Vamos a decirlo de una vez, a como se pueda: aunque es recomendable por su espectacular trabajo de producción, guion y dirección, Black Mirror es una serie muy fácil de despreciar.
En esta serie de Netflix, los instrumentos tecnológicos que usamos para comunicarnos y documentar nuestras vidas adquieren una luz más siniestra y se usan para lo peor.
En un episodio, un hombre tiene la posibilidad de grabar todo lo que ve y termina usándolo para justificar cada gota de celos que tiene con su esposa. En otro, una mujer está obsesionada con recibir aprobación en redes sociales y lleva esta sed hasta las últimas consecuencias, aislando de su vida a todas las personas que puedan evitar que la reciba.
La serie no es despreciable porque sus escritores sean malas personas, sino porque las historias se apegan demasiado a la realidad.
Muchos apostamos que con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, la serie House of Cards tenía los días contados. Finalmente fue un escándalo de Kevin Spacey el que dejó herida de muerte a House of Cards y no las actividades de Trump.
Empero, el presidente de los Estados Unidos de América y el país que dirigen están poniendo en riesgo el shock que nos puede causar otra serie de Netflix: Black Mirror.
"¿Podría alguien dentro de su débil y hambriento régimen informarle que yo también tengo un Botón Nuclear, pero que el mío es mucho más grande y más poderoso, y que el mío sí funciona?", escribió Trump dirigiéndose hacia Kim Jon Un, líder de Norcorea.
Sí, el presidente de los Estados Unidos usó Twitter para anunciar un ataque nuclear, un potencial genocidio y una invitación a la guerra.
Justo dos días antes de ese infame tuit un youtuber, Logan Paul, subió un video en Aokigahara, un bosque japonés conocido por ser el destino de suicidas. Allí enfocó un cadáver y, en medio de la sorpresa y la incomodidad de sus amigos, Paul preguntó: "¿Qué? ¿Nunca te has parado al lado de un tipo muerto?" y se rió.
El video tuvo millones de visitas antes de que la indignación del público hiciera que el mismo youtuber lo borrara.
Todo eso suena escalofriante porque no es una ficción, sino un reflejo vivo de los monstruos con los que en verdad vivimos.
Black Mirror es una serie despreciable porque en vez de sentirnos motivados a buscar una forma de no llegar hasta esos extremos, nos damos cuenta con facilidad que ya estamos ahí.
“El proceso de escritura de esta temporada inició en julio del 2016, justo durante las elecciones estadounidenses... y todo pintaba horrible”, explicó Charlie Brooker, creador de la serie, cuando presentó la cuarta temporada a la prensa, en Londres.
“Si estás viviendo en una distopia, es muy posiblemente que no quieras ver otra”, agregó el director.
La cuarta temporada de la serie, estrenada recientemente en Netflix, presenta escenarios fantasiosos y otros momentos de “esperanza”, pero no abandona sus momentos de cinismo y decepción sobre la especie humana. La realidad siempre logra superar la ficción.
Otra dimensión
Antes de producir Black Mirror, el guionista Charlie Brooker tuvo un programa de televisión en Channel 4, del Reino Unido, con una trama que mezclaba la ciencia ficción con la “realidad mediada”.
Se trataba de Dead Set (2008), una serie de cinco episodios en la que un grupo de personas escogidas a dedo para que se llevaran mal, era enviadas a una casa, como en Big Brother. El asunto se complicaba cuando un apocalipsis zombi golpeaba a la humanidad y estas personas debían trabajar juntas para sobrevivir.
El canal y el público la recibieron con brazos abiertos y pronto, Brooker se embarcó en un nuevo proyecto. Brooker se contactó con el creador de The Twilight Zone (La dimensión desconocida) y conversaron sobre el fondo del programa.
"Él (Rod Serling) creó ese programa porque estaba intentando hacer programas de televisión sobre racismo y McCartismo y todos sus guiones estaban siendo censurados. Serling se dio cuenta de que si disfrazaba todo de metáfora él podría escribir sobre lo que quisiera, usando aliens o lo que fuera como analogía", explicó Brooker a la revista Dazed.
¿Qué podría trastornar las mentes de una audiencia en esta época? ¿Cuál elemento estaba cambiando el mundo en tiempo real? La tecnología, por supuesto.
El primer guion que Brooker ideó para Black Mirror fue uno en el que las personas ganaban "méritos" (una moneda digital) matando gente en la guerra y de esa forma podían adquirir mejor vista, olfato, oído o capacidad de movilidad.
El guion bélico no encantó a la productora del programa Jay Hunt y después de conversar mucho, Brooker decidió presentar otra idea: The National Anthem.
“Creo que se le propuse (a Hunt) como un episodio de 24, en el que se siente un suspenso como si fuera a explotar una bomba, pero con una premisa ridícula. Ella se echó una carcajada y me dijo ‘¿tiene que ser un cerdo?’.”
El primer episodio de la primera temporada de Black Mirror se estrenó en diciembre del 2011 en la televisión de Inglaterra y de inmediato fue un hit.
La historia era un thriller, en el que una miembro de la realeza de Inglaterra fue secuestrada y que la única forma de que la liberen es que el primer ministro tenga sexo en televisión con un cerdo. Brooker lo definió como "una forma de ver hasta dónde llega nuestra sed de sensacionalismo".
Charlie Brooker tiene una obsesión con contar historias tan absurdas y exageradas que, en nuestro afán por darles sentido, las asumimos ocurriendo dentro de otra dimensión. Sin embargo, lo común es que ya estén pasando entre nosotros.
Cuatro años después de que se publicara el episodio del cerdo, varias fuentes anónimas indicaron que había fotografías de un alto político inglés teniendo sexo con un animal: nada menos que el primer ministro de Inglaterra, David Cameron, en un rito de iniciación de una sociedad secreta.
De inmediato todo el mundo recordó el episodio e increpó a Brooker por su guion. “Si hubiera sabido que algo así pasaba no me hubiera molestado en hacer un guion para televisión, ¡habría salido a la calle a gritarlo! Es la coincidencia más extraña”, comentó Brooker al diario The Guardian.
Por esta coincidencia, por los tuits de Trump, los youtubers de valores cuestionables y el hecho de que el celular es lo primero que vemos cada mañana es que Brooker dice que la tecnología es una droga.
Y por todo esto, Black Mirror se transformó en un sinónimo de los extremos a los que puede llegar nuestro uso de la tecnología: desde estar algo desesperados por saber si le gustamos a alguien en verdad, a encontrar una aplicación que nos diga cuándo y cómo va a terminar nuestra relación.
Esas ideas son tocadas en la cuarta temporada de Black Mirror, en la que hay espacio también para un drama bélico en el que nada es lo que parece (en el primer episodio, USS Callister) o la historia de un hombre y los objetos que tiene en su museo (Black Museum).
La crítica en general no ha sido favorable. El intento de Brooker de hacer menos densa la serie y de hacer más episodios para esta temporada ha generado detractores.
“Es una serie de episodios más diferentes de lo usual, con apenas dos capítulos que resaltan del resto y otros que son interesantes conceptualmente pero muy aburridos en la ejecución”, dijo Brian Lowry para CNN.
“La serie se concentra en la desolación, buscando el shock, algo que cansa más allá de sorprender”, escribió Jen Chaney para Vulture. “Es la segunda temporada que hace seis episodios con el apoyo de Netflix. viendo cómo redunda su material, podría beneficiarse de hacer menos”, agregó Chaney.