En Limoncito de Coto Brus se encuentra la Escuela Mrusara, un centro educativo en territorio indígena ngöbe donde hay curiosidad por aprender, un maestro, 17 alumnos y, hasta hace poco, computadoras.
Las máquinas no llegaron solas: vinieron acompañadas de paneles solares que dotaron por primera vez de electricidad a esta escuela unidocente, donde los alumnos cursan de segundo a quinto grado.
La emoción por conocer y tocar los dispositivos embargó a los niños, quienes en sus primeros acercamientos con la computadora aprendieron a encenderla, apagarla y hasta jugaron con ella, como contó Johanna Morales, quien cursa el cuarto grado en Mrusara.
La escolar es una de las beneficiadas por esta iniciativa del Programa Nacional de Informática Educativa del Ministerio de Educación (MEP) y la Fundación Omar Dengo (FOD), que otorgó una computadora portátil para cada alumno.
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"Hace algunos años nos dimos cuenta de que el modelo que habíamos tenido siempre, de que el MEP se encargara de acondicionar algunos centros educativos para que pudieran recibir las tecnologías, era un factor limitante. Llegamos a un acuerdo con ellos de que nosotros también colaboraríamos en estos temas", explicó Leda Muñoz, directora ejecutiva de la FOD.
Es así como se encargaron de ayudar a acondicionar aspectos como el sistema eléctrico de "cientos de escuelas que no tienen suficientes tomacorrientes o que la carga eléctrica no les da", dijo Muñoz.
Sin embargo, la historia en 21 centros educativos ubicados en territorio indígena era muy diferente, pues ni siquiera tenían acceso a electricidad, como es el caso de la Escuela Mrusara, donde hasta ahora se cocinaba con leña en el comedor escolar.
Así, tras conversaciones entre la FOD y el MEP, identificaron que los paneles solares serían una mejor opción. Con estos dispositivos abrieron la puerta al conocimiento para niños indígenas y, en este caso particular, para los alumnos de Alberto Bejarano, director y docente de la escuela.
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A este maestro, graduado de la Universidad Nacional en la carrera de Educación Rural, le emociona que sus estudiantes tengan acceso a computadoras, algo que él no experimentó hasta que entró al colegio.
"En el tiempo que yo estudiaba no existía ni electricidad en las casas, cuando llegué al colegio intenté aprender todo lo que podía", recordó.
Consciente de que sus pupilos necesitarán de un tiempo para adaptarse a esta nueva tecnología, augura que la novedad le ayudará a explicar mejor los contenidos en sus clases.
"No es lo mismo que yo les hable de un huracán, a que lo vean en YouTube u otro programa; para ellos será un aprendizaje más significativo y, para mí, la explicación sería más efectiva", dijo Bejarano.
La llegada de las computadoras ayudará también a brindar enseñanzas vinculadas a su cultura, la ngöbe.
De igual manera, las tareas para el profesor se facilitarán, pues antes, sin electricidad y sin Internet, debía descargar los materiales de toda una semana por adelantado, o sacar fotocopias cuando viajaba a La Casona, en San Vito de Coto Brus, Puntarenas, lugar donde reside su familia.
Ilusión por aprender
La dicha de tener una computadora que podrán llevar a sus casas se traslada a los padres de familia, como Antonio García, a quien le emociona que sus hijos Agustín y Gilbert aprendan cómo usar estos dispositivos. "(Quiero) que me enseñen, para que yo pueda aprender todo eso y a leer", dijo.
García también celebró que haya electricidad en este centro educativo, pues es el único lugar en la comunidad donde hay.
Feliciano Morales, otro padre de familia, confesó que no sabe de letras y nunca había oído hablar de Internet. "Cuando era chiquillo papá murió y no fuimos a la escuela", recordó Morales, quien confía en que, con la llegada de las computadoras, sus hijos tengan la oportunidad que él no tuvo: la de "aprender bien todo".