A mediados de 2004 Motorola, entonces el segundo mayor fabricante de celulares del mundo en ese momento (había perdido la primera posición a manos de Nokia en 1998), presentó el Razr v3, el antecesor del flamante Razr con pantalla plegable que presentó el pasado miércoles. A ese Razr v3 lo anunció como un teléfono más, uno de tantos que la compañía presentaba en el mercado, dentro de un evento donde había más novedades.
Esperaban vender unos 300 mil equipos; 800 mil como mucho. Pero el teléfono se transformó en su mayor éxito; 130 millones de unidades en cuatro años, el celular más vendido del mundo durante un par de años, y un enorme impulso para la compañía, que venía perdiendo mercado: sus ventas crecieron en 2004 un 57% y terminó el año segunda con el 15,4% del mercado mundial, según datos de Gartner.
Su participación mundial creció al 17,7% en 2005 y al 21,1% en 2006. Pero en 2007, el año en que salió a la venta el iPhone, cayó al 14,3%; en 2008 se quedó apenas con el 8,7% del mercado mundial de celulares, detrás de Nokia y Samsung; luego siguieron años oscuros hasta la venta a Google en 2011 y a Lenovo en 2014.
El teléfono que querían todos
Pero en 2004, hace 15 años, el Razr V3 era el teléfono de moda. No tenía prestaciones novedosas, pero sí un diseño único: en un mundo de teléfonos tipo barra, con la pantalla y el teclado abajo, el diseño favorito de Nokia, Motorola optó por recuperar la idea del StarTac (su éxito anterior, el primer celular con tapita, de 1996) al tiempo que implementaba algunas técnicas de fabricación nuevas.
El Motorola Razr original fue, en su momento, el teléfono más delgado del mundo: 14 mm de grosor, lo que lo hacía increíblemente compacto para la época. Motorola lo logró tomando el hardware de la familia v500 de teléfonos con tapa y cambiando el cuerpo plástico por uno de aluminio, una pantalla LCD color, y un teclado electroluminiscente que es, junto con la barbilla, uno de sus elementos distintivos.
El teclado es una placa metálica con recortes tipo esténcil, que le da flexibilidad, durabilidad y un grosor mínimo; el mover parte de la electrónica a la base del teléfono (la pera, donde también estaba el conector de carga) aleja la antena del rostro del usuario -porque en esa época los teléfonos se usaban, sobre todo, para hacer llamadas- y permite que el teléfono tuviera mejor recepción.
Varias de estas decisiones estuvieron a cargo de Jim Wicks y Paul Pierce, quienes más tarde diseñaron el primer Moto X y el Moto 360, y de Peter Pfanner (Wicks y Pfanner ahora se dedican a la docencia; Pierce sigue en Motorola).
Estuvo a punto de no salir
Según varios raccontos de la época, el teléfono estuvo a punto de no salir: en el sistema de diseño y producción de Motorola, que presentaba unos 50 dispositivos al año, para llevar un producto al mercado había que lograr la aprobación de múltiples departamentos dentro de la compañía, y por el precio $500 y el bajo objetivo de ventas, el Razr tenía pocas chances de llegar a buen puerto.
Pero internamente algunos jefes tomaron la decisión de apoyarlo, creyendo que podía ser un producto que, sin lograr grandes ventas, volviera a hacer de Motorola una compañía relevante en el mundo móvil. El equipo que diseñó el Razr v3 trabajó fuera de hora y escondió los costos de prototipado en gastos de otros departamentos con la autorización de éstos para lograr esas primeras versiones con las que lograron convencer al resto de la compañía que este equipo era atractivo y podía tener su lugar en el mercado.
El Razr sería acompañado por otro modelo, el Pebl, más redondeado, que estaba dirigido al público femenino: aunque efectivamente llegó al mercado en 2005, lo que terminó sucediendo fue que el éxito del Razr obligó a repensar esta estrategia, sobre todo luego de la versión del Razr v3 rosa con el aval de María Sharapova, por entonces al reina del tenis femenino, una versión en dorado con Dolce & Gabbana, y múltiples ediciones más.
Tanto para el Pebl como para el Razr hubo una decisión en el diseño: el teléfono se tenía que poder abrir con una sola mano, usando el pulgar (empujando la taoa, en el caso del Razr, y tirando hacia el usuario en el caso del Pebl, que tenía un resorte para abrir la tapa).
2004 fue un año con mucha experimentación en telefonía: la Palm Treo 650 con su teclado Qwerty, el Nokia N-Gage con sus mandos para juegos, el Sony Ericsson s700i con su pantalla rotatoria. Pero también fue el año en el que Motorola entendió que los teléfonos eran, cada vez más, accesorios de moda, y debían ser tratados como tal, dispositivos que al usarlos describían a sus dueños, y en los que el diseño atractivo debía primar.
El Motorola Razr v3 era sobrio, era de diseño avanzado, era compacto, tenía el aura de "moderno" que ninguno de sus competidores llegó a capturar. Con el éxito Motorola decidió masificarlo y evitó cambiarlo demasiado en las versiones sucesivas (como el Razr2 y el Maxx) con algo de lógica: se vendía muchísimo.
Pero la compañía no logró adelantarse a los cambios que se avecinaban: tanto del iPhone como por el surgimiento de S60, la plataforma con la que Nokia daba forma a sus smartphones; y las ventas del Razr se derrumbaron tan rápido como habían crecido. Motorola, como Nokia y como BlackBerry, no tenía una buena plataforma de software (el sistema operativo de sus teléfonos era muy limitado) y recién en agosto de 2009 presentó su primer smartphone con Android, el Motorola Cliq, o Dext, como se conoció en varios países.