Andrea Somma se hizo un nombre en la industria de la moda, no por recorrer pasarelas o aparecer en portadas de revistas, sino por llamar a un alto en el camino para exigir una transformación.
La gestora cultural uruguaya –quien sembró su corazón en Costa Rica– es idealista, sí, pero también es una mujer que sabe que el cambio inicia por emprender acciones y abstraer el pensamiento del cajón.
Fue así como, en agosto, Costa Rica recibió a grandes exponentes y empresarios de la moda mundial para establecer un hito: el día en que la cumbre de la industria fijó su mirada en este pequeño territorio centroamericano.
¿Cómo? Convirtiendo la etiqueta de “hecho en Costa Rica” en un sinónimo de sostenibilidad ambiental y justicia social, tomando en cuenta que la industria de la moda constituye la segunda más contaminante del planeta, solo después de la petrolera.
Ese último dato, de hecho, la dejó en shock años atrás y le generó una espinita que la llevó a investigar las iniciativas que se estaban gestando para reducir el impacto de la moda.
Así, Somma rebasó fronteras y se atrevió a importar el concepto del Fashion Summit, que hasta ahora se realizaba tan solo en las vanguardistas ciudades de Copenhague, Dinamarca, y Barcelona, España.
Entre los expositores de este foro estuvieron nombres como los de Carmen Busquets, directora de Net-a-Porter; Stefan Siegel, Director de Not Just A Label; y Karla Martínez, editora en jefe de Vogue México y América Latina.
Todos ellos formaban parte de una lista de contactos de networking que la uruguaya había acumulado durante años y que, tras enterarse de que su iniciativa constituía un proyecto independiente y sin fines de lucro, aceptaron gustosamente la invitación.
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El foro llegó a contar con la presencia de 240 personas por día y, al cierre, 4.400 espectadores seguían el evento en vivo a través de Facebook.
El Fashion Summit también atrajo la atención de las revistas Vogue y Marie Claire, que, entusiasmadas con la idea de la moda sostenible, dieron cobertura al foro.
“El objetivo fundamental que teníamos con el Summit era posicionar a Costa Rica como el foro de sostenibilidad en temas de moda más importante de Latinoamérica”, explica Somma. “Costa Rica, por la reputación que tiene en cuanto a sostenibilidad, nos parecía el país ideal”.
Tras haber sido jurado del Mercedes Benz Fashion Week San José durante tres años, Somma vio la necesidad de dar un acompañamiento a los emprendedores que intentaban abrirse un espacio en el mercado de la moda.
Hasta el día de hoy, algunos diseñadores aún la contactan para mostrarle sus nuevas colecciones y pedirle curaduría o para unir esfuerzos en presentaciones privadas.
Somma no está segura de si es un don con el que nació o si lo desarrolló con los años, pero ella sabe perfectamente cómo identificar el talento. Eso sí, advierte, la moda a diferencia de otras expresiones artísticas, requiere una propuesta comercial para ser exitosa.
“Mucha de la gente de la industria se comenzaba a frustrar porque no aparecían compradores, no aparecen puntos de venta, porque no aparecen los clientes”, asegura.
“Ya era necesario crear una instancia que fuera más allá de solamente mostrar una colección. El mercado ya está más maduro como para empezar a traer compradores de otros lados, para traer prensa internacional y para empezar a generar interés en Costa Rica”, prosigue.
Pero el verdadero interés de Somma en la moda nació a través de la búsqueda del empoderamiento femenino, dice. La osadía que la uruguaya exhibe no la deja mentir.
“La moda es una industria con un alto porcentaje de mujeres trabajadoras, emprendedoras, diseñadoras y artesanas. La moda es consumida mayoritariamente por mujeres y son también en su mayoría mujeres las creadores y consumidoras de las publicaciones sobre el tema”, explicó en su discurso inaugural del Fashion Summit.
“Sin embargo, la gran mayoría de los altos cargos de la industria son ocupados por hombres, y las condiciones de muchos de los obreros, en su mayoría obreras, están muy lejos de ser aceptables”, lamentó.
Impetuosa. Las pasiones de Somma residen en las artes, en la literatura y en las expresiones visuales de la cultura estética y urbana.
Trabajó durante tres años en la fundación de arte contemporáneo TEOR/ética, presidió su junta directiva y laboró de forma conjunta con prestigiosas organizaciones como la Fundación Getty, la Fundación Rockefeller y la Colección Cisneros.
Su interés por la cultura se remonta a la crianza humanística que recibió en Uruguay. De pequeña, iba al cine, al teatro y devoraba libros. Esas fascinaciones perduran hasta hoy.
“Hay gente que va al gimnasio, pero yo, si no leo, me siento mal”, dice.
A Somma le hubiese gustado ser escritora, pero el haberse consumido tan joven entre las líneas de Jorge Luis Borges la llevó a aceptar que jamás podría escribir con tal exquisitez.
De todos modos, Somma no es de esas personas a las que les gusta tener los reflectores encima. Ella cede el escenario a otros, pues está segura de que halla satisfacción personal en hacer que las cosas sucedan y en ayudar a que otros brillen. Por eso, optó por estudiar Gestión Cultural en la Universidad de Barcelona.
En medio de unas vacaciones a Costa Rica, conoció a quien hoy es su esposo, el arquitecto Marlo Trejos, creador del plan maestro de Avenida Escazú.
La química fue más állá de lo meramente romántico: Somma y Trejos comparten su amor por el arte y la cultura, en cualesquiera que sean sus expresiones. El loft en el que habitan es, de hecho, un crisol que agrupa pintura, diseño, paisajismo y, por supuesto, arquitectura.
Juntos crearon la Fundación Ciudad, una organización sin fines de lucro dedicada a mejorar la calidad de vida urbana en los países emergentes, y mediante la cual organizaron el Costa Rica Fashion Summit.
Pero más allá de un proyecto, los esfuerzos conjuntos dieron vida a algo mucho más grande: la oportunidad para que un país verde marque una diferencia en una industria consumista, acelerada y muchas veces tirana.
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