La cantante costarricense Eva González Montero, de 29 años y con un seudónimo inolvidable, Canina, logra posicionarse en la música nacional con un fuerte resplandor. Cada una de sus canciones cuenta una historia exploratoria, en términos de la libertad, el romance y la sensualidad, con ritmos únicos que se unen a su voz dulce.
A tres años de haber comenzado su carrera, esta artista ya tiene seis sencillos que privilegian el pop latino y también juegan con la musicalidad del jazz y el reguetón.
Además, a pesar de que la cantautora considera que el éxito no se mide en números, no se puede ignorar que su pieza Cas con sal, la segunda lanzada por la artista, ya supera los 9 millones de reproducciones en Spotify.
Canina incluso ha colaborado con productores aclamados de la música latina contemporánea, como Eduardo Cabra, productor y el Visitante de la popular Calle 13.
¿De dónde viene Canina?
El nombre de Canina es particular porque cuando se habla de un canino siempre se refiere a la palabra en género masculino. En cambio, el proyecto musical busca reivindicar la palabra “perra” para subvertir su connotación negativa y encontrar poder en ella.
“Había una reivindicación que yo quería hacer, de un cierto miedo constante hacia el shaming (burla por la apariencia del cuerpo) y a ser considerada una perra. Eso era una categoría que nos asustaba mucho a mí, a mis compañeras y a mis amigas. Sin embargo, después, creciendo, se encuentra un cierto poder en la perrería”, expresó.
También se inspiró en una de sus películas favoritas para su seudónimo: Kynódontas. La cinta griega la marcó desde su juventud, ya que trata temas surrealistas de una familia que vive en su propia dictadura. Su traducción al español es Colmillo o Canino; por eso, ella se llama Canina, así, en femenino.
Esta mujer que irrumpe con fuerza en la música nacional creció en Escazú, rodeada de árboles de limón dulce junto a sus dos hermanos. Nació en Miami, Estados Unidos, y tiene ascendencia cubana costarricense.
Su pasión por el arte se remonta a su infancia, ya que su madre María Montero –periodista y escritora– solía llevar a sus hijos a sus recitales de poesía, les compraba libretas para escribir y los incentivaba a leer en la noche.
Antes de escribir, la palabra siempre encontró su camino en su vida. Su primer cuento lo hizo cuando era niña: se lo dictó a su mamá para que ella lo redactara y entre ambas lo ilustraron.
Desde pequeña disfrutaba cantar, tanto que ponía las piezas en fiestas familiares o creaba bandas en el colegio.
Sin embargo, la joven nunca se imaginó que desarrollaría un proyecto musical tan potente como el que tiene entre manos. A pesar de su gran interés por componer, nunca creyó que su música escaparía de un golpe de casualidad.
Del miedo a la fama
El punto de giro de Canina fue un día cualquiera del 2017, cuando se animó a cantar en vivo en una pizzería junto con Alejandro Pacheco –mejor conocido como Pana–, de la banda nacional Alphabetics. Entre el público estaba el cantante Felipe Pérez –de 424–, quien luego se convirtió en su primer productor musical.
Una vez finalizada la sesión en vivo y aprovechando que ya se conocían por amigos en común, Pérez se puso en contacto con Canina.
En aquel momento, la artista estaba estudiando producción audiovisual en la Universidad de Costa Rica y constantemente publicaba videos en sus redes sociales, en los cuales mezclaba elementos audiovisuales con su canto.
Gracias a eso, Pérez tomó uno de los fragmentos de las canciones que Canina compartía en línea y la convirtió en una maqueta musical.
A partir de ahí, ambos músicos comenzaron a reunirse varias veces a la semana para trabajar y dar vida a las primeras dos piezas de Canina: Resulta y Cas con sal, las cuales cuentan historias de autosuperación y amor propio, y llevaron a la artista a pensar la música como un espacio de exploración e imaginación.
Pero no todo estuvo lleno de colores y libre de obstáculos en el crecimiento musical de Canina, ya que la propia artista recuerda el miedo, la inseguridad y la incertidumbre que sintió cuando terminó su proceso creativo con Pérez, en medio de la pandemia del COVID-19.
Se lo creyó hasta que una de sus amigas se le acercó y le comentó que otro productor musical estaba interesado en su música, porque sus melodías le recordaban a los ritmos del argentino Gustavo Cerati.
Ante tal comparación, la artista respondió emocionada e intrigada, sin saber que se trataba de Eduardo Cabra. Apenas se enteró de quién era, lo rechazó. Pasó un tiempo, recapacitó y hoy el productor se ha convertido en su mentor.
“Me sentía muy inexperta para empezar de cero una relación con un productor, sobre todo porque quería que me entendiera. Y aunque estaba súper abierta a la posibilidad, cuando me mandó el nombre dije que no, por pánico, hasta que pensé que una simple conversación no haría daño y me animé”, contó.
A partir de entonces, la relación entre ambos fue creciendo de manera orgánica. Una vez que ya tenían consolidada una propuesta rítmica, una lista de música de referencia y una idea de acordes para trabajar una canción, la cantante viajó a Puerto Rico.
“Recopilé una playlist en donde había cosas que no necesariamente quería usar de referencia para mi proyecto, sino que era un mapeo de la memoria. Incluí a los artistas que habían marcado mis sonidos desde chiquita, porque se escuchaban en mi casa y que ahora, con la edad adulta, asumo las referencias o inspiraciones de otro lugar”, explicó la artista.
Inicialmente, el viaje sería para grabar voces y producir dos canciones; sin embargo, del proceso salieron tres piezas que exploran la sensualidad de la artista: Mañosa, Caimán y una cuyo nombre se reservan porque será lanzada junto con su álbum en proceso.
Cargar energías con la conexión del público
La variedad de sonidos con los que creció y todavía explora es la razón por la cual el proyecto musical de Canina busca conectar con audiencias internacionales. Eso sí, querer expandir su música a otros lugares no significa dejar de lado el cariño que siente por Costa Rica.
“Abrazo a la gente de Costa Rica, mi país, y al mismo tiempo me salgo un poco de la burbuja nacional porque si me quedo y solo pienso en mis referentes de la par, se puede reducir enormemente mi margen de creación. A veces uno también tiene que proponer cosas que no existen a su alrededor y para eso la única manera de hacerlo es volver a ver hacia afuera”, comentó la cantautora.
Una de las facetas más importantes de su carrera es conectar con el público, porque canaliza la energía de sus oyentes y alimenta su proyecto musical.
Esta conexión con la gente es un elemento que todos los músicos deberían manejar y priorizar, a su juicio, especialmente aquellos que quieren cultivar una comunidad de personas fieles a su propuesta.
Bajo este supuesto, Canina compara su oficio con enviar regalos o mensajes al vacío: le llegaran a quienes lo necesitan y otros los esquivan. Sin embargo, lo esencial es esa persona que sí lo recibió, le importó y la marcó de alguna manera. Para ella, eso no tiene precio.
“Al hacer música, lo que más me mueve va en dos vías: en primer lugar la conexión conmigo misma y en segundo lugar la conexión con otros, que es lo que me da un sentido de propósito y comunidad. (...) Lo que más me ha enriquecido de la experiencia artística es ese grado de cercanía que puedo lograr con las personas”, agregó.
Retos en la composición musical
Para Canina no existe una fórmula exacta para producir una pieza, a pesar de que sabe que otros artistas sí utilizan técnicas estandarizadas para hacer hits. Sin embargo, ella afronta el reto y trabaja en combinar líricas con ritmos que le permitan explorar completamente las posibilidades de su voz.
La cantante usa una analogía para hablar de la producción musical: la relaciona con el nacimiento de un bebé. Durante ese proceso, una mamá o papá primerizo aprende sobre la marcha con el primogénito, pero, cuando llega un segundo bebé con una personalidad completamente distinta, deben adaptarse a nuevos territorios. Esto lo lleva a la música: cuando hay que batallar por conseguir la letra o melodía de una canción porque no siempre sale de manera natural. Algunas composiciones pueden durar meses o incluso años.
“Las palabras también tienen musicalidad. Cuando estás intentando calzar una melodía con una palabra, a veces tenés que darle 300 vueltas o buscar una palabra que sí funcione porque no se está acoplando a la melodía”, reveló.
Por eso, lo más importante es tener claro los ritmos y sonidos que sean lo suficientemente pegajosos, para luego comenzar a jugar con la letra. Justamente, esta dinámica ha sido clave en la creación de cada tema.
“Cuando me siento a escribir una canción hago un esfuerzo voluntario por devolverme a una memoria o emoción para revivirla. Es un proceso catártico porque la música es un lenguaje universal. Vos podés no entender una sola palabra, pero si podes conectar con algo mucho más animalístico; el ritmo, las escalas de nota o la emoción hacia la que te dirigen”, agregó.
Luego viene su principal desafío: exponer el trabajo a la mirada pública.
“Batallo mucho con sentirme importante porque no siento que lo que estoy haciendo sea más importante en comparación con lo que cualquier otra persona hace en su día a día. Por eso, cuando estoy en esa mentalidad, no siento que lo mío merezca grabarse o registrarse como si fuera una persona pública”, aseveró.
A esto se le suma que, durante el lanzamiento de cada canción, Canina debe enfrentar el hecho de que a algunas personas les va a encantar y a otras quizá las decepcione.
Aun así, la cantautora considera que ha tenido un cambio enorme desde que lanzó su primera canción en el 2020, ya que ha superado satisfactoriamente la curva de aprendizaje a lo largo de su carrera. Ya no se siente tan tímida, tiene mayor seguridad en sí misma y también confía en que su música le capturará a sus oyentes.
“Cuando lanzo canciones me doy cuenta de que llevo mucho tiempo metida en mi propia cabeza y que no era tan grave la cosa. La antelación es lo que más asusta porque se planea tanto la estrategia, cómo será el lanzamiento y cuántas reproducciones va a tener. Pero después lo lanzas y nada es tan importante. Recibís mucho cariño y lo que importa es que se ve a la gente disfrutando”, agregó.
Su pensamiento actual justamente se refleja en un cambio de mayor confianza, como muestra la letra del sencillo Resulta:
Intento detener el autosabotaje,
Si darme por sentado es todo lo que suelo hacer,
La vida que yo tengo por delante,
Es más de lo que cualquiera me puede prometer.
Nuevo lanzamiento: Aypapá
El más reciente proyecto musical de Canina es Aypapá, una canción que retrata la decisión de abandonarse a uno mismo cuando existe un deseo por otra persona.
Esta fusión del pop con el jazz, producida por el costarricense Barzo, fue inspirada por las conexiones humanas y cómo las redes sociales han permitido que las personas se vean a sí mismas como un producto mercadeable, explica la cantautora.
“Solo buscamos una validación de la propia imagen narcisista, de uno mismo, en las demás personas. No buscamos una conexión o una conquista verdadera del erotismo, que, de alguna forma, necesita el abandono de uno mismo y dejar la perfección para que haya intimidad”, agregó.
Antes de Aypapá, Barzo y ella colaboraron y lanzaron Tornado. Ambos éxitos se suman al crecimiento de la artista, quien tiene más de 145.000 oyentes cada mes en las plataformas digitales.
La impronta de esta artista no termina aquí, ya que Canina continuará colaborando con artistas en el ámbito nacional e internacional, con la promesa de que su primer álbum será lanzado en el 2024.
“El proyecto que estoy manejando ahorita es el número uno en mi cabeza. Yo a Canina no la suelto ni aunque duerma, porque es algo de lo que no me quiero desconectar... Si eventualmente dejo de trabajar y me dedico totalmente a la música, igual buscaría la manera de mantenerme conectada con el mundo y otras realidades”, finalizó.