El concierto de la noche del 24 de julio en el Centro de Eventos Pedregal se suponía que era de Grupo Frontera, pero lo cierto es que acabó siendo de la gente.
Apenas sonaron los primeros acordes del exitazo No se va, la voz del cantante Adelaydo Solís pasó a segundo plano. Gritos en éxtasis colmaron el recinto, donde aplausos y sonidos de acordeón compitieron toda la noche.
En su debut en suelo costarricense, el grupo nacido en Texas mostró un poderío especial. En medio del auge que vive el género de regional mexicano, Grupo Frontera es uno de sus mejores exponentes.
Entre su repertorio existen canciones poderosas como Bebé dame, una jugosa cumbia que exige bailar, y temas con aires rancheros como el hipnótico X100to, canción que no ha dejado de sonar en radios, casas y fiestas desde que salió hace tres meses con el espaldarazo de Bad Bunny, la megaestrella de la música latina que personalmente pidió colaborar con los tejanos.
La atención que está generando Grupo Frontera en el continente no es en vano. Sus músicos son talentosos y carismáticos; sonrientes hasta la médula en cada momento del recital.
En Costa Rica tuvieron un llenazo absoluto en Pedregal, con gente insaciable de su receta. Finalizaba una canción y no había silencio antes de que el siguiente tema arrancara: sus fans costarricenses, cabe destacar, hicieron la tarea de aprenderse cada estribillo al pie de la letra.
El espectáculo en Belén fue uno de esos estrenos con el que soñaría cualquier banda que aterrice en un nuevo país: gargantas desgalilladas y cuerpos sudados entre la multitud dan cuenta de la faena. Y si bien el concierto pecó de mal sonido y pobre iluminación, al público eso pareció no importarle: lo importante era estar ahí y ser parte de aquella criatura colectiva.
En fin: el concierto de Grupo Frontera fue una comprobación sobre cómo los ticos estamos enganchados a un género que sabe por momentos a corazones rotos y, por otros ratos, a fiesta pura. A tal encanto resulta difícil de resistirse.
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