Es jueves y por fin se definirán los contrincantes. Son las 10:45 a. m. en la cancha de fútbol de la cárcel La Reforma. Veinte reos en gradería, bañados por un fuerte sol, salieron de sus celdas para dar apoyo a sus equipos, mientras un policía penitenciario los vigila con una decena de esposas en la mano.
José Flaco Rodríguez activa el cronómetro y a todo pulmón hace sonar el pitazo inicial del partido por las semifinales del campeonato de veteranos que decidirá quiénes se enfrentarán con Fusión La 15.
Este encuentro es uno más de los que Rodríguez, de 37 años, ha dirigido desde hace un año como árbitro certificado por la Federación Costarricense de Fútbol (Fedefut).
Lo hace sin temor. Incluso ha mostrado tarjetas en juegos entre la selección de La Reforma y jugadores de Primera División del Herediano y Uruguay de Coronado.
Así como Flaco, otros ocho reclusos de La Reforma recibieron una capacitación de cinco meses para aprender las reglas de la FIFA y, en mayo del 2012, se graduaron en el Proyecto Gol como árbitros. De ellos, cinco quedan en prisión; los demás ya salieron.
Ellos interiorizaron las enseñanzas impartidas por sus maestros Mario José Araya, Patricia Miranda, Saturnino Espinoza y Efraín Rodríguez.
El curso fue posible gracias a la coordinación de los encargados del Área Deportiva de La Reforma, Jorge Álvarez y Gerardo Cortés, con la Comisión Nacional de Arbitraje.
Rodolfo Ledezma, director del centro penitenciario, aseguró que tienen en mente un proyecto para que esos réferis puedan dirigir partidos fuera de prisión, al destacar que este plan les permite estar preparados para integrar filiales una vez que obtengan la libertad.
El balón corre tras la rejas. Según explicaron Álvarez y Cortés, en La Reforma hay más de 600 reos involucrados en el fútbol, divididos en nueve equipos para el campeonato de veteranos (mayores de 40 años) y 15 más para la liga de jóvenes.
Todos los días, de lunes a viernes, se realizan partidos, mañana y tarde, siempre y cuando haya buen clima y custodios disponibles.
La semifinal del jueves 15 enfrentó a los equipos Real Sociedad y Talleres Industriales. El primero ganó 2-1 y una semana más tarde campeonizó frente a Fusión La 15, en un encuentro de vértigo que se tuvo que definir en penales.
El Flaco viste camiseta rosada, pantaloneta negra, medias negras a las rodillas, y un par de tenis algo sucias y descosidas. Tenía apenas 19 años cuando entró a prisión a descontar una condena de 45 años.
Heredó de su padre la afición por el arbitraje, a quien siempre acompañaba a las canchas de Guápiles y se rozaba con el conocido exárbitro Berny Ulloa, pero nunca esperó convertirse en uno titulado.
“Esto es una gran pasión y viene de atrás, de mi padre, quien fue por 23 años árbitro de la filial de Guápiles. Fue uno de los mejores. Yo iba mucho a los entrenamientos y a mí siempre me ha gustado el fútbol.
”Aunque seamos privados de libertad, nuestra autoestima es muy grande. Queremos ser mejores cada día, no las personas que tal vez la sociedad piensa que vamos a seguir siendo siempre”, expresó.
A él lo asisten dos árbitros más; uno de ellos es Leandro Arias, un agricultor de 45 años que también es titulado. “Ser árbitro es muy importante porque marca una disciplina que uno no conocía como futbolista”, manifestó.
“El deporte en la cárcel es una prioridad grande, en donde el privado de libertad se desestresa. Tenemos a la familia fuera del lugar, circunstancias difíciles, familiares enfermos... y la única manera que queda es salir a ‘terapearse’ un rato. Esto (el fútbol) ha bajado la tensión de la población en el penal”, destacó Arias.
Disciplina. Jorge Álvarez recordó que cada encuentro implicaba pleitos y reclamos de los reos al réferi empírico, pues alegaban falta de imparcialidad, objetividad y del conocimiento técnico para marcar las faltas durante el juego. Pero resaltó que desde que existe el grupo de centrales certificados, los enfrentamientos han mermado.
“El privado de libertad no entiende totalmente las reglas y por ignorancia ellos reclaman, se ‘madrean’, y se dan ciertas situaciones que en la primera división no se dan”, agregó Gilberto Harris, otro de los árbitros en La Reforma.
“Ahora, ellos saben que se dio un curso y que nosotros ejercemos más presencia con respecto al conocimiento; se lo transmitimos a ellos y les explicamos para que en la próxima no hagan la acción y sepan por qué se pitó algo”, indicó.
Para Enrique Monge, un artesano de 43 años y con cuatro en la cárcel, los jugadores “le meten a uno miedo cuando está pitando, pero dentro de la cancha uno tiene autoridad y no tiene que tener miedo. Yo no expulso a nadie, sino que ellos se expulsan con sus malacrianzas”.
Esta semana el nuevo campéon, Real Sociedad, cuyos miembros conviven en el ámbito de mediana cerrada, recibirán un premio: uniformes y ¢111.000, recaudados con inscripciones.