Al arquitecto Andrés Fernández, de 48 años, le llega este jueves el Premio Nacional de Gestión y Promoción Cultural, que se entrega por primera vez desde el decreto de la nueva ley de galardones nacionales en el 2014.
No es sorpresivo que este apasionado por la ciudad obtenga este galardón, ya que tiene más de 15 años de ayudar a que los costarricenses vean San José, la arquitectura y el patrimonio costarricense de otra forma. Él es reconocido por sus recorridos culturales a pie, en los cuales recupera la memoria histórica urbana y hace que los participantes noten detalles ocultos para el ojo inexperto; así, caminando y viendo se une al boom de renovación urbana que se vive en el país.
Antes de ver su conocimiento desplegado a viva voz y con histrionismo, Fernández investiga mucho para darle contenido y sentido a sus inquietudes y tesis sobre la ciudad. Además, eso lo despliega en artículos que se publican en el suplemento cultural Áncora, del diario La Nación, y en la revista Vivir y comer y, por supuesto, en libros.
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La mañana de este jueves, al anunciar el reconocimiento, el Ministerio de Cultura ofreció el siguiente considerando: "Por provocar una apropiación de los espacios no solo edilicia, sino como pretexto de la revitalización del patrimonio material e inmaterial y expresión de las identidades que conforman un país. Por generar procesos de sensibilización, mediación y conjunción de vivencias de lo plástico, lo espacial, lo urbano y lo histórico enriqueciendo la experiencia vital del patrimonio; por su trabajo multifacético en beneficio de la gestión y la promoción culturales, se declara Premio de Gestión y Promoción Cultural 2015 a Andrés Fernández Ramírez".
Muy ubicado y feliz, Fernández conversó de este premio y lo que ha sido su trabajo.
–¿Qué significa recibir este galardón después de intenso trabajo en el rescate de la memoria histórica urbana?
–Me siento muy conmovido pues uno no trabaja con estas miras. El reconocimiento de nuestra gente me parece muy estimulante para seguir con este trabajo. Yo lo que he hecho, además de investigar, es encauzar muchos esfuerzos dispersos para esto he contado con el apoyo y simpatía de mucha gente: de los Museo del Banco Central, el Museo Nacional, otras instituciones, la Municipalidad de San José, la prensa (el apoyo de Grupo Nación ha sido fundamental); además, el público se ha portado maravilloso, caminando a mi lado.
–Sé que no ha sido fácil; en este camino hubo muchos obstáculos...
–Comencé con esto a finales del siglo XX, inicios del siglo XXI; entonces, era bastante difícil. Hago ironía y bromeo sobre eso: en aquel momento, solo faltaba que llamaran al asilo Chapuí para que encerraran al loco que decía que había muchas cosas que ver en San José; lo peor es que contagiaba a otros locos (ríe). Sí fue bastante duro. Las condiciones se han ido ablandando por diversas razones, la más importante es la gente; hay una actitud muy esperanzadora de los jóvenes en especial, aunque hay muchas generaciones que han respondido. Lo de los jóvenes es importante porque ellos podrían realizar cambios.
"Hay un cambio de mentalidad; la gente está interesada en su ciudad, país, gente e historia y esto me mueve a seguir trabajando".
–¿Cómo surge el interés de "ese loco" por la ciudad?
–A los 14 años, caminando por la avenida de los Damas, me hice una pregunta: si aquí no hubo una guerra, ¿por qué la ciudad se destruyó? Ese fue el impulso inicial para encauzar muchas de mis inquietudes, ya que era una ciudad hermosa en las fotos antiguas; por qué dejó de serlo. Para responder, quedaban muchos rastros y restos, mucha gente que los recordaba y amaba. Mi tarea fue sacar esa información de archivos, recuerdos y traerlos al día de hoy. Llegó el momento, entre los 25 y 30 años en que estaba listo para acometer la tarea de dar la respuesta a esa pregunta y compartirla con los demás.
–¿Cuál fue la respuesta?
–A San José la arrasó la posguerra civil; lo que vino después de 1948, tanto en lo material como en su tejido social, que es lo más triste. Cuando se sacó al josefino de San José se destruyó el tejido social; en los años 70, ya era irrecuperable. Se fueron derribando una a una las piezas que amarraban el tejido urbano, que eran también hitos de la memoria.
–¿Qué viene ahora para usted?
–Espero, a mediados de año, publicar el segundo tomo de Crónicas sobre arquitectura histórica josefina. Estoy preparando nuevos recorridos por la ciudad y voy a seguir participando con las Revistas de Grupo Nación en el Art City Tour. Estoy empezando un libro nuevo de historia de la arquitectura y otro acerca de la historia del Teatro Raventós, que va muy avanzado y es apasionante. Además, estoy ilusionado dando clases en la Universidad Véritas.