El volcán Rincón de la Vieja, que fue el más activo del país en el 2020, no registró erupciones durante el primer trimestre de este año.
Más de 1400 erupciones pequeñas y medianas a lo largo del año pasado fueron la característica de un ciclo eruptivo que se mantuvo con ligeras treguas, pero con actividad constante.
Algunas veces hubo lahares o corrientes de material que bajaron de la cima hacia los ríos y quebradas cercanas.
Ese macizo, cuyo cráter activo está entre Liberia y Upala, se une por ahora al reposo que caracteriza las cimas volcánicas del Irazú, el Arenal, el Poás y el Turrialba, que años atrás generaron fuerte actividad.
El vulcanólogo Geoffroy Avard, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), escaló hasta la cima del cráter el 24 de marzo.
Ahí constató la escasa actividad que también se refleja en los instrumentos de medición que el Ovsicori tiene en el macizo del Rincón de la Vieja.
Añadió que, debido a las erupciones ocurridas el año pasado, no habían vuelto a la cima del cráter, por el peligro que existía.
Lago más bajo
Avard intentó tomar muestras de agua del lago hiperácido del coloso, pero no pudo hacerlo porque la altura varió.
La evaporación, la estación seca y los fuertes vientos redujeron en al menos ocho metros el nivel de ese lago cratérico, que es de los más profundos en volcanes activos del país.
“Traté de sacar una muestra de agua, pero la cuerda de 53 metros que llevaba, y que en otras ocasiones he usado, no alcanzó el lago, que está muy bajo”, dijo Avard.
Anteriormente, con 45 metros de cuerda se lograba extraer agua para medir los niveles de acidez.
Generalmente las visitas al cráter se ven opacadas por el tiempo nublado o lluvioso en la cima, que está a 1.916 metros sobre el nivel del mar, pero en estos primeros meses del año suele haber días más despejados, lo cual aprovechan los científicos para dar mantenimiento a las estaciones que tienen cerca del coloso.
Luego de una escalada de más de dos horas, Avard llegó al cráter y captó el burbujeo de fumarolas que están debajo del lago, así como otras situadas en las paredes cratéricas, de las que siguen emanando gases.
De igual manera, la pared del suroeste deja ver materiales frescos y de un tono gris oscuro, que se diferencia del resto. Eso evidencia la caída de bloques grandes hasta el fondo del lago, como parte de la erosión generada por las erupciones del año pasado.
Algunas de esas caídas de material fueron registradas por los sismógrafos durante el 2020, pero hasta ahora se tiene una idea de su magnitud y el punto del cual se desprendieron.
Javier Pacheco, sismólogo del Ovsicori, dijo que ese volcán a veces entra en periodos de poca actividad, pero luego, sin aviso, vuelve a generar erupciones, según se ha notado en su más reciente ciclo, que comenzó en el 2011.
“Es un volcán con actividad casi constante. En los 80 generó erupciones freatomagmáticas importantes con grandes lahares. Su actividad pasa de ser moderada a alta y luego desaparece. En cualquier momento se puede reactivar”, advirtió.