Mario, un joven salonero en el centro de Heredia, nunca trabajó el el bar Dude´s, pero estuvo en ese local en la noche fatídica en la que asesinaron a los primos Jorge Humberto Barboza, conocido como "Bambam", y Carlos Alberto Barboza, encontrados enterrados en una fosa dentro del mismo local, cerca de la Universidad Nacional en Heredia.
Durante días, Mario, cuyo verdadero nombre no se divulgará por seguridad, no buscó a las autoridades judiciales, pero lo persiguió la conciencia.
Para él, la madrugada del 7 de febrero empezó como cualquier otra. Había estado trabajando desde la noche anterior en otro bar de la provincia, y al culminar su jornada, junto a tres amigos de la vida nocturna, identificados como Herrera Sandí, El Parce y Bravo, avanzaron dos kilómetros al sureste, hasta el Dude´s, propiedad de Jean Franco Segura Gómez, a eso de la 1 a. m.

El bar que se volvió tumba
“El bar estaba cerrado, pero Jean Franco, el dueño, nos abrió. (los primos y Jean Franco) Estaban tomando jagger”, dijo en referencia al Jägermeister, ese licor oscuro, a base de hierbas, un poco amargo y especiado.

Mario conocía a Jean Franco desde antes. Lo había visto muchas veces en algunos bares heredianos, ofreciendo seguridad, peleando por lo que él llamaba “temas de trabajo”, empujando, gritando, incluso portando una pistola 9 milímetros que no olvidaría. Recuerda que en una ocasión Jean Franco tomó a un hombre, lo alzó y lo tiró contra el suelo dejándole “serias lesiones”.
“Era violento, explosivo. Nadie lo controlaba”, describió Mario a los agentes judiciales en el expediente 25-000983-0059-PE.
Pasaron las 3 primeras horas del viernes 7 de febrero de 2025, el bar tenía la cortina metálica cerrada. Dentro, un grupo reducido bebía licor.
En el establecimiento se encontraban Jean Franco, los trabajadores del bar —Rodríguez Pastrán, conocido como “Cali”; Rodríguez Rivera y Díaz Álvarez—; los amigos de Mario: Bravo Diaz, Herrera y Cerna Villamil, conocido como “El Parce”, así como los primos Carlos y Jorge, los dos hombres que no sabían que estaban a minutos de morir.
Uno de ellos, Carlos Alberto Barboza, dormía en la barra y Bambam, según Mario, comenzó a provocar a las personas que estaban dentro del local.
“Los puedo matar a todos y nadie los va a encontrar”, habría dicho Jorge a todas las personas presentes.
Y no se quedó callado. Minutos después y en tono desafiante, se enfrentó verbalmente con “Cali”, uno de los hombres de seguridad. Jean Franco los apartó, pero al poco tiempo, el ambiente volvió a arder.
Mario describió cómo Jean Franco se abalanzó contra Jorge. Lo tomó del cuello y comenzó a golpearlo una y otra vez, hasta dejarlo inconsciente.
“Le puso un pie encima como en la espalda, mientras estaba en el suelo, en ese momento el individuo de barba (Carlos Alberto) continuaba dormido en la barra, no se dio cuenta de lo que pasaba”, dijo el testigo. Mientras majaba el cadáver, Jean Franco se reía, agrega el relato judicial.
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El testigo sostiene que fue Bravo, uno de los hombres con los que llegó al bar, quien atacó a Carlos Alberto. Lo despertó, sacó una cuchilla que traía escondida y lo apuñaló en el cuello varias veces. “Hasta que el individuo cayó al suelo”, dijo Mario a las autoridades.
El salonero, de 26 años, lo vio todo, pero no está imputado porque, se presume, no participó en los crímenes.
Después del ataque, los cuerpos todavía respiraban. Fue entonces cuando se sumaron más agresores. Golpes, patadas, y más puñaladas.
Pero hubo una frase que quedó grabada en la mente del testigo, una posible justificación del crimen: “Fue por lo que él me hizo cuando estaba chamaco”, dijo Cali, uno de los empleados del bar, según consta en el expediente.
Limpieza, saqueo y huida
Después vino la limpieza del sitio, de los cuerpos y de los bolsillos de las víctimas.
Jean Franco le ordenó a uno de los presentes que buscara un extintor. Lo vació sobre el piso donde estaba la sangre de las víctimas y con el propio extintor metálico, otro de los presentes golpeó las cabezas de los primos, quienes estaban en el suelo.

Luego revisaron los bolsillos de los fallecidos, sacaron dinero, celulares, y los repartieron entre varios del grupo. Como si se tratara de un botín.
Aprovechando el caos dentro del bar, los empleados de Jean Franco y Mario y sus compañeros de juega decidieron marcharse. Si se van a ir, váyanse ya, les había conminado el dueño del local.
Jean Franco le entregó las llaves del vehículo de las víctimas al colombiano (Cerna Villamil), el mismo que todos conocían como El Parce, y le sugirió desaparecerlo, que consiguiera gasolina e incluso que lo quemara.
Según las cámaras de vigilancia de diferentes localidades, El Parce es el principal sospechoso de conducir el carro hasta otro sitio en Belén, donde le prendió fuego. Incluso, posteriormente requirió atención hospitalaria por quemaduras en las manos y las cejas. Otro de los amigos del salonero, Herrera, habría escoltado al Parce, para luego devolverse juntos en el carro del primero.
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Mientras tanto, Mario salió caminando del bar. No dijo nada esa noche.
El peso del silencio
Al día siguiente le contó lo sucedido a su jefe y él le dijo que buscara a las autoridades judiciales para que relatara lo que ocurrió.
Y así lo hizo.
Fue uno de los pocos que, sin estar directamente involucrado, decidió contar lo que vio. Desde entonces, ha sido pieza clave para el Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
Después de su testimonio, los implicados comenzaron a ser identificados. Alias, nombres reales y vínculos en el crimen.
Congeladores, cloro y fosa
Según la información disponible en el expediente, luego del brutal asesinato, Jean Franco habría querido quemar los cadáveres dentro del vehículo de los primos, pero por temor a que lo vieran en cámaras municipales, no fueron llevados a ninguna parte.
La hipótesis, agrega el documento judicial, es que Jean Franco y sus cómplices optaron por una solución macabra: ocultarlos en el congelador del propio bar.
Ahí los cadáveres permanecieron por al menos tres días. Para disimular cualquier sospecha, apilaron cajas de cerveza sobre la tapa del congelador. Así, cuando Jean Franco reabrió el negocio, lo hizo con los cuerpos aún ahí, como si nada hubiera pasado.

Durante esos días, el bar siguió operando. Mientras tanto, Jean Franco contrató a un hombre para que cavara una fosa en el sótano del bar. El trabajo fue discreto, con instrucciones precisas para hacer un hueco para una especie de tanque séptico, pues haría un apartamento ahí. Cuando el hueco estuvo listo, habrían rociado cloro sobre los cuerpos para intentar frenar el hedor y la descomposición. Solo entonces los enterraron, sellando bajo tierra el crimen que intentaban hacer desaparecer.
No fue sino hasta el 12 de febrero que los agentes del OIJ ingresaron al comercio y encontraron los restos de los primos. Tras recibir información clave en entrevistas con testigos, los investigadores llegaron hasta el sótano del bar.

Inicialmente, el caso parecía uno más de violencia pasional. Según los primeros testimonios, una supuesta pelea se desató luego de que un amigo de las víctimas ingresara al bar y encontrara a su expareja con otra persona. Lo que parecía un crimen por celos escondió algo mucho más complejo.
““El móvil real de la riña habría sido un enfrentamiento de egos y una lucha de poder y hombría entre Jean Franco y las víctimas”, asegura el informe del OIJ.

Por este caso, siete personas de apellidos Segura Gómez, Rodríguez Pastrán, Bravo Díaz, Rodríguez Rivera, Herrera Sandí, Díaz Álvarez y Cerna Villamil descuentan seis meses de prisión preventiva.
Otras dos personas quedaron con medidas distintas a la prisión preventiva. Se trata de Segura Gómez (hermano de Jean Franco) y Postome Téllez, investigadas únicamente por el presunto delito de favorecimiento, por lo que cumplirán las medidas cautelares de prohibición de comunicarse, amenazar o perturbar a las otras partes del proceso.