Ataviado con una boina y lentes oscuros para cuidarse del sol y bien preparado con un botellón de Ensure para aguantar la jornada, así fue como encontramos a don Héctor Aguilar, de 68 años, mientras esperaba que diera inicio el tradicional Carnaval de San José. Este señor, vecino de Barrio Luján, nunca se ha perdido una edición de esta fiesta capitalina; dice que disfruta mucho de las bandas y las comparsas.
Que don Héctor tuviera en sus manos su batido de vitaminas solo nos confirmó las ganas que él tenía de mantenerse bien hidratado y con energía para aguantar las muchas horas de fiesta que el carnaval tenía preparado para los cientos y cientos de asistentes, que se dieron cita este miércoles 27 de diciembre, en las calles josefinas, para celebrar por todo lo alto las fiestas navideñas.
Curiosamente, los encargados de abrir esta fiesta de música, baile y alegría fueron unos personajes de fábulas infantiles, quienes al ritmo del reguetón hicieron a los presentes menear las caderas. Fue divertidísimo ver a la patita Daysi hacer los “pasos prohibidos” mientras Dónald no le ponía atención porque estaba entusiasmado aplaudiéndole a un Spider Man con tenis blancas y un collar de carnaval. Así hubo muchas escenas curiosas en este entretenido espectáculo que retomó su actividad después de una ausencia de tres años debido a la pandemia de la covid-19.
Justo al frente de donde estaba don Héctor, quien llegó solito al carnaval, pero pronto se hizo amigo de unos jóvenes que estaban a su lado, empezó el sabor verdadero del Carnaval de San José: la música.
Fue la Banda Rítmica de Limón la que puso el toque y es hay que decirlo: nada mejor para enfiestarse que ese inconfundible sabor caribeño que se hereda y se trae bien fuerte hasta el tuétano.
El vacilón siguió con más mascaradas que, también hay que destacar, han ido mutando a la actualidad y vuelto un poco geek con representaciones de personajes de la cultura pop como Harley Quinn y la muñeca Anabelle, pero eso sí, sin dejar de lado al tradicional diablo, a la bruja, al policía y a la giganta con los chingos cortos y las piernas peludas.
La alegría bailó al ritmo de las comparsas en el Carnaval de San José
Si hay algo que destacar en esta fiesta josefina es la preparación que tienen los artistas encargados del entretenimiento del público. Hay que ver la calidad que tienen los músicos que son parte de las diferentes bandas que se dan cita en este esperado evento: liras, redoblantes, platillos, bombos, timbales, trombones, trompetas... todos suman a que las interpretaciones musicales sean de primer nivel.
¿Y qué decir de los bailarines? Ellos tienen en sus piernas y caderas la responsabilidad de emocionar. No debe de ser nada fácil bailar durante más de dos kilómetros de recorrido con botas de tacón alto y penachos sobre la cabeza; eso sin perder ni un momento el ritmo o la sonrisa.
Ese esfuerzo que hacen los comparseros y los integrantes de las bandas es agradecido y reconocido por el público que se emociona cuando los ven pasar. Los piropos no se quedan en las gargantas y los aplausos no se guardan en las manos. La algarabía es la gran protagonista tanto desde la audiencia como desde la calle que se convirtió en una gran pasarela de color y baile.
Mientras pasaban aquellas agrupaciones, don Héctor seguía bien acomodadito en el espacio que se aseguró en primera fila cuando llegó a eso de las 11 de la mañana a las inmediaciones del Teatro Nacional.
En el desfile también disfrutó de buenos recuerdos cuando por la calle pasaron varios ejemplares de carros antiguos. Viejos vochos, grandes Chevrolet, descapotables al mejor estilo de los sesentas y hasta una carroza fúnebre hicieron las delicias de los fiebres de los automóviles.
Al caer la tarde la gozadera seguía. El baile no paraba y los gritos de “¡oa oa!” al ritmo de los tambores calentaban las emociones en un carnaval que descansó tres años, pero que regresó con un fuerzón envidiable.