En los últimos 22 días el volcán Poás, situado en Alajuela, ha registrado tres pequeñas erupciones freáticas que han elevado el material del fondo del lago a alturas entre los 20 y 100 metros, para luego volver a caer en el agua hiperácida.
De acuerdo con el vulcanólogo Javier Pacheco, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), de momento se descarta que haya algún riesgo, pues las erupciones no vienen acompañadas de otros signos que hagan suponer un aumento importante en la actividad del coloso, que está a 2.708 metros sobre el nivel del mar.
“No hemos visto una gran cantidad de sismos, no hay mayor desgasificación, no hay deformación del edificio volcánico, ni mayor aumento en la temperatura de fumarolas”, dijo Pacheco al afirmar que, por ahora, todo está tranquilo.
Se trata de erupciones tipo géiser, también conocidas como cola de gallo, ya que los sedimentos del fondo, al ser elevados hacia la superficie, forman una figura similar. La más reciente ocurrió este sábado a las 4:55 p. m. Otra ocurrió el miércoles 2 de agosto a la 1:53 a. m. y fue captada por las cámaras de vigilancia volcánica, ya que había luna llena y el cráter estaba despejado. La otra fue el 21 de julio a las 4:51 p. m., de modo que todas han ocurrido con el parque nacional cerrado.
Muy vigilado
El Poás, por su facilidad de acceso y por estar solo a 45 kilómetros al noroeste de San José, es uno de los volcanes más vigilados del país. Constantemente lo visitan los especialistas que ya conocen la mayoría de signos que implican cambios en la actividad.
De igual forma, los turistas y guardaparques han observado borbollones en el centro del lago que son parte de un volcán activo y se deben a la actividad de las fumarolas que están en el fondo y que a veces se activan más.
El nivel del lago bajó varios metros a principios de año, pero ahora se encuentra más estable, pues la estación lluviosa compensa el agua que se pierde por evaporación y por la acción del fuerte viento.
Pacheco recordó que los procesos geológicos son lentos, de modo que los residuos de las erupciones ocurridas entre 2017 y 2019 pueden tardar unos 60 años en enfriarse, por lo que persiste la interacción entre gases o partículas magmáticas con el sistema hidrotermal.
Cuando el agua de lluvia se infiltra en las montañas cercanas, en algún punto puede llegar a interactuar con materiales calientes y se transforma en vapor que de pronto encuentra una salida y produce erupciones como las observadas recientemente en la laguna cratérica.
Hasta ahora ninguna de las erupciones ha arrojado material fuera del lago, por lo que la visitación a las zonas permitidas, como el mirador del cráter activo y la laguna Botos son seguras. Tampoco hay gases en cantidades nocivas que afecten la visitación. Los guardaparques cuentan con dispositivos de medición que les permiten conocer los parámetros del gas en tiempo real.
“La temperatura del lago está entre 40 y 50 grados Celsius, lo cual está dentro de lo que se considera normal en ese volcán. Los gases de dióxido de azufre (SO2) también están por debajo de las 200 partes por millón, como ha ocurrido desde que cesó la actividad eruptiva en el 2019”, dijo Pacheco.
No se descartan erupciones similares a las de estos días, pues según el científico, el Poás a veces tiene actividad sorpresiva, pero no se prevé que eleve su intensidad, ya que desde el 30 de setiembre de 2019, cuando ocurrió la última erupción fuerte, todos los parámetros del volcán siguen estables.
La última vez que el Poás tuvo una erupción a lo interno del cráter fue el 6 de abril del año pasado, la cual no tuvo repercusiones para la población, pero modificó la laguna pues desde la pared norte se expulsó material que formó una especie de camino rocoso en forma de península, que meses después fue recubierta por el agua, pero volvíó a observarse desde inicios de este año, cuando el nivel bajó.
Sonidos de la laguna
Este lunes 7 de agosto, personal del Oviscori volverá a la zona cratérica para tomar nuevas muestras de agua y de temperatura, así como para sacar datos de un hidrófono (micrófono que se sumerge en el agua), el cual realiza grabaciones en ciertos periodos.
Se colocó en abril como parte de un experimento en coordinación con la Universidad de Bélgica para determinar si esa tecnología es útil. La hipótesis busca aclarar si ese dispositivo podría dar nuevos aportes a los científicos para entender con nuevos datos lo que está pasando en el fondo del lago
Algunas erupciones, como las recién ocurridas en el Poás han sido aisladas e impredecibles, lo que deja ciertas dudas sobre el comportamiento del volcán.
Al igual que en el Poás, se han colocado hidrófonos en otros lagos cratéricos de volcanes activos en Filipinas y Nueva Zelanda, para ver si la dinámica del lago puede revelar señales precursoras de una erupción o de un cambio en la actividad volcánica.
Cada cierto tiempo se sacan los datos y se revisan las grabaciones, ya que por ahora esa información no se pueden ver en tiempo real. Otra desventaja es que solo se graban segmentos. Para este experimento en el Poás aún no se sabe si el momento de la grabación coincidió con alguna de las recientes erupciones.