Alejandro Chinchilla y su novia, Adriana Villalobos, entran tomados de la mano a la Armería Rex, en San José. El local está repleto de armas de fuego; sin embargo, la pareja se ubica en el área de artículos para defensa personal.
“Estamos viendo qué es lo más adecuado para mí”, explica ella. Hasta el momento, su interés está en un pequeño spray que “dispara” gas pimienta. El objeto es pequeño, se puede cargar fácilmente y su precio ronda los ¢5.000.
Para estos vecinos de Montes de Oca, ese gas podría evitar que Villalobos sea víctima de otro asalto, como ya le ha ocurrido anteriormente.
Ellos son parte de decenas de costarricenses que han optado por adquirir artículos para defenderse ante la criminalidad. Eso sí, estos compradores buscan armas que no maten, pues su interés solo es atacar a sus agresores para luego huir del lugar, según cuentan los vendedores.
Los objetos no requieren de permisos de portación, por lo que, adquirirlos se vuelve una opción aun más llamativa.
Precisamente, ante esa falta de regulación, tampoco existe un registro de cantidades vendidas. No obstante, en varias armerías consultadas por La Nación , los encargados revelaron que, en el caso del gas pimienta, se venden alrededor de 50 unidades al mes.
Las otras opciones más populares son los chuzos eléctricos y los black-jack o bastones extendibles, cuya venta varía en los comercios.
Más recientemente, también ingresó al país una opción de armas con características externas muy similares a armas de fuego, pero que expulsan gas pimienta.
Inmovilizar. “Yo soy instructor de artes marciales, así que le di a mi hermano, que tiene 14 años, un black-jack . Pero se lo decomisaron en el colegio, y no veo por qué, pues no es un arma”, dice Chinchilla.
“La idea no es que él golpee, sino que pueda hacer una llave. Hace poco lo había mordido un perro, y donde vivimos, en Cedros (Montes de Oca), la delincuencia es alta”, agrega el joven.
El bastón, o black jack , es un objeto de metal, cuyo precio va desde los ¢11.000 hasta los ¢16.000, según el tamaño. Ese es, quizá, el artículo de protección menos cotizado. Quienes más lo buscan son los oficiales de seguridad, o las personas con conocimiento en técnicas de defensa personal.
En cambio, el chuzo eléctrico resulta más atractivo para otros ciudadanos, principalmente, para peatones.
“Yo voy a la Universidad en San Pedro y vivo en Desamparados. Desde donde me deja el bus tengo que caminar varios metros para llegar a mi casa, y ya me asaltaron una vez. Entonces lo compré (el chuzo); uno no quiere agredir a nadie, pero al menos que se alejen”, explica Adrián Cortés, de 21 años de edad.
Los chuzos eléctricos dan descargas de entre 200.000 y 300.000 voltios. Una descarga paraliza el sistema nervioso por unos 20 minutos.
El precio de esos objetos es de alrededor de ¢30.000. Según los encargados de las armerías, en un mes se pueden vender hasta 20 aparatos.
Pero el ganador en ventas, y además, el más buscado por las mujeres, es el gas pimienta. Este es un compuesto químico creado a base de sustancias naturales.
El aerosol en el que se vende tiene un alcance de hasta cuatro metros. La sustancia produce irritación en la piel y ceguera temporal.
“Yo siempre lo llevo en la mano, me da seguridad y, si me van a asaltar, lo echo, y corro”, dice Kimberly Granados, vecina de Guadalupe.