Lo que prevaleció en el primero de los dos conciertos del costarricense Danilo Montero en el Teatro Melico Salazar fue mucho amor. La confianza de creer que nos sentimos amados, la esperanza de que podemos ser amados y la fe de amarnos mucho fueron los mensaje primordiales de las canciones que el artista interpretó en el espectáculo Mi viaje, en el cual hizo un repaso por su carrera musical, esa que ha dedicado de lleno a cantarle a Dios.
El público que se unió a Montero en voz y asistencia fue muy variado, pero en las butacas del recinto josefino destacó la presencia de un bebé de menos de un año que bailó todo lo que pudo al ritmo de la música. Con la imagen de este niño podríamos explicar los sentimientos de la noche.
Veía con interés y asombro lo que pasaba sobre el escenario: las luces, los colores, las pantallas, los músicos que alegres tocaban sus instrumentos. Sin entender lo que se cantaba, estaba encantado y bailaba al ritmo de las notas y aplaudía con sus papás. Esa, precisamente, fue la tónica entre la audiencia. El público hizo alabanzas, danzó, lloró de alegría y gritó fuertemente en respuesta al amor que sobrepasa todo entendimiento.
Acompañado por seis coristas, teclado, bajo, guitarra, batería y una sección de vientos con trombón, trompeta y saxofón, Danilo Montero, ganador del Latin Grammy con su música, disfrutó al máximo este reencuentro con la Costa Rica que lo vio nacer.
Se le notó la emoción de estar en el escenario del Melico Salazar y expresó que se sentía afortunado de abrir este espacio para la música cristiana, por usar recintos públicos y culturales para llevar su mensaje cargado de positivismo.
Danilo Montero cantó con pasión a Dios
En el escenario, las pantallas del fondo mostraban las letras de las canciones que interpretó Montero, tal vez con la intención de que nadie se perdiera ni una sola frase del mensaje de bendición que quería compartir.
La música viajó por varios géneros: hubo algo de sonidos del blues, también piezas más movidas, mucho pop y hasta algo de rock para calentar las almas. Las canciones de Montero están tan bien hechas que hasta quien no las conozca queda prendado por la riqueza artística y se deja encantar por la lírica.
El músico repasó grandes piezas que fueron coreadas por sus seguidores. Te alabaré mi buen Jesús, Cantaré de tu amor, Siempre contigo y Dulce refugio fueron los primeros temas que interpretó el artista, quien desde que subió al escenario no dejó de sonreír y de enviarle abrazos a la distancia a quienes fueron a verlo.
Durante toda la noche hubo momentos especiales, el ambiente siempre se mantuvo en alto, cargado de positivismo e incluso de anécdotas. Por ejemplo, el artista contó cómo a los nueve años se encontró con un camino que lo llevaría a ser uno de los exponentes más importantes de la música cristiana en Latinoamérica, y que también lo convirtió en pastor de una iglesia.
“Las promesas de Dios son fieles, cuando él dice que hará, hará. Cuando él promete, te cumplirá. Aquí no hay ninguna persona que sea una obra terminada, todos estamos en proceso; pero que lleguemos allá no depende tanto de nosotros, depende de ese que está con nosotros hasta el fin”, dijo momentos antes de llevar a la música el salmo 23 que reza: “El señor es mi pastor, nada me faltará”.
El repertorio siguió con El que lavó mis pies, Cristo heme aquí, A quién tengo yo (que cantó junto a su hija Victoria), Isaías 40, el éxito Poderoso y Damos honor a ti.
Para el cierre, después de muchas emociones que viajaron por medio de la música, el público en el Melico Salazar se puso de pie para bailar y con palmas alabar a Dios con Todo lo has cambiado y La casa de Dios.
Montero se despidió con unas sentidas palabras para quienes lo acompañaron esa noche. “Que el Señor te bendiga y te guarde. Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y que te dé paz, que tenga de ti misericordia, que bendiga tu salida y tu entrada hoy y siempre”.
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