Nueva York, EE. UU.
Algo extraño sucede en las granjas del norte del estado de Nueva York. Las vacas se ordeñan solas.
Desesperadas por tener mano de obra confiable y alentadas por los precios al alza, las vaquerías en todo el estado se lanzan hacia un mundo feliz de cuidado de ubres: ordeñadoras robóticas, que alimentan y ordeñan a vaca tras vaca, sin tocarlas con manos humanas.
En los últimos años, han aparecido veintenas de máquinas por todo el cinturón lechero de Nueva York y en otros estados, con lo que se están cambiando muy antiguos patrones en la vida cotidiana de las granjas y revigorizando el atractivo de la agricultura en una generación más joven, conocedora de la tecnología, y adversa al estiércol.
"Estamos acostumbrados a las computadoras y cosas así, y está más acorde a eso", notó Mike Borden, de 29 años, un lechero de novena generación, que, al igual otros, modernizó su granja con robots cuando las salas de ordeña de la época de las discos – que utilizan los granjeros para ordeñar a muchas vacas a la vez – empezaron a mostrar su antigüedad.
Borden agregó: “Y, es muchísimo más divertido que hacer la labor manual”. También mejoró el panorama. “En la mayoría de las salas de ordeña, usted ve la parte trasera de la vaca, realmente solo ve eso”, notó Tom, el padre de Borden. “No veo que eso forje ninguna relación”.
Parece que también les gusta a las vacas.
Los robots permiten que las vacas establezcan sus propios horarios y hacen fila para la ordeña automatizada cinco o seis veces al día, con lo cual las sesiones antes del amanecer y ya entrada la tarde, alrededor de las cuales los lecheros construyeron su vida de tiempo atrás, se vuelven algo del pasado.
Con los transpondedores alrededor del pescuezo, las vacas reciben un servicio individualizado. Láseres les escanean y mapean el vientre, y una computadora registra mediante gráficos “la velocidad de ordeña” de cada animal, un factor crítico en el funcionamiento las 24 horas del día.
Los robots también monitorean la cantidad y la calidad de la leche que se produce, la frecuencia de las visitas a la máquina, cuánto ha comido cada vaca e, incluso, el número de pasos que ha dado cada vaca al día, lo cual puede indicar cuándo está en celo.
“Los animales solo pasan caminando”, señaló Jay Skellie, un lechero de Salem, Nueva York, después de ver la demostración. “Creo que tenemos que analizar a conciencia los robots”.
Muchos de quienes tiene granjitas dijeron que la opción de un ordeñador computarizado se reduce a una cuestión mayor: modernizar o solo rendirse.
“Ibamos a salirnos, íbamos a hacernos más grandes o íbamos a probar algo diferente”, comentó el mayor de los Borden, de 59 años, cuya familia ha trabajado un terreno a alrededor de 50 kilómetros al noreste de Albany, desde 1837. “Y esto es algo un poco diferente”.
Los Borden y otros granjeros dicen que una fuerza importante está reduciendo los costos por la mano de obra – seguro médico, alojamiento y comidas, horas extras y seguro por indemnización a los trabajadores _, en particular porque la reforma migratoria está estancada en Washington y es difícil conseguir ayuda confiable.
Además, las máquinas nunca se quejan por tener que levantarse temprano, trabajar hasta tarde, ni porque las pateen.
“Es difícil encontrar gente que lo haga bien y se presente a tiempo”, dijo Tim Kurtz, quien instaló cuatro ordeñadoras robóticas el año pasado en su granja en el condado de Berks, en Pensilvania. “Y no tienes que preocuparte por eso con un robot”.
Los Borden dicen que las máquinas les permiten hacer más de las cosas que les encantan: atender a los animales.
“Prefiero ser gerente de vacas”, comentó Tom Borden, “que de personas”.
Las máquinas son caras y cuestan hasta 250,000 dólares (sin las adaptaciones al establo) por unidad, que incluye un brazo mecánico, equipo para limpiar las tetillas, pantallas computarizadas, aparatos para ordeña y sensores para detectar la posición
de las tetillas. Introducidas primero en Europa en los 1990, apenas hace poco prendieron en Pensilvania, Wisconsin y Nueva York, el cual es líder en la producción de yogur griego y el tercer mayor productor de leche de Estados Unidos.
Kathy Barrett, una extensionista sénior adjunta en el Colegio de Agricultura y Ciencias de la Vida en la Universidad Cornell, dijo que el aumento reciente en los precios de la leche se debe a que los dueños de vaquerías están motivados a buscar formas nuevas de mejorar sus granjas, y la vida en ellas.
“Realmente se trata de la flexibilidad de no dejar de dormir porque a las tres de las mañana tienes que ordeñar”, comentó Barrett.
Barrett dijo que unas 30 vaquerías en Nueva York instalaron más de 100 robots ordeñadores. Dos fabricantes europeos, Lely y DeLaval, dijeron que han instalado cientos más en todo el país. California, el líder en la producción nacional de lácteos, curiosamente, se ha resistido, en parte porque se presentaron problemas en algunas granjas que adoptaron la tecnología en sus primeros años.
Tom Barcellos, el presidente del organismo Western United Dairymen, quien ordeña alrededor de 1,300 vacas en su vaquería en el condado de Tulare, en California, dijo que le intrigan los robots, pero le preocupa que sean demasiado lentos para mantener el paso de las necesidades de una manada grande.
“Simplemente, no ordeñan suficientes vacas para ser económicos”, dijo Barcellos. “Se podrían ordeñar 40 vacas por hora. Nosotros ordeñamos 80”.
Sin embargo, los lecheros dijeron que, en general, se incrementa la producción porque a la mayoría de las vacas les gusta que las ordeñen con mayor frecuencia. (Para permitir la lactancia, se mantiene a las vacas en un estado casi constante de fecundación.)
Los defensores del bienestar de los animales dan su cauteloso visto bueno a las máquinas. “Que no las ordeñen, las lastima”, notó Paul Shapiro, un vicepresidente de la Sociedad Humanitaria de Estados Unidos. Permitirles moverse más libremente es también una mejora respecto de métodos más antiguos que implicaban amarrarlas a soportes.
Los Borden instalaron, en noviembre, dos ordeñadoras y un impulsor robótico de alimentos tipo Roomba, en un establo nuevo para unas 100 de sus vacas, un proyecto de 1.2 millones de dólares en total. “Nos asustó un poco el dinero”, dijo Tom Borden. Sin embargo, agregó, espera que se paguen solas las máquinas en siete u ocho años con el ahorro de mano de obra y otras mejoras eficientes, como adaptar la cantidad de alimento al apetito de cada vaca.
Los Borden esperaban que bajara su producción mientras se acostumbraban las vacas a las máquinas. Sin embargo, aprendieron rápidamente.
“Solo hicieron clic”, dijo Susan Borden, la hija de 24 años de Tom Borden. “Llegamos un día y ya habían empezado a ordeñarse solas”. Como era de esperar, los Borden montaron guardia hace poco mientras las vacas hacían fila frente a los aparatos del tamaño de un armario; cada una permitió tranquilamente que la máquina le lavara y escaneara el vientre con láseres antes de colocarle los recipientes mecánicos para la leche.
Las vacas comieron todo el tiempo, luego se quitaron cuando terminó la máquina. Cerca, otro robot empujaba alimento hacia vacas que holgazaneaban en un corral y yacían en esteras de paja.
“Somos la cosa más perturbadora aquí adentro”, dijo Tom Borden.
Las máquinas han suavizado tanto a las vacas como gran parte de la rutina en la granja Borden; aunque los humanos han recibido la llamada ocasional de peligro por parte de sus ordeñadores mecanizados.
“Es una máquina, así es que se descompone”, señaló Mike Borden. “Pero la gente también se enferma”.
Todo ello ha hecho que los Borden consideren tener más robots y sueñen con los beneficios adicionales que podría traer una mejor automatización.
“No creo que vaya a dormir hasta muy tarde alguna vez”, señaló Tom Borden. “Pero si puedo hacer que sea una hora más tarde, sería grandioso”.