Todos los días, a partir de las 8 p. m., llueva o truene, el costado sur de la Comandancia de Heredia, parte del barrio Fátima, se transforma para dar paso a personajes de atrevidas minifaldas, tacones altos, pelucas y escotes que no dejan nada a la imaginación.
Tienen los labios rojos carmesí y caminan delicadamente de una esquina a otra saludando con un “venga cariño, aquí está lo que busca”, a conductores que se detienen para curiosear, o bien, para buscar compañía por un rato.
Ríen a carcajadas y no dudan en mostrar sus pechos; la mayoría tiene implantes de silicona, a disgustados vecinos quienes los miran con desprecio o les dedican frases como, “debería darles vergüenza, cochinos” y “se van a ir al infierno por sinvergüenzas”.
“Viera las barbaridades que hacen en media calle. Esto es un relajo…”, se quejó Édgar Campos Campos, de 73 años, quien vive a 200 metros de una calle tomada por bulliciosos travestis, casi todos vecinos de San José.
Lo mismo sucede desde hace algún tiempo en las ciudades de Alajuela y Cartago, donde estos hombres vestidos de mujer ya son parte del paisaje urbano pese al malestar de los lugareños.
“En la capital hay mucha competencia y la verdad es que aquí la policía nos molesta menos”, dijo “Carolina”, un transexual durante un recorrido realizado por La Nación , la noche del miércoles, por las calles heredianas.
Luce unas largas pestañas (pero son postizas), eso si, tiene las piernas torneadas y llamativos pechos. Lo único que parece delatarlo en su voz, por momentos ronca, inevitablemente varonil.
Aunque las autoridades desconocen cuántos son, en Heredia los vecinos aseguraron que acuden unos 25, en Alajuela 20 y en Cartago una docena. Los travestis venden sus servicios sexuales a hombres que llegan en vehículos, motocicletas, incluso en bicicletas y a pie, según las autoridades.
Los tratan mejor. En San José deben ingeniárselas para burlar a la Policía y, en ocasiones, son atacados por delincuentes.
En cambio, en Heredia, Alajuela y Cartago, los tratan mucho mejor.
“La gente de por aquí es más tranquila. Hace un tiempo salían a rezar para que nos fuéramos”, dijo sin dejar de sonreír.
A su lado, otros transexuales, algunos con apretadas licras, se acomodan las blusas, se peinan, y de pronto, corren hacia un auto, con dos ocupantes, que se detiene.
La conversación no dura mucho. Uno de ellos; parece una modelo de esas que salen a menudo en televisión o en los periódicos, se monta y regresa 30 minutos después.
En Heredia, Alajuela y Cartago hay muchos “muy buenos clientes”, según “Carolina”, quien aseguró que “vienen también desde la capital porque les gustamos”.
Aunque es posible verlos todos los días, los viernes, sábados y domingos hay más trabajo para los travestidos capitalinos. Muchos llegan en busetas, otros en sus propios vehículos, según vecinos.
Se fue la paz. “Nos robaron la paz. Lo feo es cuando salgo con chiquitos y ven esos cuadros tan feos”, afirmó Olga Gutiérrez.
Las cosas no son muy distintas en Alajuela, especialmente frente a la escuela República de Guatemala, en barrio Corazón de Jesús, donde de noche, “son los travestis quienes mandan”. “Nos quejamos pero nadie hace nada. Se ven cuadros espantosos”, dijo Fernando Vega.
Todas las mañanas, encuentran preservativos y latas de cerveza tirados frente al centro educativo.
En Cartago se reúnen unos 10 travestis, detrás del Mercado Central. “No les permitimos actos contra la moral”, aseguró Kattia Chavarría, jefa de la Fuerza Pública.
En Heredia y Alajuela, la Policía no los molesta a menos de que alguien denuncie un asalto callejero. Colaboraron Francisco Barrantes y Fernando Gutiérrez.