Don Ángel Segura Jiménez de 65 años, conocido como don Fito, es vecino de Crucitas, en Cutris de San Carlos. Él asegura que todas las noches a las 7 p. m. cierra su casa y no la vuelve a abrir hasta el día siguiente, porque vive con temor y duerme “con un ojo abierto”.
Don Fito vive en Crucitas desde hace 16 años, él sintió la esperanza cuando en 2008 le prometieron desarrollo económico de la mano del proyecto minero de Infinito Gold, y la decepción de ver cómo, hoy en día, su pueblo se transforma en “tierra de nadie”.
A pocos pasos de su casa, cientos de coligalleros explotan el oro en una finca cercana, se contaminan las fuentes de agua y la inseguridad campea.
“Ellos (los policías) se fueron hace tres semanas de la noche a la mañana, no supimos por qué. De vez en cuando uno ve pasar una patrulla, pero de vez en cuando. Estoy bastante preocupado, a mí me han asaltado tres veces, me metieron un balazo aquí (se señala la mejilla derecha), yo sé lo que es eso”, declaró el oriundo de La Fortuna.
El lunes 17 de julio, la Policía de Fronteras abandonó Crucitas por orden presidencial, según un correo electrónico enviado por esa dependencia de la Fuerza Pública a los encargados de la finca Vivoyet, donde se ubicaba su cuartel.
Desde entonces, la invasión de coligalleros se disparó, y con ello los problemas sociales y ambientales. La Nación visitó Crucitas el miércoles 9 de agosto y constató la presencia de al menos 200 mineros ilegales en uno de los múltiples puntos de extracción existentes.
Tres días después, el Ministerio de Seguridad comunicó que la Fuerza Pública volverá a reabrir el puesto de vigilancia que tenía en la finca Vivoyet gracias a un acuerdo logrado con los propietarios del terreno.
El ministro Mario Zamora señaló que hubo un ajuste operativo en los patrullajes en Crucitas, por lo que la policía nunca abandonó por completo la zona, pues se han estado atendiendo otras 36 ubicaciones relacionadas con la extracción ilegal de oro.
Vecinos aseguraron que el miércoles 9 de agosto, luego de que La Nación visitara la comunidad y publicara sobre la salida de la Policía de Fronteras, esa misma tarde un contingente con oficiales arribó al sitio.
Temor latente
Don Ángel Segura recordó la ocasión en que un grupo de coligalleros armados con pistolas se metieron a la fuerza en su casa, donde se encontraba junto con sus hijas.
“Tengo miedo de que vuelva a suceder lo mismo, ¿por qué? Porque estamos abandonados, que pase una patrulla de vez en cuando... por favor. Ya esa gente (coligalleros) está metida ahí en la montaña, son miles, está descontrolado.
“A usted (periodista) le consta que no hay policía acá, tiene horas de estar acá y no ha visto nada”, reclamó el adulto mayor.
Desde el corredor de la casa de don Fito se ve un constante desfile de coligalleros cruzando los repastos desde las zonas mineras hacia la frontera con Nicaragua, que se ubica a solo seis kilómetros. Una vez que llegan al río San Juan, abordan una panga para cruzar al país vecino.
Durante toda la estancia de La Nación en Crucitas no se observó ninguna patrulla de la Fuerza Pública ni de la Policía de Fronteras.
Tampoco hubo retenes para solicitar documentos ni operativos. Para llegar a Crucitas, lo único que se necesita es un carro alto que soporte el barro y los kilómetros de lastre. Cualquier persona puede comprar oro si se lo propone.
“Cuando viene un ministro o alguien de ellos, ahí sí vienen los policías. Se lo voy a decir así, acá vienen y nos asaltan ¿y a quién voy a llamar para que me auxilie? El puesto es allá en Coopevega (a casi una hora), se puede decir que estamos a la mano de Dios”, expresa don Fito.
En la práctica, más allá de la pequeña escuela primaria de Crucitas, la vida cotidiana de don Ángel y su familia es como si no existiera el Estado. A lo largo del mes, la única ocasión en que tiene contacto con la institucionalidad es cuando paga impuestos por su pulpería.
Los coligalleros son clientes del pequeño negocio de Segura, pero cada vez acuden menos. Esto se debe a que los mineros han montado sus propios negocios clandestinos dentro de la montaña, con el objetivo de permanecer la mayor cantidad de horas posible buscando oro.
Dentro de las zonas mineras es posible conseguir desde comida, alcohol y hasta drogas ilícitas. Esto fue corroborado tanto por don Ángel como por Greivin Rodríguez Miranda, administrador de la finca Vivoyet, donde cientos de coligalleros ingresan todos los días.
¿Qué cambió tras visita de Rodrigo Chaves?
El presidente de la República, Rodrigo Chaves Robles, visitó Crucitas el 16 de julio de 2022, apenas dos meses después de asumir el gobierno. Al mandatario lo acompañó el ministro de Ambiente y Energía, Franz Tattenbach; el entonces ministro de Seguridad Pública, Jorge Torres; y la alcaldesa de San Carlos, Karol Salas.
Casa Presidencial aseguró en esa ocasión que la visita del presidente era para conocer la situación en la zona y escuchar las quejas de los vecinos.
“Estamos olvidando el olvido, ya no vamos a volver la cara para el otro lado. Nosotros tenemos que proteger al pueblo de Crucitas, a nuestro medio ambiente, y a nuestros recursos minerales y naturales. No podemos seguir en el abandono, a eso vinimos todos nosotros”, aseveró Chaves en ese momento.
En febrero pasado, La Nación dio a conocer los altos niveles de mercurio en la sangre de vecinos de Crucitas. Esto se debe a la enorme contaminación de las fuentes de agua con ese metal tóxico, el cual es usado durante los procesos de minería artesanal.
En la escuela de Crucitas, se detectó 53 veces la cantidad máxima de mercurio admisible.
El 22 de febrero, el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) anunció que abastecería a 250 familias con agua por medio de camiones cisterna. El 2 de marzo el Gobierno declaró la situación como emergencia, lo cual permitió girar recursos de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) para atender la situación.
Un mes después, la CNE empezó las labores para arreglar los caminos hacia seis comunidades, de manera que los camiones con agua pudieran ingresar.
La Nación consultó a don Ángel Segura y su familia qué cambió en Crucitas desde que el Chaves visitó la comunidad.
“El presidente vino y se fue. Los caminos cambiaron un poquito, se le agradece al que hiciera eso porque estaban muy mal. Sobre el agua, pusieron un tanque allá en la escuela, pero yo no tengo carro, entonces voy en una yegua a traer agua en galones, casi un kilómetro. Eso fue lo que cambió, nada más”, explicó Segura.
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