“Nunca había sido tan feliz en mi vida como cuando entré a la secta”, expresó Pablo Undurraga, uno de los exintegrantes de la secta chilena liderada por ‘Antares de la Luz’, un retorcido personaje que les involucró en un crimen atroz: la quema de un recién nacido. Esta historia, que estremeció a Chile y al mundo, se narra en el nuevo documental de Netflix Antares de la Luz: el fin del mundo.
Además de los testimonios de los exdiscípulos, el documental incluye las versiones de los oficiales, investigadores y periodistas involucrados en este caso ocurrido en el 2012. En aquel entonces, los integrantes del grupo creían que el fin del mundo era inminente y que, para evitarlo, debían seguir a su líder y sacrificar al bebé que consideraban como el “anticristo”.
Durante años, los siete integrantes del grupo, entre ellos Pablo Undurraga, estuvieron sometidos al dominio de Ramón Gustavo Castillo Gaete, quien prefería ser llamado Antares de la Luz y se autoproclamaba la reencarnación de Dios.
Antes de convertirse en el líder de la secta, Antares llevaba una viva tranquila en Santiago de Chile. Estudió música y formó parte del conjunto Amaru, donde tocaba instrumentos como el clarinete y varios tipos de flautas. Fue durante una de sus giras musicales y a través de grupos de meditación que comenzó a atraer seguidores.
Finalmente, formó un grupo y se instaló en Colliguay, en la región de Valparaíso. Los integrantes no solo lo veneraban, sino que también seguían sus órdenes sin falta. Tanto así, que estaban dispuestos a realizar sacrificios para evitar el “fin del mundo”, que según Antares ocurriría el 21 de diciembre de 2012.
El adoctrinamiento se volvió cada vez más intenso, debido a que les impuso severas reglas de conducta. Antares determinaba cuándo podían comer y dormir, e incluso los aisló por completo de sus familias. Además, recurría a la violencia física, golpeándolos con palos, y cometía agresiones sexuales contra las mujeres del grupo.
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El crimen del bebé quemado en la secta
Luego de que una de las integrantes quedara embarazada, el líder de la secta la aisló en una cabaña en Los Andes. Estaba convencido de que el niño podría nacer como el “anticristo”, por lo que lo consideraba una amenaza para la humanidad.
El bebé, llamado Jesús, nació prematuramente. Esta fue razón suficiente para que Antares persuadiera al grupo de que se trataba de la encarnación de un ser maligno. Tan solo dos días después de su nacimiento, ordenó que cavaran un hoyo para quemarlo vivo.
No todos los seguidores presenciaron el asesinato, aunque algunos escucharon los gritos y el llanto del bebé. Después del crimen, la secta quedó más fortalecida que nunca, porque creían que habían avanzado en su propósito de salvar al mundo.
Sin embargo, cuando llegó el 21 de diciembre y la vida continuó con su ritmo usual, los seguidores comenzaron a perder la fe en su líder. Poco a poco, uno a uno, empezaron a escapar.
Fue hasta 2013, tras recibir una denuncia anónima sobre los acontecimientos, que la policía chilena inició su investigación. Antares de la Luz huyó a Perú, convirtiéndose en el fugitivo más buscado en Chile. Allí fue encontrado sin vida, en la ciudad de Cusco.