Muchos de los menores de edad que integran bandas delincuenciales de Limón y Puntarenas ni siquiera completaron el colegio, no tienen opciones formales de generar recursos en su casa y son fácilmente manipulables por adultos que les ofrecen dinero.
Ese es el doloroso perfil que dibuja Randall Zúñiga, cuando se refiere a los muchachos reclutados por organizaciones de narcotráfico y crimen organizado en las costas.
En una entrevista con La Nación, el jerarca policial reveló que, según las estadísticas que manejan, el 22% de los jóvenes de Puntarenas viven en extrema pobreza y el 23% en Limón, cuando la media nacional habla de un 13%. Además, 77% de los menores no completaron ni el noveno año de colegio.
De esa población, algunos logran salir adelante, consiguen empleo o retoman sus estudios, pero de allí también salen otros tantos jovencitos que se convierten en sicarios sin haber alcanzado la mayoría de edad.
“Los menores de edad en Costa Rica que están participando de estos grupos criminales no tienen la socialización completa, tuvieron el Covid-19 de por medio, que generó una gran exclusión a nivel escolar. No pudieron terminar la forma de relacionarse con otras personas. Lo que le quiero decir es que son fácilmente manipulables por un por tercero, por un mayor de edad”, lamentó el jerarca.
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Ese tercero es el que les va a ofrecer un estatus de pertenencia, pues en la calle ya fueron excluídos y etiquetados. “Hay una reacción social y es que se le pone una etiqueta social a la persona como delincuente, entonces esto le genera una reacción a la persona de que ‘me están excluyendo y este grupo (criminal) me acepta y satisface mis necesidades de seguridad”, detalló Zúñiga.
Este proceso de satisfacción de necesidades lleva a una familiarización de los jóvenes con las organizaciones criminales, generando una subcultura. “Es un tema interesante a nivel criminológico, que es muy propio de las maras, que son excluidos y ellos generan su propio grupo donde sí se apoyan entre ellos, aunque sea ficticiamente porque es un tema criminal, pero se apoyan. Crean un sentido de pertenencia que es la auto realización y se convierten en su segunda familia “, explicó Zúñiga.
El jerarca incluso reconoció que han encontrado niños de 12 o 13 años, que deberían estar en la escuela.
Sin embargo, para entrar a esa subcultura, deben someterse a procesos de iniciación, donde muchas veces los obligan a matar a alguien más. Esto explica, parcialmente, porqué 22 de los 690 asesinados este año son menores de 17 años. Sin embargo, acá deben excluirse muchas víctimas inocentes.
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Sin opciones de empleo
Además de la estigmatización y la baja escolaridad, el otro problema de los muchachos es la falta de empleo en las costas. Según Zúñiga, una empresa grande, transnacional, no no va a encontrar mano de obra calificada. “Es lógico, es sencillo y es fácil. Pero cuando aparte de eso, usted sabe que Limón, por ejemplo, tiene un bono demográfico, que el 55% de la población está comprendida entre los nueve y los 19 años de edad que no tienen acceso a una educación, que no tienen acceso a trabajos bien remunerados. Qué opciones quedan?”, cuestionó.
De ahí que el jerarca rememorara un reportaje de prensa internacional en el que se cita que, en México, el narcotráfico ocupa el quinto lugar como empleador de la población. Y en Costa Rica, cada vez es más frecuente la incursión de carteles mexicanos y colombianos en Costa Rica que se suman a los grupos locales y todos buscan mano de obra para delinquir.
Tristemente, a muchos les atrae la narcoactividad como sinónimo de una vida lujosa y fácil a corto plazo, pero la realidad es diferente. Zúñiga sostiene que en Costa Rica son contados, con los dedos de una mano, los que tienen acceso a tanta riqueza.
Una vez dentro de los grupos criminales, los más jóvenes empiezan siendo campanas, alertándole al cabecilla cuando viene la Policía o hay movimientos sospechosos. Luego escalan y les permiten andar armados y es ahí donde pierden el miedo a los enfrentamientos. Además, los delincuentes prefieren a muchachos más jóvenes, incluso menores de edad, pues si los capturan, las posibles penas, incluso por homicidio, son menos gravosas que para un adulto.
Debido a todo ese fenómeno, son los propios jóvenes quienes a menudo terminan siendo víctimas de ajustes de cuentas, sin lograr un desarrollo socioeconómico significativo.
Ante toda esta situación, Randall Zúñiga instó a las instituciones públicas a preocuparse por el bienestar de los jóvenes y a tomar medidas para abordar esta problemática. “Las instituciones encargadas del control social, la educación y la protección de la niñez deben prestar atención a estas situaciones extremas que están teniendo un impacto significativo”, concluyó Zúñiga.
Para este reportaje, desde el 29 de setiembre se le solicitó al Ministerio de Educación la cifra de muchachos que dejaron el colegio, desglosada por provincia, pero al cierre de esta publicación no se obtuvo respuesta.
Cifras alarmantes en jóvenes
Randall Zúñiga, advierte que la pobreza extrema y la falta de oportunidades están impulsando a los jóvenes a sumergirse en la criminalidad. Sus declaraciones vienen respaldadas por un reciente estudio realizado por el Instituto Costarricense de Estadística y Censo (INEC) en el segundo trimestre de 2023, que arroja cifras alarmantes sobre la situación de los jóvenes en el país.
Según el informe del INEC, más de 753 mil jóvenes entre las edades de 15 y 24 años fueron evaluados en un estudio de indicadores generales de la condición de actividad. De este grupo, aproximadamente 82 mil jóvenes se encuentran desempleados o desocupados, lo que representa un preocupante 10.85% del total de jóvenes en esa franja de edad.
Desempleo y género:
Dentro de la población joven desempleada o desocupada, se observa una clara disparidad de género. El 53% de estos jóvenes son hombres, mientras que el 47% son mujeres.
Nivel educativo:
El estudio del INEC también proporciona datos sobre el nivel educativo de los jóvenes en esta categoría. Cerca de 18 mil jóvenes tienen solo educación primaria o no la han completado, lo que representa un 2.35% del total. Por otro lado, 53 mil jóvenes no han completado la educación secundaria, lo que equivale al 7% de la población de 15 a 24 años. En contraste, el 11% ha completado la secundaria, lo que equivale a casi 90 mil jóvenes. Además, un 7.33% posee un nivel de educación secundaria completo.
Empleo y sectores:
En lo que respecta a la ocupación de los jóvenes, el estudio del INEC muestra que un 9% trabaja en sectores de actividad primaria, como la agricultura, ganadería, pesca y minería. Un 20% se encuentra en el sector secundario, que incluye la industria y la construcción, mientras que el 68% trabaja en el sector de servicios, comercio, transporte y comunicaciones.
Formalidad vs. informalidad:
Un dato relevante es que de los jóvenes empleados, el 64% ocupa empleos formales, mientras que el 36% trabaja en empleos informales.
Estas cifras revelan un panorama preocupante para la juventud costarricense, con altos niveles de desempleo, falta de acceso a una educación completa y una brecha de género en el desempleo.
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