En pleno 2018, decir que los videojuegos son una forma de arte está justificado por una creciente selección de magníficos títulos que, de diversas formas, han revolucionado cómo se cuentan historias en la era digital.
Hace 13 años, sin embargo, eran pocos los juegos que podían desafiar el convencionalismo. Shadow of the Colossus fue uno, sin duda, y uno de los mejores.
Por ello, década y media más tarde el juego desarrollado de Team ICO regresa en un remake que nos permitirá revivir, ahora en gráficos mucho más potentes y estilizados, la misma historia que en el 2005 conmovió a miles de jugadores.
Shadow of the Colossus comienza como tantos otros videojuegos: un muchacho despierta con una misión clásica, rescatar a una princesa. Allí se acaban los estereotipos y las salidas fáciles.
En su vasto universo abierto, el juego presenta nada más que 13 enemigos –aunque ese término no les calza precisamente–: 13 gigantes de piedra que el héroe deberá escalar, rodear, montar y desafiar hasta encontrar su único punto débil.
Cada gigante –cada coloso– es distinto: algunos vuelan, otros se sumergen en el agua. Unos son rápidos, unos más fuertes. Ninguno es particularmente más fácil que otro, aunque sin duda la dificultad se incrementa cuando se pasa de un enemigo a otro.
La mayor diferencia entre Shadow of the Colossus y otros juegos, sin embargo, se manifiesta al vencer a cada enemigo: las largas batallas crean una relación íntima entre el jugador y el coloso; al verlo caer, como ver el final de una antigua civilización derrotada por la avaricia del progreso, es inevitable cuestionarse si su muerte valió la pena.