Un nuevo aliado en la investigaciones de los volcanes ya vuela por los cielos costarricenses.
Se trata del Ala Vector 100, un avión robótico no tripulado adaptado por un grupo de científicos de la Universidad de Costa Rica (UCR) para confirmar la información obtenida mediante satélites espaciales sobre las plumas de gases que emanan los volcanes.
Según explicó el físico Jorge Andrés Díaz, uno de los problemas actuales es que esos satélites pueden descalibrarse y, entonces, la información que ofrecen de las plumas volcánicas no es tan sencilla de interpretar.
Conocer la composición de los gases y otros productos que emana un volcán (es decir, su pluma) es importante para tomar decisiones que protejan a los seres humanos y también eviten pérdidas económicas.
Hace poco, tras una erupción de un volcán en Islandia, se cerraron muchos aeropuertos de Europa varios días porque los satélites señalaban que había ceniza expandiéndose. Mediciones de este tipo pueden definir mejor qué están emanando los volcanes y cómo se está moviendo para evitar un cierre innecesario de un aeropuerto y evitar así pérdidas millonarias, explicó el científico.
Además, la composición de los gases que emana un volcán pueden indicar la inminencia de una erupción.
Los datos del momento en que el avión hace las mediciones son comparadas con otras realizadas por satélites. Así, se pueden calibrar las imágenes satelitales con la información obtenida en tierra, algo en lo cual la NASA tiene interés, según explicó Díaz.
Para Ralph García, director del Centro de Investigación en Ciencias Atómicas, Nucleares y Moleculares (Cicanum) –donde trabaja Díaz–, el potencial de las investigaciones por desarrollar en este campo a partir de ahora “es enorme”.
El Ala Vector 100 no se maneja a control remoto, sino que se le cargan previamente las coordenadas que le indican por dónde moverse. Tiene 2,5 metros de ancho, un autonomía de vuelo de 45 minutos y su altura promedio durante un vuelo es de un kilómetro sobre la superficie, pero puede volar más alto. Además, su peso total es de 4,5 kilos.
Cuenta entre sus instrumentos científicos con un espectrómetro de masas y gases. Los espectrómetros permiten conocer la composición de la materia que se estudia.
Díaz tiene años trabajando en el diseño de un espectrómetro cada vez más pequeño y liviano. Desde finales de los 90 ha logrado pasar de un instrumento de más de 30 kilos a una versión actual de unos 3 kilos.
Este dispositivo puede medir gases como dióxido de carbono, ácido sulfhídrico e hidrógeno.
El avión Ala Vector 100 también lleva una cámara digital de 10,1 megapíxeles, que permite tomar fotografías y videos en alta definición, además de una cámara infrarroja para apreciar los cambios de temperatura en el terreno, un sistema de posicionamiento global (GPS) y sensores de dióxido de azufre.
La adaptación y equipamiento del avión en el país costó $20.000. El dinero para este proyecto proviene tanto de la UCR como del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
“La NASA tiene este interés porque nosotros produciríamos datos que ellos no tienen. Además, ellos no están dispuestos a perder aviones de $1 millón o $2 millones por analizar una pluma volcánica. Nosotros, ahora que sabemos cómo hacer estos aviones, los podríamos fabricar en el mediano plazo en versiones de unos $2.000”, dijo Díaz.
De hecho, Díaz espera realizar una visita al Turrialba en unas dos semanas.
Para el científico, “Costa Rica se podría convertir en un laboratorio de referencia mundial para la calibración de satélites que monitorean volcanes”.
Según explicó, en la actualidad “solo dos o tres grupos de científicos en todo el mundo están trabajando en este tema”.
Mientras, Henning Jensen, vicerrector de Investigación de la UCR, dijo que la decisión de invertir en este proyecto dará más independencia tecnológica al país y le permitirá utilizar estos aviones robóticos para la atención de emergencias, como, por ejemplo, para sobrevolar una zona tras un terremoto o inundación.