Donde guíe Amy Sherman-Palladino, yo la seguiré. Esta no es una afirmación melodramática inspirada en una canción de Carole King, es verificable.
En mi adolescencia me devoré Gilmore Girls (2000), en la universidad me puse triste cuando no renovaron Bunheads (2012) y, actualmente, estoy completamente enamorada de The Marvelous Mrs. Maisel (disponible en Amazon Video, así que si no pagan por el servicio ojalá tengan la suerte de tener, como yo, un amigo que paga y que es desprendido con sus cosas).
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Invierto tiempo en las series que ha creado Sherman-Palladino porque es una autora del tipo de televisión que más me gusta: siempre hay una mujer graciosa al frente, la cual tiene un talento extraordinario para recitar diálogos rápidos, inteligentes y graciosos.
Sus heroínas son mujeres que viven sus vidas con preocupación mínima sobre lo que los demás puedan decir de sobre sus circunstancias.
Son madres solteras y administradoras como Lorelai en Gilmore Girls; viudas que abren un estudio de ballet como Michelle en Bunheads; y divorciadas con talento para los monólogos de stand up comedy como Midge Maisel en The Marvelous Mrs. Maisel (papel que le consiguió un Globo de Oro a su protagonista Rachel Brosnahan).
Como fan, me gusta ver que los personajes que imagina Amy Sherman-Palladino cada vez son más complicados que los anteriores.
Conforme su maestría artística crece, sus heroínas se vuelven más nítidas, más vulnerables y más desafiantes.
Midge Maisel no solamente es una mujer adelantada a su época, en los años 1950. Es una comediante que se desprecia a sí misma para hacer reír a los otros y cuando finalmente llora por su caída a la desgracia social, es imposible no acompañarla en su fragilidad.
Sherman-Palladino me enseñó a preocuparme por quién escribe mis series: su visión de mundo es lo que da forma a la narración.
Otro de mis favoritos, Bryan Fuller, creó leyendas de la televisión como Dead Like Me (2003) y Pushing Daisies (2007). Hace unos años volvió a la televisión con Hannibal (2013) y ahora lidera series de fantasía como American Gods y Star Trek: Discovery.
No es sorpresa, su interés en la bodad humana siempre ha tenido texturas fantásticas.
De alguna forma, seguir sus carreras me preparó para entender el futuro de la televisión, en donde los canales invierten en atraer la originalidad de estos creadores. Las ideas originales son tanto más valiosas en esos momentos en el que todo es copia y repetición.
La tele de autor funciona igual que ver una película de Jean-Luc Godard esperando maravillosas revelaciones introspectivas, una cada más profunda que la anterior.
El sello personal del autor es la razón por la que seguimos fielmente a escritores como Haruki Murakami o Isabel Allende. Ni la literatura de Miguel de Cervantes ni el teatro de Samuel Beckett serían nada sin la consistencia artística de sus autores.
No hay mejor forma de consumir entretenimiento que deconstruyendo su origen y contextoNo hay mejor forma de consumir entretenimiento que deconstruyendo su origen y contexto..
Cuando le doy play a una serie, tengo la certeza de que sé qué estoy viendo porque sé a quién estoy leyendo.