Uruguay
La robótica humanoide, cada vez más desarrollada tecnológicamente, se vislumbra como eficaz herramienta terapéutica y así lo demuestran ya simpáticos bípedos robotizados como NAO, galardonado dentro de un proyecto de rehabilitación por su capacidad para motivar a niños con problemas motrices.
Este robot forma parte de una herramienta terapéutica, en el marco del proyecto "Nao Therapist", para rehabilitación infantil con robots, impulsado por dos jóvenes investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), que ha sido premiado dentro del programa Yuzz, que dirige el Centro Internacional Santander Emprendimiento (CISE).
José Carlos González y José Carlos Pulido, responsables de "Nao Therapist", explicaron que el robot utilizado en este proyecto dispone de un sistema de inteligencia artificial que permite al humanoide interactuar de forma autónoma con un niño, para animarlo a hacer correctamente ejercicios de rehabilitación.
Este robot parlanchín, de poco más de medio metro de altura, y gran versatilidad de movimientos, está equipado con un sensor de imágenes 3D y, además de explicar al pequeño cómo trabajar para recuperar movilidad, le enseña de forma divertida cómo corregirse cuando no hace las cosas bien.
El humanoide anima al niño a estar atento si se despista, aunque habitualmente está muy pendiente a todo lo que le dice este robot, elegido para el proyecto, entre otros motivos, por el material de plástico tan duro con el que está fabricado, que no se rompe en caso de caídas, explicó González.
"La motivación que provoca el robot en los niños es una de las claves del éxito", añadió.
Con métodos convencionales este tipo de terapias suelen resultar tediosas no sólo al pequeño sino también al terapeuta, porque son muy largas.
El robot NAO es muy ingenioso, y cuando un niño logra algo lo recompensa con sorpresas, como por ejemplo bailes inesperados. Por ahora, se ha probado con pacientes del Hospital Virgen del Rocío (Sevilla).
La herramienta se implementa acompañada de la presencia del terapeuta, quen puede complementar sus tratamientos con los datos recogidos por el robot sobre cómo el paciente realiza los ejercicios.
La robótica de servicio, dirigida a convivir con el hombre, es una de las áreas tecnológicas de mayor proyección de crecimiento en países desarrollados. Se trata además de un área con gran proyección en términos económicos.
Todo apunta a que el valor de mercado de la tecnología robótica se cuadruplicará en cinco años, y pasará de los aproximadamente 22.000 millones de dólares de hoy en día a más de 88.000 millones.
La Universidad Carlos III de Madrid, de la que dependen los investigadores involucrados en el proyecto, es referente internacional en robótica.
Sus creaciones aspiran a prestar todo tipo de servicios sociales: como guías de museos, acompañantes en hoteles, asesores comerciales, etc.
Teo, por ejemplo, es uno de los primeros bípedos a escala humana en Europa y está siendo entrenado para manejarse como mozo llevando comida. Más allá del reto de caminar, algo complejo para un robot, este humanoide de 1,7 metros de altura y más de 60 sensores, cuenta con 28 motores o grados de libertad, y está aprendiendo a moverse con una bandeja sin que se le caiga nada.
Por su parte, MiniMaggie, un peluche robotizado, de 30 centímetros, que charla y expresa alegría, tristeza e incluso se sonroja, empezó a usarse con ancianos para fines terapéuticos en centros de día, como parte de un programa con la Fundación Alzheimer España.
Y en el marco del proyecto europeo Monarch, robots de tamaño humano, de 1,5 metros de altura, pasean por los pasillos de un hospital oncológico infantil, en Lisboa, para animar a los pequeños durante su estancia hospitalaria.
En pro de ayudar a los niños que son hospitalizados bajo diagnostico de cáncer, un robot llamado Casper interactúa con los niños del Hospital de Lisboa (foto) y los anima a su paso por el hospital.
Profesionales de la salud, ingenieros robóticos y académicos holandeses, italianos, alemanes y británicos, se unieron para crear otro robot que ayuda a los niños que tienen diabetes. Denominado Charlie, el robot ayuda a los niños a controlar sus niveles de glucosa, a saber qué comer y en qué cantidades. Es capaz de conocer los gustos de cada niño y así logra una relación más estrecha.