Así, categórica, casi temerariamente tituló la revista Time, en simultáneo, todas sus ediciones de Europa, Asia y el Pacífico Sur, un mes atrás. Una de las más prestigiosas publicaciones del orbe ofreció así su diagnóstico independientemente de lo que pueda ocurrir el próximo domingo 24, cuando se efectúe la 85 edición de los máximos premios del celuloide, los afamados Óscar.
Pocas, poquísimas veces Time ha realizado una apuesta semejante. Ocurre que, según las voces expertas y las no tanto, como las del público común, el británico nacionalizado irlandés, Daniel Day Lewis, es un actor de tal octanaje que posiblemente se convierta, décadas después, en uno de los que marquen para la posteridad toda una época.
Si en el 2011 algunos meses fueron de claustro casi total para él, dadas las exigencias del extraordinario protagónico en Lincoln que hoy lo tiene en la cúspide, los últimos meses no lo han sido menos. Solo que en estos se ha dedicado a asistir a premiaciones y a arrasar, en la mayoría, con una, y otra, y otra estatuilla.
A pesar de lo que pueda inferirse, no sería tan seguro que Daniel Day Lewis se alce el próximo domingo con el Óscar. Sucede que si consiguiera por Lincoln la que sería su tercera estatuilla a mejor actor, sería el primero en lograrlo en esta categoría. Hasta el momento solo hay un actor con tres galardones, y ese es Jack Nicholson, aunque en su caso son dos a mejor actor y uno a mejor actor de reparto, y se dice que la Academia tiene reservas en premiar a aquellos que ya han ganado el galardón.
De Daniel Day Lewis se ha visto casi todo por cuenta de la espectacularidad de sus interpretaciones, pero quizá por lo mismo, sus historias de vida, su filosofía ante el mundillo del showbiz y las particulares técnicas que utiliza para encarnar un personaje, han pasado a segundo plano.
Lo cierto es que tras este actor hay una madeja de hechos, una suerte de dominó que se remonta a varias generaciones atrás, que involucra a sus prestigiosos padres, a su talentosa esposa y hasta a su familia política.
Porque, aunque no es de conocimiento general, está casado con la hija del dramaturgo Arthur Miller, quien pasó a la historia no solo por la solidez de su obra, sino también por haber sido uno de los esposos, quizá el que más la amó y más la marcó, de la legendaria y trágica Marilyn Monroe.
Que Day Lewis sienta alguna afinidad por esta última historia, ciertamente está en duda. Él parece estar por encima del bien y el mal desde que se inició, siendo casi un adolescente, en un papel equis en la icónica Gandhi, para encarnar luego a un veinteañero gay en los 80: cuando el tema era un tabú en Hollywood, Daniel ya daba fuertes indicios de la fortaleza de su carácter e interpretó Mi hermosa lavandería , que fue una de las primeras en mostrar escenas de amor homosexual sin ningún pudor en la gran pantalla.
De la pura realeza actoral
Viéndolo en retrospectiva, es fácil entender por qué Day Lewis, de 55 años, no parece inmutarse con la fama galáxica que se ha granjeado en los últimos lustros. Es porque él mismo tuvo una infancia privilegiada por cuenta de sus reconocidos padres: el poeta Cecil Day-Lewis –considerado uno de los autores angloirlandeses más relevantes del siglo XX–, y de la segunda esposa de este, Jill Bacon, uien a su vez era hija del afamado productor cinematográfico Michael Balcon (por lo tanto abuelo de Daniel), uno de los creadores de los Estudios Ealing.
Lewis tiene una hermana mayor, llamada Lydia Tamasin Day-Lewis, que se dedica a la elaboración de documentales.
Con semejante influencia familiar, no es de extrañar que Daniel cursara una sólida formación académica en prestigiosas escuelas y universidades de Gran Bretaña, según reseñan las decenas de biografías suyas que hoy abundan en los medios más importantes.
Su primera aparición –sin créditos, por cierto– fue en 1971, cuando hizo un secundario en Domingo, maldito domingo.
Enfocado en el teatro, una de sus pasiones desbordadas, se dedicó a ello hasta que intervino en un secundario en Gandhi, en 1982. Varias películas no muy sonadas le sirvieron de tubo de ensayo y en 1989 hizo su debut mundial con Mi pie izquierdo , que lo catapultó y le confirió nada menos que su primer premio Óscar.
Si ya era huraño desde siempre, llegar a la cima lo volvió más cauteloso, y cada día parece serlo más, hasta la fecha. A mediados de los 80 se involucró sentimentalmente con la actriz francesa Isabelle Adjani, con quien tuvo a su primogénito en 1995, Gabriel Kane.
Un año después se casó con Rebecca Miller: hoy ellos integran una de las parejas más estables de la industria y son padres de Ronan (1998) y Cahsel (2002).
Otro aspecto que caracteriza al irlandés es su hoja de vida casi limpia de escándalos. En el 85, cuando nació su hijo mayor, hubo algunas notas de prensa que lo criticaron porque supuestamente abandonó a la madre durante todo el embarazo y no regresó sino hasta que había nacido el niño.
Cuando alguna vez se refirió a ese hecho, explicó que ese año había sido particularmente difícil para él, y que hasta había estado internado en una clínica debido al estrés que enfrentaba por diversas situaciones del momento.
De ahí en fuera, jamás se le ha visto involucrado en lío alguno de faldas, en dimes y diretes con otros actores, en pleitos de bares' si tiene su lado oscuro, lo tiene bien resguardado. Y, de alguna forma, esa discreción lo agiganta en un mundillo en el que la mayoría ha tenido que colocar al frente sus muñecas para decir: “soy culpable, señor Tabloide”.
Hacia la cúspide
De vuelta en el plano profesional, los 90 erigieron a Day Lewis en la figura espectacular que se terminó de catapultar en este arranque de siglo.
Eligió con pinzas los protagónicos que lo seducían y tuvo un tino extraordinario: fue así como lo vimos en En el nombre del padre , The Boxer , El último de los mohicanos y La edad de la inocencia , todas entre el 92 y el 93.
Por su interpretación en En el nombre del padre volvió a ser nominado al Óscar, pero Tom Hanks se alzó con la estatuilla por Filadelfia.
A principios de los años 90 volvió al teatro, pero luego decidió alejarse, incluso también de la pantalla grande, por agotamiento extremo. Regresó con Pandillas de Nueva York (2002), que le valió una nueva nominación al Óscar. Cinco años después, se alzaría con el Globo de Oro y con el Óscar a Mejor Actor por Pozos de ambición (2007).
Cerró la década con el musical Nine (2009) y de ahí se enrumbó a Lincoln, que se grabó en el 2011 después de que Steven Spielberg le rogara durante 7 años que aceptara el papel.
La inseguridad ante Lincoln
En la picota noticiosa en los últimos seis meses por su casi enajenante rol como el décimo-sexto presidente estadounidense, Abraham Lincoln, Daniel ha debido exponerse a decenas de entrevistas en todo el mundo, a pesar de que lo suyo es el bajo perfil.
Por supuesto, el eje central han sido sus trucos, estrategias o fórmulas personales para encarnar al legendario expresidente. Su persistente negativa para asumir el proyecto es una de las preguntas que más ha tenido que contestar.
A la revista Caras, de Chile, le habló largo y tendido en una reveladora entrevista, en la que insistió en que sus inseguridades lo abruman y, en el caso de Lincoln, estas se exacerbaron. Quizá porque su nombre fue de los primeros en sonar para el proyecto por el tema de su aspecto físico, pero la presión se acrecentó sobre él cuando su gran amigo, Liam Neeson,declinó a última hora.
“No estoy seguro si alguna vez sabré si interpretar a Lincoln fue una decisión correcta, pero me quedé sin excusas en un momento dado (risas). Me parecía inconcebible que yo fuera la persona que le iba a ayudar (a Spielberg) a hacer el proyecto. Tampoco quería ser el responsable de manchar la reputación del Presidente más grande que esta nación ha conocido. Creía muy difícil contar esa historia. Sentía que no era el adecuado para la misión”, dijo Day Lewis a Caras.
Eso sí, una vez que aceptó se dedicó en cuerpo y alma a estudiar, por más de un año, cada aspecto de la figura histórica, y mantuvo el acento del exmandatario más allá de terminado el rodaje.
Quizá su hermana Tamasin sea la que mejor interprete el sentir de Daniel... y sus impresionantes logros: “Lo pensó demasiado porque todo se vuelve más difícil. Los riesgos aumentan. Pero las recompensas llegan tras el sacrificio”.
Gane o no el Óscar el domingo, tras todo lo acontecido, es posible que Daniel Day Lewis ya no dude más de si encarnar a Lincoln fue una buena decisión.