Las paredes de su apartamento están cubiertas por carteles de colores. De un lado, pancartas que conmemoran festivales de cine cubano y francés del pasado y por otro, filmes de culto que marcaron los sesenta como La naranja mecánica y Besos robados.
Entre estas paredes, pasa su tiempo libre la directora de cine costarricense Antonella Sudasassi, aunque últimamente, se ha vuelto relativamente poco.
“Yo me encontré con el cine un poco tarde, pero cuando lo encontré, me pegó muy duro”, dice entre risas.
Hace un poco más de 10 años, Antonella estaba segura de que su vocación se encontraba en la publicidad. Estudiante de Ciencias de la Comunicación Colectiva en la Universidad de Costa Rica (UCR), soñaba con crear slogans y diseños ingeniosos.
No fue sino hasta que presentó uno de sus cortos hechos en clases que experimentó un sentimiento embriagante: el tener una conexión con un público al narrar una historia.
Actualmente, a sus 33 años dirigió su primer largometraje, El despertar de las hormigas. La película es parte de un proyecto transmedia del mismo nombre que a partir de productos audiovisuales busca retratar la sexualidad femenina en diferentes etapas de la vida.
Muy orgullosa, cuenta que la cinta ha logrado visitar las salas de los cines internacionales. De hecho, este filme la llevó a competir en uno de los festivales más prestigiosos, la edición 69 del Berlinale por el premio a mejor ópera prima (GWFF Best First Feature Award) y el gane del premio al mejor largometraje nacional en la sétima edición del Costa Rica Festival Internacional de Cine (CRFIC). Cosa que para ella, fue una sorpresa muy grata.
Para que los públicos de Panamá, España, Costa Rica entre otros, pudieran disfrutar de El despertar de las hormigas, el esfuerzo se tuvo que mantener de forma ardua y constante alrededor de cinco años.
“Hacer cine acá es difícil y requiere demasiado esfuerzo. No hay ley de cine y tampoco los fondos suficientes. Por suerte nos ganamos El Fauno (un fondo de ¢250 millones del Centro de Cine para el financiamiento de proyectos audiovisuales) y con eso pudimos grabar. Fue un proyecto que hicimos con muy poca plata pero muchas ganas”, comenta aliviada.
Sudasassi explica que lo peor ha pasado y ahora solo se concentra en el estreno de la cinta en las salas comerciales del país. Se prepara una vez más para presentar la historia de Isabel (Daniela Valenciano, La región perdida), una madre de dos niñas a quien su esposo (Leynar Gómez, Presos) y su familia están presionando para tener un tercero.
Pareciera no tener interés en que la película se convierta en un sermón de una hora y media acerca de lo que está bien o mal en los hogares. Al contrario, aspira que los asistentes disfruten del viaje que emprende el personaje principal, Isabel, mientras desenmaraña, poco a poco, que es lo que quiere.
No obstante, si bien la historia no es autobiográfica, sentada en la sala de su apartamento admite que para moldear el corazón de la película tomó inspiración de la forma en la que su abuela, su madre y ella misma fueron criadas, en donde se inculca que el rol de la mujer es cuidar de las personas a su alrededor.
Trepada en árboles.
Antonella Sudasassi Furniss proviene de una familia numerosa.
“Yo crecí en Guadalupe y luego mis papás decidieron pasarse a Curridabat”, afirma Sudasassi. “Nosotros somos cinco hermanos y encima vivía en un barrio en donde también estaban 25 de mis primos”.
Jugando en las calles y paseándose por parques, observaba los atardeceres encima de las copas de árboles. Entonces cuando volvía a casa estaba demasiado cansada como para prestarle atención a la televisión.
Ni películas ni series causaron el mayor impacto en su niñez, ya que se encontraba demasiado ocupada corriendo y raspándose las rodillas.
Sus apellidos los hereda de un abuelo paterno italiano y un bisabuelo materno inglés, pero cuenta que después de ellos, toda su familia nace en Costa Rica. Sin embargo, su apego a la comida italiana, el idioma y las costumbres confirman que aún quedan rastros fuertes de tradiciones del Viejo Continente.
En especial esa tradición cálida de brindar hospitalidad. Sudasassi cuenta que las riendas de la familia las llevaron siempre “lideresas”, pero entre sus carreras de chiquilla, rara vez recuerda haber prestado atención a lo que ellas necesitaban. Ni ella, ni nadie a su alrededor.
“Son grandes mujeres que se encargan de toda la familia, pero aun así siempre están a disposición para los demás. Se desviven por satisfacer”, describe haciendo memoria, “Ese tipo de situaciones las viví hasta en relaciones de pareja, sacrificando cosas mías por el beneficio o complacer a las demás personas”. Por ejemplo, recalca que su mamá pudo estudiar la carrera de diseño de espacios interiores hasta cuando ella y sus hermanos eran mayores. A partir de este momento, sus tardes cambiaron. Se sentaba con su mamá a aprender de la historia del arte, estética y composición.
“Me comía los libros. Además en mi familia siempre ha habido facilidad para pintar y dibujar entonces yo medio hacia esto. Ahí le comencé a poner atención al arte visual”, afirma Sudasassi.
Una vez que termina el colegio, bastante insegura y a partir de su nueva pasión, escoge la carrera de Comunicación Colectiva como una promesa de que alguno de los cinco énfasis que imparte la Universidad de Costa Rica le brindaría una profesión en un futuro. Originalmente, publicidad. Eventualmente, producción audiovisual.
En Costa Rica.
De la mano de influencias de directoras como Agnes Varda y Alice Rohrwacher, Sudasassi comienza a escribir historias. No obstante admite que para ella el cine “tico” se mantenía todavía como una figura mítica.
El cine en Costa Rica es aún una industria incipiente, pero que a lo largo de los últimos años, creció de forma exponencial. Para el 2011, de acuerdo con el Centro Costarricense de Producción Cinematográfica, se estrenaron un total de cuatro largometrajes, mientras que para el 2018, el número ascendió a 11.
“Cuando nosotros estábamos en la U ver películas ticas en cartelera no era usual; más bien el cine era superpoco”, rememora Sudasassi. “Además, aunque a uno le enseñan lo básico, uno no viene de una escuela de cine entonces le hace falta muchísimo”, agrega.
Por esta razón, en aquel momento, Antonella y sus compañeros decidieron fundar The Chop-Chop, un colectivo estudiantil similar a Los Bisontes que funcionaba como un laboratorio experimental del cual pudiesen aprender haciendo.
“Todo lo que no aprendíamos en la U, lo aprendíamos entre nosotros. Uno dirigía, uno editaba, otro hacía foto y ahí íbamos contando historias. Tuvo su vida más fuerte por unos 3 o 4 años”.
Así como la memoria de Los Bisontes la resguardan antiguos miembros destacados como el director Ivan Porras (El baile y el salón) y la productora Laura Ávila (Entonces nosotros), de The Chop-Chop renacen Sudasassi, el montajista Lorenzo Mora (El sonido de las cosas) y la directora Natalia Solórzano (La Bohemia).
Recién graduada, a sus 23 años, deja el país para vivir en la estrambótica Berlín y posteriormente en Chile, sin imaginar que años más tarde volvería a la primera para competir en el festival de cine más importante de Alemania.
El despertar.
Una vez que vuelve a Costa Rica, Sudasassi se sumerge en un lento y ansioso proceso de cinco años en que aplica para fondos de producción que le permitan financiar la historia que ansiaba contar.
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“Me tuve que reencontrar con este proyecto tantas veces”, suspira Sudasassi, “Tenía solo la idea de un largometraje y trabajar con micromachismos, pero comencé a hablar con la productora y concordamos que era mejor tres proyectos diferentes con historias distintas”.
Esto desembocó en un proyecto transmedia que retrata la sexualidad femenina en tres etapas de la vida.
Su primera producción fue el cortometraje La niñez, galardonado con el premio a mejor corto centroamericano en el Festival Ícaro de Panamá. Aquí, Luciana, una niña de aproximadamente 10 años, descubre por primera vez el orgasmo.
Consecutivamente, El despertar de las hormigas cuenta la historia de Isabel, una madre de dos niñas que se enfrenta a la presión de su familia para concebir un varón que siga el apellido y linaje de la familia.
Finalmente, se encuentra en el proceso de producción y desarrollo del documental La Adultez, el cual dará final a la saga. Esta última pieza, narra el redescubrimiento de la sexualidad de mujeres después de los 65 o 70 años.
Aparte de El Fauno, cuando la película estuvo terminada, Sudasassi reaplicó y ganó los fondos de Ibermedia, en coproducción española y Proartes. Estos sirvieron para cubrir el montaje y distribución de la cinta respectivamente.
Hacer cine en Costa Rica es suficientemente difícil, pero Sudasassi cuenta que se puede tornar más complicado si se trata de dirección femenina.
“Yo no he tenido tantas dificultades porque soy una persona muy decidida, pero siempre hay recelo del liderazgo femenino. No es lo mismo un hombre en set dando órdenes que una mujer que le puedan decir histriónica”, describe.
Por esta razón, para crear El despertar de las hormigas se armó de un equipo que realmente creyera en ambas: su idea y capacidad de líder. Además, el crew estaba conformado con mujeres en las cabeceras de producción, dirección de arte y asistencia de dirección.
El resultado, dio a luz una cinta que retrata con la cotidianidad de ser madre y como en muchas ocasiones pareciera tornarse en un ultimátum que puede despojar a una mujer de otras facetas de su feminidad.
“Yo escogía trabajar con Daniela (Isabel en el filme) porque genera una contradicción. Ella es una persona que se ve fuerte pero el personaje no sabe decir lo que quiere y siente”, describe Sudasassi, “Puede incluso que la maternidad de sus dos niñas no fue impuesta, pero hasta qué punto fue realmente deseada. Uno a veces toma decisiones sin saber lo que quiere”.
Al mismo tiempo que plantea esta autocrítica, la estética del filme se encarga de encerrar al espectador con la fluidez de cámara en mano, la improvisación de actores y tomas cercanas e íntimas que permiten husmear en el seno de una familia tradicional que reside en la zona de San Mateo de Alajuela. Aunque podría ser cualquier parte del país. Inclusive, del mundo.
En un principio, Sudasassi temió que el proyecto se viera demasiado personal al intentar contar las historias que vivieron en silencio las abuelas de sus abuelas, pero el miedo se disipó una vez que encontró que mujeres en España, Alemania y Curacao también sentían empatía por su obra.
“En Alemania se me acercó una señora mayor y me contó que había tenido cáncer y que no fue sino hasta ese momento que fue capaz de decirle a su pareja e hijos ‘yo también tengo necesidades’. He encontrado un poquito de Isabel en todas”.
Otra de las sorpresas gratas para Sudasassi, es que también hombres se han acercado a dialogar acerca de algunos de los comportamientos del personaje masculino en la película que, aunque no son violentos de forma física, también han cometido.
Sin embargo, Sudasassi expresa que el contenido de su historia no es novedoso, sino que solamente es un reflejo de aprendizajes machistas que insisten en colarse de forma silenciosa de generación en generación.
“Estamos hablando que los temas que pasan en la película ya se hablaban en los setenta. Se hablaba de aborto, sexualidad plena y anticonceptivos y aún hasta la fecha estamos discutiendo en Costa Rica si se aplica o no la norma terapéutica”, ejemplifica, “Por eso que el pasito de hormiga, tiene que ser un trabajo constante e insistente para lograr revoluciones”.
“El despertar de las hormigas” se estrena en salas el 13 de junio.