Michael, Juliana, Cristian, Verónica, Celeste, Rosario, Milagro, Flory, Roberto... La lista pareciera interminable para Helena Téllez, una “tía” a la que la memoria no le alcanza para recordar las decenas de niños que cuidó, durante 15 años, en albergues del Patronato Nacional de la Infancia (PANI).
A sus 72 años, esta pensionada continúa siendo la cara de una larga batalla ante el sistema interamericano de derechos humanos, para mejorar las condiciones laborales en las que 145 mujeres ejercen su rol de “madres, doctoras, psicólogas y trabajadoras sociales” de niños abandonados.
Desde el 2003, presentó su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por las extensas jornadas en las que debía estar al tanto de los menores, sin posibilidad de salir a descansar o cuidar a sus hijos biológicos. El caso se admitió para estudio en el 2007 .
“Yo trabajé siete años en el albergue Jardín (Desamparados), como tía de 24 niños. Tenía que cuidarlos, sola, 11 días seguidos, y tenía tres de salida”, detalló esta pensionada desde el 2010.
A pesar de que el Sindicato de Empleados del PANI (SEPI) llevó este caso y el de otras “tías” a la Sala Constitucional, nunca logró disminuir la jornada, sino solo obtener sobresueldos.
Actualmente, hay 470 menores en 42 albergues. Algunas “tías” se encargan de 20 menores, cuando lo estipulado son 10 como máximo. El PANI requiere 250 plazas adicionales para disminuir la carga laboral, pero no ha logrado que se le aprueben.
Pelea. Lady Zuluaga, abogada del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil), explicó que desde 1992 se cuestionó la constitucionalidad de la jornada de 12 horas y la obligación de disponibilidad por otras 12 horas en los albergues.
Helena Téllez recuerda que, por cuidar a los pequeños institucionalizados, debía dejar solos en casa a sus propios hijos (dos escolares). “Cuando yo trabajaba en el albergue de Vargas Araya (Montes de Oca), una vecina me llamó para decirme que Luisa, mi hija de ocho años, se había quemado con agua caliente. No pude irme porque estaba cuidando a los niños. Cuatro días después, la llevé al hospital y me regañaron”, contó.
La abogada de Cejil explica que en razón del rol que las “tías” deben cumplir dentro de los albergues, como mujeres y madres, se ha avalado la extensa jornada por el interés superior del niño.
Dificultades. Téllez se levantaba a las 4 a. m. todos los días. Alistaba el desayuno para 20 menores, luego, despertaba a los escolares. A veces dejaba el albergue solo para llevarlos al centro educativo.
“Es una situación muy dura. Lo que más duele es la cantidad de niños por atender y que a uno se le salgan de las manos”, dijo.
En una ocasión, Juliana se enfermó de asma y Téllez debió salir con ella para el Hospital Nacional de Niños a medianoche, y abandonar el albergue. “Gracias a Dios, no pasó nada”, expresó.
Estas mujeres también sufren agresiones. “Yo tuve tres niños que eran bipolares. Eso era tremendo, quebraban ventanas y todo. Había que recoger a todos los demás y protegerlos mientras les pasaba el berrinche a esos niños”, narró la mujer.
En otras ocasiones, los adolescentes se escapaban del albergue, sin que ella pudiera impedirlo. Recordó la ocasión en que Cristian quiso pegarle a otra joven del hogar, y ella “no le dio el gusto” y lo trató de meterlo al cuarto. Contó que en medio de ese forcejeo, ambos cayeron por las gradas del albergue.
Se intentó obtener una posición de la presidenta del PANI, Ana Teresa León, pero el viernes estuvo en una actividad y no respondió su celular a la hora en que se pactó la llamada.
Lady Zuluaga, de Cejil, manifestó que aún esperan el informe de la CIDH para que se establezca la responsabilidad del Estado costarricense por vulnerar los derechos humanos de estas mujeres. Su objetivo es que se les indemnice por daños y se garantice los derechos de las demás “tías” cambiando su jornada laboral.