Es una víctima con las heridas abiertas. Invisibles, sí, pero tan profundas como solo las pueden sobrevivir los superhéroes.
Sus padres murieron en un accidente como los de Peter Parker. Experimentaron con su cuerpo como lo hicieron con el de Wolverine.
La raptaron y la violaron, como no lo habían hecho antes con nadie en las historietas de Marvel.
Su abusador la obligó a matar contra su voluntad. Su estrés postraumático la apartó de sus seres queridos. Cuando no hubo nadie más quien la protegiera de su abusador, tuvo que defenderse a sí misma y, con ella, a toda la ciudad de Nueva York.
La historia de origen de Jessica Jones no es una historia de amor: ni por la justicia, ni por los demás, ni siquiera por su propia vida.
Al contrario, esta es una historia de odio. Dé cómo el odio puede contaminar tantas cosas y volverlas oscuras, deformadas, irreconocibles. De cómo el odio puede retorcer la bondad hasta conseguir que se quiebre.
De cómo solo un ser humano como Jessica Jones podría sobrevivir tanto odio y convertirse en superheroína.
Un desastre de mujer
Netflix tardó año y tres meses en entregar una nueva temporada de Jessica Jones. El thriller fue la segunda serie en formar parte de su universo compartido de Marvel (la primera fue Daredevil , la tercera Luke Cage y la última Iron Fist que quebró la racha de suerte con el resto de personajes).
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La ausencia de Jessica Jones no fue una que los fans pasaron por alto ni un vacío que se consoló con su aparición en la miniserie The Defenders (en la que los cuatro protagonistas convergen).
Los nuevos episodios de Jessica Jones se podrán ver en línea a partir del jueves 8 de marzo, justo el Día Internacional de la Mujer.
Lejos de ser una coincidencia, la fecha es una celebración bien aprovechada. Es una serie creada, protagonizada y traspasada por la reivindicación femenina.
Con superfuerza y una limitada habilidad de vuelo, Jessica también es la sobreviviente de una larga tortura psicológica y sexual.
Es una víctima en el centro de la historia del abuso. No es una criatura desamparada sino un “desastre de mujer que bebe mucho y tiene mal temperamento”, como la describió una vez Luke Cage.
En la primera temporada, Jessica se refugiaba en un chiquero de oficina, amueblado solo con un escritorio y botellas de whisky.
No ahogaba las penas de su pasado sino que las esterilizaba en guaro.
Según se ve en los adelantos de la segunda, todavía hace lo mismo pero, también, asiste a un grupo de manejo de la ira en el que debe hablar sobre su estrés postraumático.
“Se me acercaron muchas mujeres, a veces llorando, a decirme cuán representadas se sentían, cuánto las ayudó a lidiar con sus propios traumas en sus vidas”, explicó la actriz protagonista Krysten Ritter en una entrevista con Bust, a finales del año pasado sobre la conexión del público con su interpretación.
“Fue muy personal para todas estas mujeres ver un personaje como este representado, tan fuerte como ella es. Creo que me afectó profundamente que Jessica Jones es más que un gran papel para mi actuación. Pensaba que era el primer personaje así que podíamos ver, especialmente en la forma de un superhéroe, especialmente con una actriz protagonista. El primer personaje que se ve así, que actúa así, que realmente le vale mierda cómo se ve”, explicó Ritter.
La creadora de la serie estima como un éxito importante que el público acogió la historia de supervivencia emocional de Jessica como una “narración creíble”. Aceptaron su viaje por la autodestrucción del alcoholismo y las complicadas relaciones con su mejor amiga Patricia “Trish” Walker (Rachael Taylor) y con su “jefa”, la abogada Jeri Hogarth (encarnada por Carrie-Anne Moss, famosa por otro papel de una mujer patea traseros, Trinity en la trilogía de Matrix).
“Este es un show sobre los personajes, que refleja en nuestra experiencia humana compartida. Es también un thriller psicológico con una protagonista que puede patear traseros cuando lo necesita. Siempre es importante para mí que nuestra narración sea creíble, que lleve a la audiencia en un viaje emocional, que incluso abra, ocasionalmente, un corazón o una mente. Estamos extremadamente orgullosos de haber contribuido a la conversación de estos temas”, detalló la creadora Melissa Rosenberg en las notas de producción de esta temporada.
La batalla y la guerra
Por un largo tiempo, Jessica Jones no fue su propia persona. Previo al comienzo de la primera temporada, ya había sobrevivido la serie de pérdidas e interrupciones que deformaron su personalidad por completo.
La más grave de ellas: una violación física, emocional, intelectual y espiritual.
Interpretado por David Tennant, el abusador de Jessica es Killgrave, un controlador mental malévolo.
Es una fuerza de absoluto hedonismo que busca saciar su placer sin considerar el dolor de los otros.
Su superpoder es doblegar la voluntad de quienes los rodean como consecuencia de una cualidad genética que adormece a las personas a su alrededor y las hace susceptibles a cualquier tipo de orden suya. Tiene licencia de sus víctimas para robar, violar y matar.
Es un supervillano que, ahora, parece aún más familiar en la repetición constante de denuncias de acoso sexual. El movimiento #MeToo que se ha encargado de desmantelar redes de manipulación entre figuras de poder del entretenimiento y víctimas que cedieron su integridad como si no tuvieran una segunda opción.
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Salvo algunos recuerdos sueltos que vienen a su cabeza en ataques de ansiedad, a la serie no le interesan la purulencia de las heridas de Jessica.
La suya es una historia sobre cómo sanar las cicatrices. Jessica Jones podrá batallar contra el crimen en las calles de Nueva York pero, sobre todo en esta segunda temporada, sobrelleva la guerra en su interior.
- Véala en Netflix. El jueves 8 de marzo.