Llanos de Santa Lucía, el quinto de los distritos de Paraíso, suma este año 10 homicidios, el 66% de todos los asesinatos perpetrados en todo el cantón (15). En los últimos meses, la brutalidad de los crímenes, el uso indiscriminado de armas de guerra y las luchas entre grupos narco elevaron la inseguridad en esta populosa barriada de 20.000 habitantes.
Sus vecinos viven encerrados en sus casas y salen con el temor de quedar en el fuego cruzado entre narcofamilias que operan en la zona y grupos delincuenciales de Limón que migraron a Llanos en los últimos tiempos. Allí, los clanes del Caribe esconden la droga e intentan abrir nuevos puntos de comercio.
En medio de esta realidad, la Policía advierte de la elevada participación de niños y adolescentes en los grupos delincuenciales. A ellos, los narcos les pagan con celulares caros, tenis de marca y ropa.
Freddy Guillén, jefe regional de Fuerza Pública en Cartago, confirma esta dinámica, que seduce a jovencitos que aún se mantienen en el sistema educativo y otros tantos que ya lo abandonaron.
Según relata, cada vez que despliegan un operativo, es común ver incluso a niños de 12 años que corren por las alamedas para alertar a los cabecillas de grupos delincuenciales. Al detenerlos para identificarlos, es posible ver que llevan indumentaria de alto valor y teléfonos celulares de alta gama, lo que hace sospechar a las autoridades de que los reclutan no solo con pagos en efectivo, sino también en especie.
“Hay una pérdida de valores, que más bien son los antivalores los que han tomado mayor relevancia. Gracias a una serie de programas, sobre todo de narconovelas, se vende una idea completamente desfasada”, lamentó Guillén.
A estos muchachos, los delincuentes los reclutan para las labores más bajas dentro de la estructura. Algunos se pasan la vida en una esquina del barrio como “campanas”, es decir, aquellos que alertan sobre la llegada de la Policía o personas no reconocidas; mientras que otros son “mulas” o “burritos” que transportan drogas.
“Es así como les ofrecen escalar dentro de la estructura criminal, con el inconveniente de que la vida de los jóvenes dentro de estas organizaciones es muy corta. Si vemos el promedio de los homicidios de las personas, andan dentro de los 20 o 30 años y que comenzaron de igual manera como campanas o como mulas y terminan muertos producto de esta actividad”, explicó Guillén.
El ejemplo vivo de la corta vida de los menores fue el homicidio de un joven de 15 años quien el 10 de octubre estaba sentado frente a su casa cuando un sicario llegó y le disparó en múltiples ocasiones hasta quitarle la vida.
En las intervenciones policiales a estos jóvenes, los detectan fácilmente “porque cuando pasa la Policía ellos toman el teléfono rápidamente y comienzan a escribir o hacen llamadas”. Por eso, cuando los intervienen, muchos de ellos corren, “porque son niños y saben que lo que están haciendo es malo y dejan paquetes con droga tirados, así como los radios de comunicación”.
“Hemos detectado a muchos jóvenes realizando estas funciones. Se ha trabajado con el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) cuando se han encontrado a estos jóvenes con una sola dosis o si están en zonas vulnerables, donde no están acompañados de una persona responsable, y que se sigan los procedimientos establecidos para intentar rescatar a estos jóvenes y que sigan dentro del sistema educativo”, explicó Guillén.
La evolución de una finca
Llanos de Santa Lucía es apenas un territorio de 6,5 kilómetros cuadrados, pero concentra el 16% de los 63 asesinatos perpetrados en toda la provincia cartaginesa en lo que llevamos del año.
Nació producto de la expansión urbana y de la conformación de asentamientos en precario a finales siglo pasado. Luego, a finales de los 90, tras la construcción de diversos proyectos de interés social, se logró mejorar la red vial y de alcantarillado y darle a los vecinos viviendas mejor constituidas.
Con 20.000 habitantes, es el distrito más poblado de Paraíso, tiene dos escuelas y un colegio y en el 2004, finalmente, alcanzó la categoría de distrito.
La calle principal está poblada de pulperías, sodas, bares y otros pequeños comercios y la cruza un canal artificial que canaliza, desde el 2011, las aguas de una acequia, pues los vecinos sufrían severos problemas sanitarios.
En los últimos meses, su nombre se ha vuelto recurrente en las noticias, producto de los hechos de violencia exacerbados. El más grave de ellos, ocurrido el 29 de setiembre frente a la escuela Rescate de Ujarrás, cuando cuatro hombres, armados con armas de guerra y cubiertos con pasamontañas, acribillaron a Raúl Arrieta, de 33 años y conocido con el alias de “Rábano”.
A los homicidas no les importó que el crimen ocurrió pasadas las 9 a. m. cuando las aulas de clase estaban llenas. En el sitio, las autoridades ubicaron los casquillos percutidos y en ellos el apodo de esta víctima.
Aulas vacías
En las últimas semanas, a pesar de que los homicidios se mantienen a la baja por los operativos policiales, los grupos criminales siguen operando y se han reportado algunas balaceras. Eso, sumado a que las estructuras criminales atraen a los menores, hace que los recintos educativos estén cada vez más vacíos.
Luis Francisco Quesada Méndez es supervisor regional del Ministerio de Educación Pública (MEP) en el Circuito 05, donde están las escuelas Santa Lucía y Rescate de Ujarrás (entre ellas hay una distancia de 500 metros) con una población estudiantil entre ambas de aproximadamente 2.300 y 145 entre personal administrativo y docente.
Además de las escuelas, también está en un perímetro de un kilómetro a la redonda el Colegio Técnico Profesional de Santa Lucía (que también tiene modalidad nocturna), el Centro de Atención para Personas Adultas con Discapacidad (CIPAD), y hay un convenio con el Cén Cinai, donde parte de los estudiantes de la escuela Rescate de Ujarrás reciben sus lecciones.
“En un inicio, los profesores estaban muy nerviosos, especialmente porque nunca habían vivido una situación así. En cuanto a los estudiantes, la semana siguiente a los tiroteos, la asistencia a clases disminuyó mucho. Los padres, por el temor que tenían, durante casi una semana no enviaron a todos los estudiantes”, informa el supervisor.
En medio del temor, estos centros educativos trabajan con normalidad, y los funcionarios de esa localidad colaboran a nivel interinstitucional con el Ministerio de Salud, la Caja Costarricense de Seguro Social, la Municipalidad de Paraíso, la Fuerza Pública y psicólogos del MEP y de ambas escuelas.
“Desde junio del 2022 hemos venido teniendo capacitaciones y formaciones desde la Dirección Regional de Cartago, preparando diferentes protocolos referentes a los tiroteos”, menciona el funcionario del MEP.
La Fuerza Pública, además de colaborar con operativos, también cuida las instalaciones del Cén Cinai por las noches, ya que los padres que estudian en la noche y no tienen quién les cuide a sus hijos, los dejan en ese lugar.
“Gracias a las intervenciones de los maestros y de los equipos, hemos tratado de superar esta situación, cambiándola en gran medida”, agrega Quesada.
Intento de devolver la paz
Esta comunidad cuenta con grupos y asociaciones, como la de Desarrollo Integral de Llanos de Santa Lucía, que intentan devolverle la tranquilidad a los vecinos.
“Tanto la Asociación como los grupos y comités hemos tratado de rescatar las áreas comunales y recreativas desde hace períodos atrás. Trabajamos de la mano con el apoyo de la Fuerza Pública y la Municipalidad”, comentó la presidenta, Cristina Vargas Coto.
A pesar de los intentos en la búsqueda de la tranquilidad y el desarrollo, muchas veces la violencia reduce a los grupos a la impotencia. Un ejemplo viviente fue en octubre, pues debido a los homicidios en ese mes, una celebración de la paz en la comunidad tuvo que ser pospuesta hasta el pasado domingo 12 de noviembre.
“En esta última actividad, llamada Encuentro de Cultura, asistieron unas 120 personas. Se inició con una oración, presentación típica, la Fuerza Pública hizo una actividad de canto y se realizaron juegos de bola para los niños”, explicó la presidenta.
Llanos de Santa Lucía tiene un lugar para el esparcimiento de los más jóvenes; sin embargo, la violencia ha convertido ese lugar en un área desierta.
“Al Skatepark (parque de patinaje), nosotros le damos mantenimiento y se abre a las 7:30 a. m. y cierra a las 5 p.m. todos los días, pero la visita de los niños y sus padres ha disminuido mucho debido a la inseguridad, a los papás les da miedo ir al parque y que sus hijos sufran algún daño. Les he dicho que nosotros somos los dueños de la comunidad y que tenemos que seguir, y que los niños deben mantener su espacio de deporte y recreación”, manifestó Vargas.
Ella, como representante de la comunidad, mantiene una comunicación constante con los habitantes de los barrios populares de Llanos de Santa Lucía y asegura que les recuerda a los padres que deben mantener la seguridad, el cuidado y el acompañamiento a los menores.
“Muchos aún sienten ese temor de salir de sus casas, sobre todo en horas de la noche, aunque ahora tenemos una mayor vigilancia por parte de la Fuerza Pública y queremos que esa vigilancia continúe”, finalizó.
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