Una nueva consola de videojuegos entró al mercado para sacudirlo. Se traa de la anunciada Ouya de Quirksville, disponible a $100.
Las viejas Xbox 360 y PlayStation 3 cuestan entre $200 y $270 y sus sucesoras, PlayStation 4 y Xbox One, costarán $400 y $500 cuando salgan esta temporada de festividades.
¿Acaso los aficionados a los juegos realmente necesitan la potencia pura y difícil de manejar de una computadora central colocada junto a la pantalla de su televisor?
Quizá por eso un equipo deshilvanado de diseñadores de juegos decidió crear la Ouya.
Inició la vida como un proyecto en Kickstarter, el sitio donde los inventores piden ayuda financiera al público para ayudarlos con sus proyectos preferidos a cambio de poco más que un sentido de la participación; jugadores ansiosos metieron más de $8.5 millones.
Los recompensaron con retrasos, errores, retrasos y frustración. Sin embargo, ahora, por fin, la Ouya (se pronuncia UH-yah) es un producto real, a la venta en tiendas reales, al menos donde no se agotó.
¿Qué viene en la caja? Lo que se obtiene por los $100 es un cubo de plástico negro, de unos 7.6 centímetros por lado, y un control inalámbrico estándar, tipo Xbox.
El tamaño es una virtud; se puede meter el cubo en el bolsillo del saco y dirigirse a la casa de un amigo o a la habitación de un hotel, algo imposible de hacer con una Xbox.
El cubo corre una versión de Android, el programa informático de Google para teléfonos. No es ninguna coincidencia: por dentro encontrará lo que tiene un teléfono o una tableta. Se conecta al televisor con un solo cable HDMI. Los paneles superiores del control saltan magnéticamente, de tal forma que se puede insertar una pila AA en cada brazo.
Cuando se enciende todo, las instrucciones en el televisor guían para establecer “la sincronía” del control con el cubo. Luego, se pide ayudarlo a entrar en la red wifi doméstica. Finalmente, se pasa por un prolongado proceso de actualización mientras la Ouya descarga los programas informáticos más recientes.
Juegos gratis. La principal atracción de la Ouya es que, desde su menú principal, se puede acceder a cientos de juegos, listos instantáneamente para descargarlos y jugar.
Probar cada juego es gratis. Algunos lo son para siempre. Otros son gratuitos durante una hora y luego hay que pagar (por lo general, de $5 a $20). Algunos permiten jugar sólo los primeros niveles y después hay que pagar.
¿Lo malo? No los confundirá con los Xbox o PlayStation. Muchos son terribles.
Algunos son adaptaciones de los juegos telefónicos. Otros tienen gráficos dentados y creados con mapas de bits, como los videojuegos de hace 20 años.
No obstante, los 200 juegos disponibles tienen su propio encanto. Son independientes. Son alternativos. Algunos son bobos y divertidísimos.
La compañía somete a la decisión de la colectividad los nuevos juegos, colocándolos en la categoría Sandbox, donde los aficionados a Ouya pueden probarlos y promover los mejores para el catálogo “real”.
También abundan las falsificaciones y refritos.
Esta caja es de código abierto y se puede piratear. Una sociedad no tan secreta de componedores ya escribió imitaciones – es decir, módulos que suplantan programas informáticos – que pueden convertir a la Ouya en un Nintendo DS, PlayStation 1, Game Boy Advance, Game Boy color, Genesis y otras viejas consolas.
Si se pueden encontrar juegos para ellas en Internet (pareciera que las difusas ramificaciones jurídicas no detienen a nadie), se pueden cargar a la Ouya con una unidad “flash” o una computadora, y jugar con ellos.
Otro problema es que pareciera que sólo hay una forma de examinar detalladamente el catálogo: desplazarse por las pantallas llenas de iconos de juegos. No hay descripciones, ni precios, ni calificaciones, ni lista maestra en orden alfabético.
Falta pulir. Desafortunadamente, la falta de refinamiento que se evidencia en el variopinto catálogo de juegos, también se extiende a la propia consola. En sus primeros días de pruebas públicas, la Ouya fue notoria por sus errores. Se detenía el sonido, la pantalla de ponía en negro, la consola perdía la sincronía con el control.
La versión minorista (la que se vendió en las tiendas) es mucho mejor, pero todavía con errores. Aún requiere recordar la sincronía con el control cada vez que se enciende, por ejemplo.
Otra oportunidad de mejora sería que tuviera aplicaciones para servicios como Netflix, Hulu, Amazon Instant Video y HBO Go, como la mayoría de los decodificadores actuales.
Así que es probable que Quirksville pase los meses siguientes corriendo por todas partes detrás de los errores, y que los creadores de juegos necesitan tiempo para fabular más ganadores poco convencionales.
Sin embargo, por ahora, los consumidores tienen a su disposición Ouya, una consola diferente, entretenida, portátil y de código abierto.