Mediados de los años ochenta. Con su uniforme de colegial, un adolescente rondaba por el Centro de Cine en busca de Carlos Matías Sáenz y Juan Bautista Castro, fotógrafo de cine el primero y productor audiovisual el segundo, a quienes asediaba a preguntas en torno al fenómeno que lo había cautivado desde que disfrutó en pantalla grande Odisea 2001 (Stanley Kubrick, 1968).
Solitario, convertido en el último espectador en la sala oscura, el chiquillo de diez años abandonó la butaca fascinado con Odisea 2001, seguro de que el séptimo arte sería su patín, su modo de vida, el motor de sus sueños. Por eso, además de las visitas consuetudinarias al Centro de Cine, desde la infancia Andrés Heidenreich Brenes es cliente fijo del cine Magaly. Muchas veces rogaba a don Luis Carcheri que le obsequiara afiches de las películas que acrecentaban su colección. Más adelante, esa fiebre incurable lo enroló en el equipo de filmación del recordado Miguel Salguero durante el rodaje de Los secretos de Isolina (1986), y gracias a la complicidad de Sergio Miranda, un destacado productor nacional, Andrés estuvo muy cerca en filmaciones tan relevantes como 1492 Conquista del Paraíso (1999), del director británico Ridley Scott.
Con tres largometrajes en su filmografía (Password: Una mirada en la oscuridad (2002), La Región Perdida (2015) y La Raíz del Mal: Los pecados también se heredan (2024), Heidenreich también ostenta una vasta experiencia documentalista. Teatro Nacional, un siglo para soñar (1997), Los Tinoco (1997) y Al borde del Abismo (1999) son títulos emblemáticos de documentales con la rúbrica de quien, además, dirigió el Centro Gandhi de Comunicación de la Universidad para La Paz.
El 31 de octubre se apresta a estrenar La Raíz del Mal: Los pecados también se heredan con el respaldo de la distribuidora Romaly, de don Luis y Anabel Carcheri. Esta nueva aventura del director costarricense, inspirada en una conocida leyenda que el espectador tendrá que dilucidar ante la pantalla, nos motivó a compartir un café vespertino con copiosa lluvia, atisbos de nostalgia, vivencias en común y el recuento de un palmarés que Heidenreich pone al servicio de la juventud en la Escuela de Cine de la Universidad Véritas, donde ejerce la docencia. “Me encanta enseñar, palpar la vocación incipiente de estudiantes que te obligan a preparar cada lección con la minuciosidad de un guion o un plan de rodaje. Porque si uno enseña, aprende”.
--A propósito de guion y plan de rodaje, ¿cómo se escribe una película?
--Hay que diferenciar dos cosas. Una cosa es la historia y otra es el guion. De pronto alguien con una buena historia entre manos, la malogra al convertirla en película, porque falla en el guion. Mas, también ocurre que de una ‘mala historia’ se puede elaborar un guion consistente y crear un buen filme. El guion da la estructura y de ahí surge la propuesta de los personajes. Conforme se implementa la preproducción y se eligen las locaciones, el esquema va adquiriendo identidad y la cohesión de los elementos del lenguaje audiovisual, en función de la puesta en pantalla.
--A estas alturas de tu experiencia cinematográfica, ¿has podido desarrollar una narrativa propia?
--Uno siempre busca un estilo, su impronta, pero hay que ser suficientemente abierto para entender cuál es el terreno que pisa. En mis tres largometrajes resaltan rasgos que identifican mi quehacer, aunque el tratamiento, la temática y el universo de cada producción son diferentes. Password, el largometraje que codirigí con Ingo Niehaus, es un thriller de corte social. La región perdida indaga en el drama histórico y la leyenda del doctor Moreno Cañas. La Raíz del Mal es un thriller de terror sicológico.
“Digamos que intento innovar en el ámbito de las convenciones del género. Ahora bien, el terror es un género muy popular; bien planteado, garantiza un éxito comercial. No obstante, por eso mismo está plagado de clisés y estereotipos. En este proyecto intento algo novedoso, sin estereotipos, dentro de un marco del que no me puedo salir”.
--¿Cuál fue la primera idea de la película?
--Con base en la leyenda que inspira esta historia, como digo líneas atrás, he querido profundizar en esas zonas misteriosas y oscuras del ser humano, en la historia familiar o de un grupo de personas; esas sensaciones subyacentes de las que no se habla, pero de cualquier modo se intuyen”, explica.
Textualmente, la sinopsis del largometraje dice: “La Raíz del Mal cuenta la historia de un matrimonio joven que debe enfrentar una serie de fenómenos paranormales, relacionados con los secretos familiares de la pareja. En Costa Rica se han realizado pocos largometrajes de suspenso, siendo esta la primera película de suspenso psicológico, en el marco del relato fantástico, un género muy apreciado por el público debido a que mezcla elementos del suspenso y el drama psicológico, donde el foco principal está en la tensión mental y emocional de los personajes…”
--¿El argumento plantea una vivencia universal?
--Por supuesto. Pero también sugiere pensar en cuáles son los traumas que sufren sociedades como la nuestra. El silencio, el “aquí todo está bien, aquí no pasa nada”. Somos ‘Esencial Costa Rica’ y, sin embargo, hay dramas palpitantes en círculos pequeños y en muchísimos hogares. Agresión, traición, desconfianza, la cruda condición humana, los sepulcros blanqueados que con solo una raspadita se despintan y revelan la inmundicia que les consume. En ese contexto, los costarricenses no estamos fuera del conflicto, de la traición, de la venganza.
--Sin embargo, no es una película localista.
--No se dice dónde sucede. Es una trama urbana. El desarrollo de la historia plantea condiciones ambientales, de modo que lo que el espectador percibe desde su butaca es que está en un lugar cercano. A pesar de su visión fantástica, percibe una experiencia ligada a su diario vivir. Que lo que observa le puede ocurrir a él o alguien que conoce.
--Aunque se trata de una experiencia paranormal…
--Decía Román Polanski que la mejor manera de crear una película fantástica es hacerla realista, lo que permite comprender que ese universo en la pantalla nos pertenece.
--¿Cómo conformaste el casting?
--Marco A. Calderón, Noelia Campos, Freddy Víquez, Camila Molina, Melvin Jiménez y Milena Picado interpretan los papeles principales. Carlos Alvarado Andrés y Rodrigo Durán, figuras muy conocidas en cine, televisión y teatro, desempeñan roles menores. En el papel protagónico designé a Marco Calderón Bejarano, por recomendación de Álvaro Marenco (qdDg). Hablé con él, a quien conocía por un proyecto anterior y el muchacho, hijo de don Rafael Ángel Calderón y doña Gloria Bejarano, dio la talla en el casting y durante el rodaje cumplió plenamente con mi expectativa.
--¿Podríamos decir que ya hemos conquistado un público nuestro?
--Creo que un problema del cine costarricense es que no se piensa en el público como parte de la ecuación, a la hora de hacer una película. No es hacer una concesión; es pensar en el público. El cine se crea para compartir; es un acto de generosidad, de modo que hacer una película solo para uno mismo, es puro egoísmo.
--¿Te referís al llamado cine de autor?
--Hace unos días conversaba con un destacado escritor e intelectual costarricense y en su opinión, el cine de autor, en nuestro medio, se ha encargado de fumigar al público. No digo su nombre, pues no estoy autorizado a darlo a conocer. Mas, independientemente de si se está o no de acuerdo con esa opinión, da para pensar.
--Hablemos del estreno y las salas.
--Romaly es la distribuidora. Con el liderazgo de don Luis Carcheri, a quien debemos agradecer que salvó al cine Magaly, junto con su hija Anabel, Romaly es la distribuidora con más trayectoria, una empresa audiovisual y cinematográfica que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, tras la desaparición de las salas de cine tradicionales (Palace, Rex, Metropolitan). Primero estrenamos en Costa Rica. Después haremos un recorrido por festivales internacionales. Es una forma de demostrar que primero nos interesa nuestro público.
--Con más de tres décadas en estas lides, ¿cuánto sentís que has avanzado en la práctica cinematográfica?
--El cine es un oficio en el que se reflexiona constantemente sobre este quehacer; es decir, a diferencia de otros oficios que se aprenden de memoria o mecánicamente, cada día, en cada filmación, el cineasta despliega sus habilidades conocidas, pero en lo fundamental, sigue aprendiendo, independientemente de si se trata de un director bisoño o de un viejo zorro. En esa tesitura, yo puedo afirmar que cada vez, en el plató dirigiendo, en el teclado plasmando un guion, o en la academia impartiendo lecciones, descubro cosas nuevas y aprendo siempre, interminablemente, lo mismo que las personas que me han acompañado en esta odisea, porque hacer cine en Costa Rica es una odisea. Me refiero a mi hermano Karl, a Martín Carmona, un estudiante de especialización de la Véritas, quien coproduce la película, a Marvin Murillo, a Viviana Molina y en general a todo el equipo de producción.
“Vale decir también que guardo una imperecedera gratitud a mis maestros, como Carlos Freer, Ingo Niehaus, Carlos Matías Sáenz y Juan Bautista Castro, figuras emblemáticas del Centro de Cine. Me abrieron las puertas y me siguen teniendo paciencia. Igualmente, en mis recuerdos pervive la estela de Víctor Vega, director de fotografía consagrado que me dio oportunidad como editor de varios de sus trabajos cuando yo no era más que un carajillo inquieto y necio”,
--Vueltas de la vida, ahora podrás colocar el afiche de “La Raíz del Mal” en las vitrinas de Romaly, con el gran apoyo de don Luis Carcheri…
--¡Es cierto! A propósito, un día de estos visitaré a don Luis, pilot en mano, para pedirle que estampe su autógrafo en el afiche de mi película, porque la gratitud y la cortesía también se heredan.