“Nadie puede y nadie debe vivir sin amor”, sentenció Rodolfo, provocando que miles de gargantas en Parque Viva aprobaran al unísono la máxima de vida, la misma que hace 30 años propagó cantando por toda Latinoamérica. Este jueves 21 de setiembre, Fito Páez fue todo amor y rock and roll en su concierto en Costa Rica.
Fito, a sus 60 años, sigue teniendo en el alma a aquel joven y flaco soñador, el mismo que al tocar el piano en honor a su madre se empeñó en ser artista. En el escenario del Anfiteatro Coca-Cola, en su reencuentro con el público tico, el rosarino revivió al chico que a escondidas de su papá y en antros nocturnos dio sus primeros pasos en la música; y al rebelde que con emoción tocaba sus canciones huyendo de la policía.
De entrada, Páez salió a escena a tocar El amor después del amor y vaya que el tema sigue teniendo la misma fuerza de hace tres décadas: sigue potenciando corazones, sigue alargando sonrisas y continúa siendo fiel a Fito y a sus fans.
Acompañado de una maravillosa orquesta formada por bajo, guitarras, batería, teclados y una potente sección de vientos, Fito se entregó a los ticos en un concierto intenso y lleno de buenos recuerdos, pues el disco El amor después del amor fue el que lo encumbró en el olimpo del rock argentino, junto a Charly García y Luis Alberto Spinetta.
Sin discusiones, esa grabación lo hizo una estrella mundial, porque en la historia de nuestra música El amor después del amor es eso: historia del arte.
En homenaje a ese álbum es que Fito decidió emprender una gira y Costa Rica no podía faltar en la lista de visitas. La última vez que el rosarino tocó aquí fue en el 2019; en esa ocasión lo hizo junto a la Orquesta Filarmónica de Costa Rica y fascinó, sin duda; pero hacía falta rock... y eso fue lo que sobró esta noche, aunque sin dejar de lado esas baladas que también tiene El amor después del amor.
Fito Páez en un concierto muy cercano a sus fans
A Fito, muchos lo conocimos más de cerca gracias a la serie biografía que estrenó en Netflix, este 2023. Posiblemente, esa apertura a contarnos su historia de vida, llena de dolorosas y fuertes pérdidas familiares, nos hizo sentirlo esta noche como si fuera más cercano, como si público y artista tuvieran una relación íntima más allá de notas musicales y letras de canciones.
Eso hizo que cuando salió a escena, intenso como es, el público coreara a todo pulmón cada tema y lo acompañara de principio a fin en cada palabra que cantó.
El guion del concierto, dijo Fito, era interpretar el disco de esta gira en orden, así que sonaron Dos días en la vida, La Verónica (primer tema en el que se sentó al piano), Tráfico en Katmandú y, según dijo, una de sus obras favoritas de la vida: Pétalos de sal, que se la dedicó a Luis Alberto Spinetta, “el mejor músico de la historia”, según su criterio.
Después de Un vestido y un amor, Fito se levantó del piano y dijo: “¡Golazo, eh!”, haciendo referencia al éxito que fue la interpretación, porque el público la cantó con el corazón. Inmediatamente, la audiencia coreó “¡Oé oé oé oée, Fiiito, Fiiito!” y el cantautor, con mucho pudor, se sonrojó ante tal ovación.
Fito casi no dejó momento para respirar. Éxito tras éxito repasó El amor después del amor, pero cuando interactuó con el público fue divertido, gracioso y, por supuesto, cercano.
“Gracias, amores míos. Esto no es un trabajo, esto es algo muy especial, siento que la música está muy manoseada hoy, tiene algo del entretenimiento, yo entiendo todo eso, no soy un pelotudo; pero por el otro lado tiene lo sagrado”, expresó el músico.
“La música es parte del lenguaje sagrado de los seres humanos, hay que dedicarle tiempo, espacio y amor para acompañar el trámite de la vida y no que se transforme en un amor mercantil que solo ocupe vanidades huecas y nada más”, agregó el argentino, antes de tocar El muro de los lamentos.
Fito Páez, un concierto de éxitos y fans de todas las edades
Aunque la fiesta era para celebrar El amor después del amor, una cita con Fito Páez no podía dejar por fuera otros grandes éxitos suyos. En el cierre del concierto, canciones como Al lado del camino, 11 y 6, Circo Beat, Mariposa Technicolor y Dar es dar, también iban a ser protagonistas.
Otro detalle muy curioso de este regreso de Fito al Parque Viva, es que la audiencia estaba conformada por personas de todas las edades. Contemporáneos de Páez se entregaron con todo ante el show del argentino, pero también niños y niñas estaban extasiados de ver a su artista favorito en escena.
Ese gusto heredado por la música de Fito, de fijo, es un regalo que los padres, o posiblemente tíos o hermanos, le dieron a los más pequeños de la casa. ¡Qué emocionante fue ver a chiquillos cantar con todas sus ganas y brincar al ritmo de temas que se gestaron cuando ellos ni siquiera estaban en planes!.
Una vez más, en Costa Rica, Fito fue un grande. El rosarino tocó ante una multitud de más de 5.000 personas, una fanaticada que lució más que agradecida por tener de frente al titán del rock latino en una noche para recordar... una velada para atesorar por siempre uno de los discos más importantes de su carrera.
Y, para cerrar, como bien lo dice Rodolfo en A rodar mi vida: “Si un corazón triste pudo ver la luz, si hice más liviano el peso de tu cruz, nada más me importa en esta vida. ¡Chau, hasta mañana!”... Ojalá que ese mañana sea pronto.