En el 2023, Costa Rica cerró con la histórica cifra de 907 homicidios dolosos. El 70% de ellos son el resultado de ajustes de cuentas y venganzas, muchas asociadas al narcotráfico y el crimen organizado.
El motivo de esta guerra mortal está vinculado con la migración y expansión de grupos criminales o minicarteles a zonas del país diferentes a su origen.
Según el exministro de Seguridad, Gustavo Mata, ejemplos de estas estructuras son los Lara, reconocidos por operar en el sur de San José, pero recientemente vinculados con delitos en Guanacaste y Cartago.
En la misma línea, los Hondureños, también conocidos como los H, originalmente operaban en Limón, pero recientemente se dispersaron a otras regiones del país.
Sin embargo, es importante destacar que estas no son las únicas estructuras criminales que buscan poder en otras áreas del país. Por ejemplo, se identificó que grupos criminales de Pavas se asentaron en Playas del Coco, mientras que en Tamarindo, Flamingo y San Carlos también se registraron actividades de presuntos criminales originarios de San José.
Estas expansiones, según Mata, se deben a la falta de presencia policial en algunas zonas del país, pues se dispuso mover recurso policial a zonas más conflictivas como Limón y San José, pero dejó desprovistas otras áreas.
“Un ejemplo es cuando en mayo del año pasado el Poder Ejecutivo anunció que llevaría a cabo una campaña de seguridad en Limón. ¡Advirtió a la delincuencia! Ese tipo de operaciones no se publican, se ejecutan, porque va a provocar lo que está pasando: los cabecillas se van a ir a otros lugares y van a contaminar el país”, aseguró.
Estas “migraciones” de criminales contribuyen al aumento de homicidios, ya que los líderes buscan eliminar a otras estructuras criminales existentes en la zona para consolidar su control.
Según Mata, la mayoría de los homicidios entre bandas involucran a jóvenes de menor experiencia o importancia en la organización criminal. “La gente que se está matando son chiquillos de entre 16 y 30 años, son jóvenes que los narcotraficantes reclutaron saliendo de la escuela o en el colegio”, mencionó.
Por otro lado, el experto en seguridad afirmó que estos grupos criminales no son simplemente vendedores de droga, sino “empresas criminales” estructuradas por profesionales en administración, contabilidad y leyes. En algunas ocasiones, estas organizaciones cuentan incluso con el apoyo de policías, que les proporcionan información de inteligencia y conocimientos tácticos.
Para ilustrar esto, Mata mencionó el caso de La Colina en Limón, donde un contingente de al menos 10 hombres, utilizando tácticas similares a la Policía Judicial, irrumpió en una casa para asesinar a un hombre. “Incluso afuera se quedaron otros cuidando el perímetro. Ellos tienen penetrado el sistema policial y esto es muy preocupante”, agregó el especialista.
Aumento de homicidios y origen de minicarteles
Un análisis elaborado por este medio, con cifras de la Policía Judicial, revela que las provincias con un mayor aumento en homicidios dolosos en los últimos cinco años son Guanacaste, Puntarenas, Limón y Cartago, algunas de las cuales registran el doble de homicidios en comparación con el 2019.
Por ejemplo, en Guanacaste, en el 2019 se reportaron solo 38 homicidios dolosos, mientras que en el 2023 la cifra ascendió a 101 muertes violentas en esa provincia, lo que representa un aumento del 165%.
En el caso de Puntarenas, se observó un incremento del 97% en los últimos cinco años. En Limón, el aumento fue del 84%, y en Cartago, del 46%. Por otro lado, Heredia y San José experimentaron aumentos del 30% y el 22%, respectivamente.
En cuanto a los grupos narcotraficantes en el país, Gerardo Castaing, exjefe del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), criminólogo e investigador, asevera que esta actividad criminal aumentó en Costa Rica desde 1993, con la caída de Pablo Escobar.
Desde entonces los narcotraficantes mexicanos —como el Cartel de Sinaloa— se desplazaron al sur del continente, tomando el control del mercado en Colombia, Bolivia y Perú, y utilizando Costa Rica como una zona estratégica.
“Los mexicanos buscan logística aquí en Costa Rica y contactan a costarricenses u otros extranjeros para que hagan todos los movimientos de la reexportación de la droga de ellos”, explicó Castaing.
De acuerdo con el especialista, en algunas ocasiones les remuneraban con cocaína, lo que propició la formación de los minicarteles y es así como se sostienen en la actualidad.
Mata indicó que estos minicarteles también emplean la cocaína como moneda y se verificó que negocian con países norteamericanos para recibir envíos de armamento militar, como M-16, AR-15 y AK-47, así como granadas de fragmentación. Justamente con un arma militar, el 11 de enero se llevó a cabo un tiroteo contra un vehículo en Rohrmoser.
Empero, Mata advirtió que en esa evolución de los grupos criminales no se puede dejar de lado que ya existe una droga que desplazará a la cocaína en el mercado en los próximos años: el fentanilo. “Es más adictiva, más fácil de transportar, y su introducción en un país tiene un costo menor, haciéndola muy atractiva para los jóvenes”, aseguró el exjerarca de Seguridad Pública.
Al respecto también opinó el director del OIJ, Randall Zúñiga, quien a inicios de enero afirmó a La Nación que la también llamada “droga zombi” podría desplazar a la marihuana y cocaína como droga de primer uso en Costa Rica. “Por eso es que, en buena medida, la marihuana y cocaína han bajado de precio”, comentó.
Se trata de una sustancia 50 veces más potente que la heroína y hasta 100 veces más fuerte que la morfina. Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), cada día se registran al menos 150 muertes en Estados Unidos por sobredosis relacionadas con opioides sintéticos como este.
Preocupado, Mata enfatizó que si esta sustancia se arraiga en Costa Rica de la misma manera que lo hizo en Estados Unidos, las estructuras criminales continuarán apoderándose de territorios en el país, lo que resultará en cientos de muertes adicionales.