A estas alturas, las últimas sacudidas del annus horribilis de Hollywood siguen extinguiendo carreras prominentes y decapitando compañías artísticas y periodísticas.
Esta semana, dos directivos de Vice, empresa periodística rebelde por naturaleza, salieron de sus puestos por favorecer u obviar una cultura tóxica para las mujeres en su compañía. Por otro lado, el célebre Peter Martins, director del Ballet de Nueva York, se retiró tras enfrentar sus propias denuncias por acoso. La cosa apenas empieza.
Desde que sendos reportajes del New York Times y The New Yorker confirmaran con testigos y víctimas las décadas de amenazas, acosos y abusos perpetrados por el megaproductor Harvey Weinstein, otrora intocable, ningún hombre poderoso de Hollywood ha podido dormir tranquilo.
Figuras santificadas como Louis C.K. han perdido su prestigio en horas o días; abusadores impunes se han encontrado en un callejón sin salida al cual años de denuncias jamás pudieron llevarlos. Ya era hora.
“Hay mucha tela por cortar en este tema”, suele decir quien no quiere ni tocar la tela. Y sí, una acusación no implica una sentencia, ni una declaración basta para condenar. Pero negar los años de conductas abusivas o la cultura dañina y peligrosa para las mujeres de la cultura pop y las artes no solo sería necedad, sino frivolidad cómplice.
Estamos inundados de cultura pop estadounidense y sus productos han moldeado nuestra sensibilidad. Las noticias del año de las denuncias de mujeres se han esparcido en su dimensión más importante: esto no es un ajuste de cuentas ni una venganza; es una aceptación de la realidad que viven millones de mujeres en todo el mundo, excluidas, menospreciadas o directamente atacadas por querer desempeñarse como profesionales.
Hay cosas que cambiarán más lento que otras y algunas de estas sacudidas todavía no llegan a nuestras productoras de entretenimiento. Para algunos responsables de nuestra comunicación, aquí en Costa Rica, enfocar el trasero de una mujer, identificando también su rostro, sin permiso, no está mal, no daña, no ofende. ¡Es celebrar la belleza de la mujer! ¡Es puro vacilón!
Esto no es nuevo y se expande a todos los productos de arte y entretenimiento. Es más, atraviesa toda la historia del arte occidental –como bien expresan incontables pensadoras del feminismo, el movimiento que más profundamente transformó las artes en el siglo XX–.
En Hollywood, la cultura sexista y violenta de algunos cuantos hombres poderosos descarriló carreras de mujeres (Mira Sorvino, Rose McGowan), de eso no hay duda. Pero lo que también cabe preguntarse es de qué manera esta cultura centrada en los hombres, que imagina a los hombres como espectadores ideales de sus películas y series, ha excluido historias de mujeres, contadas por mujeres, protagonizadas por mujeres (en el sentido amplio). Si comprobamos ya que la industria cultural más influyente del mundo las silenció por décadas, ¿cabe duda todavía de las consecuencias?
The Last Jedi, Wonder Woman, The Beauty and the Beast: tres de las cintas más populares del año pasado fueron protagonizadas por mujeres (eso sí, casi todas dirigidas por hombres). Sumemos Doctor Who, Lady Bird, A Wrinkle in Time, todo lo que viene...
Si el 2017 fue el año de reconocimiento de una cultura destructiva, el 2018 será el año para que Hollywood piense en una nueva forma de contar. Con suerte, algo de esa industria dominante se filtre a nuestras industrias caseras. De todos modos, cabe destacar, Costa Rica es excepcional en el mundo del cine, pues rara vez la cinematografía de un país cuenta con tantísimas mujeres a la cabeza. Cosa rara y feliz: una esperanza en estas puertas de un nuevo año.