las 5 p. m., don Juan le dijo a la persona que lo llamó que debía retirarse, pues tenía que cumplir con algunas tareas de su trabajo. En total, él recibió siete llamadas desde ese número telefónico entre las 3:34 p. m. y las 5:17 p. m. No fue hasta las 7 p. m., tras volver a casa de trabajar y conversar con su esposa, que pensó por primera vez que podía haber sido víctima de una estafa.
“Yo le conté a mi esposa y ella me dice ‘Juan, yo creo que a usted lo estafaron’. Pero yo estaba confiado en que era el número del Banco Nacional, no tenía por qué desconfiar. Para corroborar, fui al cajero automático y ahí me di cuenta. Me dejaron ¢853. A las 7:39 p. m. llamé a la central para que me bloquearan la tarjeta. Tuvieron más de dos horas de tiempo para saquearme”, lamentó nuevamente el entrevistado.
En ese momento, su esposa interviene en la entrevista: “Cuando él me dijo que lo habían llamado del banco, pero yo le dije ‘no, eso son estafas, el banco no llama a nadie’. Si Juan no me dice nada, él se va el otro día a trabajar y ni cuenta se da”.
Para Mora hay algo inaudito, a lo cual aún no le encuentra explicación lógica: “La primera vez que yo llamé ni siquiera fue desde mi teléfono, sino desde el teléfono de la oficina. ¿Cómo me llamaron al celular? ¿De dónde lo sacaron? Yo pienso que una opción es que ya me estuvieran interviniendo la computadora y por eso me diera fallos el trámite que me estaba haciendo, pero la otra opción es que por ahí haya un gato casero. Si yo termino de hablar con usted que trabaja en el banco ¿cómo me van a llamar 15 minutos después al celular?
“Si yo quería ingresar a mi cuenta, yo tenía que pedir un código de seguridad que me mandaron al correo, unas claves. Esas sí las recibí del banco. Usted los abre ahora y ve que son reales, pero ellos me pedían que se los dictara, que se los dijera, y yo se los dije, porque yo siempre pensé que eran del banco”, detalló don Juan.
‘Ir al OIJ es gastar pólvora en zopilotes’
El día martes 5 de abril, tras bloquear sus tarjetas y no poder dormir ni un minuto por la noche, don Juan Mora acudió al Organismo de Investigación Judicial (OIJ) para poner su denuncia, no obstante, los resultados de la gestión no fueron satisfactorios.
“A uno le queda un sinsabor, porque yo hice todo lo que me dijeron. En el OIJ me dicen que en dos días me envían un hombre que se va a encargar de la investigación, un tal Efraín. Yo hablé con él (viernes 8 de abril) y me dice ‘Ay huevón, pero esto es una remesa’, yo le dije que sí, y me responde ‘Ah no, ahí no hay nada que hacer ya’”, reclamó Mora disgustado.
“Es decir, ni siquiera muestra motivación o ganas de trabajar, aunque lo engañe a uno. Yo le dije, ‘¿Entonces para qué va uno a hacer la declaración? Eso es gastar pólvora en zopilotes’, y el mae me dijo que sí, así como si nada. Yo me ahuevé más todavía. Seguro en un mes me llaman para decirme que se perdió y ya. Yo no me ilusiono pensando que me van a devolver algo. Pero yo creo que por ahí hay gatos caseros”, concluyó el afectado.