Caribe fue una realidad, pero casi no. Hace un poco más de 15 años, en medio de una gran tensión económica, la recordada ópera prima de Esteban Ramírez se le metió en la cabeza a un cineasta soñador, pero peligrosamente dubitativo: ¿hacía la película o no la hacía?
“Pienso en retrospectiva y sí, era una locura aquello que iba a hacer. Llegó un momento en que casi detengo todo”, confesó Ramírez, quien en ese entonces tenía apenas 29 años de edad y hacía apenas cuatro años atrás había filmado su primer cortometraje para cine, Once rosas (2000).
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Es que el panorama no era alentador. Para hacer Caribe, Ramírez no tenía apoyo del Estado y no tenía patrocinadores. Sí quería seguir adelante con el bendito largometraje tenía que echar mano a su bolsillo, al de sus propios padres e, incluso, pedir prestado a algunos amigos cercanos.
En ese entonces, además, Ramírez se rascaba la cabeza y solo pensaba en lo infeliz que sería el momento de decirle a la española Cuca Escribano, a la mexicana Maya Zapata y al cubano Jorge Perugorría –los reconocidos actores internacionales que ya habían dicho sí a la ambiciosa película–, que ya no, que ya no se iba a hacer nada.
“Imagínese lo que era perder esa oportunidad. Después de tanto esfuerzo, que ellos me dijeran que sí, y después tirarlo todo a la borda”, expresó Ramírez, quien hoy día tiene 44 años, ya trabaja en su quinto filme (Ámbar) y a inicios del 2020 estrenará en cines La boda del Tigre, el cuarto largometraje de su carrera después de Caribe (2004), Gestación (2009) y Presos (2015).
Por eso, a pesar de los serios temores, la ilusión de Esteban pudo más y la locura fílmica de Caribe siguió su curso. Echó para adelante, y aunque nunca iba a recuperar los $350.000 que costó Caribe, a cambio se dio el lujo de consagrarse como cineasta y, de paso, hacer historia en el cine costarricense.
Dice Luis Carcheri, gerente del Cine Magaly, “que con La Segua (1984) y Eulalia (1987), Óscar Castillo abrió una pesada e intraspasable puerta”, que Esteban Ramírez, con Caribe, “tuvo la virtud de que no se volviera a cerrar”.
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“La contundente Caribe marcó rutas para lo que vendría: la bulliciosa historia del reciente cine costarricense”, agregó Carcheri.
Una ruta en lo actoral, pues fue la primera cinta en incorporar a tres actores internacionales en roles protagónicos, y una ruta temática, pues podría decirse que es la primera cita costarricense con una clara orientación ambiental.
Además, en términos comerciales, significó un salto importante, sobre todo después de películas como Asesinato en el meneo (2001). En ese filme, específicamente, Óscar Castillo había tenido resultados importantes en la taquilla, pero luego el cine tico había venido a menos.
“Después de Asesinato en el meneo, que fue la primera ficción tica después de 14 años de sequía, llegaron otras cintas como Password, (2002), Mujeres Apasionadas (2003) y Marasmo (2003), que no les fue muy bien en las boleterías. Sin embargo, luego llegó Caribe, que levantó considerablemente en venta de entradas y eso fue importante” explicó María Lourdes Cortés, historiada de cine.
Aproximadamente 75.000 espectadores vieron Caribe en la pantalla grande, una gran cifra en aquel entonces, sobre todo por tratarse de una película solo para adultos. Amplios despliegues de prensa escrita y televisión abierta colaboraron, sin duda, con ese boom popular.
“Tengo que decir que Caribe ratificó, que el hacer cine en Costa Rica, no volvería a ser una utopía de algo más de una película por década. Restableció confianza en el sector. Volvió a poner en primer plano nuestros valores nacionales. Contribuyó a ese ineludible proceso de mayor profesionalización de los talentos que intervinieron en la obra”, agregó Carcheri.
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Otros atributos de Caribe, según Cortés, fue ser una de las primeras cintas costarricenses en filmarse por completo fuera del valle central, además de tener una muy buena proyección en festival internacionales, donde ganó varios premios.
Todo eso, sin duda, hizo de Caribe una cinta imprescindible dentro del canon del cine contemporáneo costarricense. Con calificativos como “seductora”, “honesta” y “sorprendentemente madura”, los críticos de cine de la época le dieron así su aprobación.
Así fue el fenómeno Caribe. Poderoso.
Líos pasionales, líos ecológicos.
Caribe es la historia de un affaire convulso, en medio de una situación ambiental convulsa.
Con la cinta, Ramírez quería meterse en las entrañas de un drama con punzadas románticas, es cierto, pero en medio de todo exponer una situación social que representara a Costa Rica en su forma de enfrentar y resolver sus problemáticas. Todo eso no fue casualidad.
“Desde que quise ser cineasta mi principal objetivo fue hacer cine en mi país y que nos representara. En ese entonces, Caribe planteó un tema muy polémico en un país que todavía estaba decidiendo su curso conservacionista: la explotación petrolera”, expresó Ramírez.
“Además, con la película, intentamos recoger cómo fue que el país decidió este álgido tema utilizando algunos mecanismos de la democracia: la participación ciudadana, el debate y el respeto a la ley”, agregó el cineasta.
Pero ahora veamos cómo Ramírez logró tejer todo este rollo.
Caribe cuenta la historia de Vicente Vallejo (Perugorría), quien escogió al exuberante y multicultural Caribe costarricense para forjar su sueño de vivir con su esposa Abigaíl (Escribano), junto al mar.
Pero las cosas no salen exactamente como las planeaba. De un pronto a otro, el panorama de Vicente comienza a oscurecerse.
“El único cliente de Vallejo, una transnacional bananera, decide inesperadamente rescindir su contrato debido a los vaivenes del mercado. Además, su situación se complica con la sorpresiva llegada de la joven Irene (Zapata) –media hermana de su esposa–, y la instalación de una compañía petrolera estadounidense en la zona”, describe la sinopsis oficial de la película.
La cosa es que todo arde alrededor de Vicente. El oro negro divide a la comunidad entre la necesidad de nuevos empleos y el temor al daño ambiental, mientras que “el dolor y la frustración llevan a Vicente a una situación límite”.
“Sumido en una crisis, Vicente hará todo lo posible para que no se derrumben sus sueños”, finaliza el argumento.
No se olvida, además, el aporte del actor tico Roberto McLean, que en el papel de un pescador llamado Jackson, se convierte en el primer testigo del drama de personal de Vallejo y de la ríspida situación social.
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Se trataba de una historia dura, nada fácil de digerir, que se vio aderezada con algunas escenas de sexo erótico, coloridos carnavales y también protestas callejeras que en la ficción involucraron a cientos de extras de la zona y otros personajes como Lorraine (Thelma Darkings), Rupert (Bismarck Méndez), Gonzalo (Leonardo Perucci) y Sanabria (Arnoldo Ramos).
Toda la filmación, que duró cinco semanas en Limón (Cocles, Puerto Viejo, Manzanillo, etc.), fue una seductora conglomeración de cultura, color y movimiento. ¿Y el guion? pues bueno, tenía su encanto, sino hubiese sido así, Cuca Escribano no hubiera viajado desde la lejana España por meterse en el rol de Abigaíl; Maya no hubiera pausado su prometedora carrera en México y Perugorría no hubiera hecho a un lado el glamour y la fama que había cosechado en cintas como Fresa y Chocolate (1993).
No había otra explicación. El joven inexperto, llamado Esteban Ramírez, los había conquistado.
“Esa mujer es Abigaíl”.
Pero si Esteban era un carajillo ¿cómo convenció al elenco internacional de actuar en su proyecto?
A Cuca, a Maya, a Jorge, a todos los conoció de maneras muy distintas.
“Fue gracioso, a mi Esteban me conoció caminando por la calle en Huelva, en España. Me cuenta Esteban que él me vio y pensó: –mira que bien esa mujer, es la que me imagino para el papel de Abigaíl, ojalá fuera actriz–”, expresó Escribano entre risas.
“Lo más increíble es que después vio que sí, que era actriz. Me vio que estaba en los créditos de una película del Festival de Huelva y no dudó en buscarme. Entonces bueno, al principio no me encontró, pero luego por medio de una productora nos pusimos en contacto y yo quedé prendida de la historia”, agregó la actriz.
Además, el destino era claro. En España, a Cuca le cancelaron sorpresivamente una serie que estaba haciendo y fue justo ese día, camino a casa, que recibió la invitación para filmar en Costa Rica.
“Lo tomé como una señal. Además de que me encantaba la historia, estaba feliz que fuera a trabajar al lado de Perugorría, a quien admiraba. También tenía muchas ganas de conocer Costa Rica, de quien tenía cientos de referencias positivas, y de empezar mi recorrido internacional como actriz, porque Caribe fue una de mis primeras cintas que hice fuera de España”, agregó Escribano.
A Maya, Esteban la reclutó gracias a la intercesión del cineasta y actor mexicano Gabriel Retes, quien estaba en el equipo de Caribe y no dudó en usar sus influencias para convencerla de participar. Era ella la que iba a llevar el peso de las escenas de sexo, por lo que Ramírez temía si iba a estar dispuesta.
“Yo me reuní con ella en México y no sabía ni cómo decírselo. Yo quería un sexo que se viera real. Pero entonces ella tomó la iniciativa y dijo: –tranquilo que yo no tengo problemas con mi cuerpo–, y eso me impresionó de ella”, recordó Ramírez.
Curiosamente, captar a Jorge Perugorría para la cinta no fue tan difícil. En aquel entonces, el actor era el más famoso de todo el elenco, pero a pesar de eso nunca menospreció la propuesta del joven Ramírez. Al cubano, simplemente, le encantó ponerse en los pies de Vicente, un “hombre contradictorio que se deja comprar”, dijo el cubano después del rodaje.
“De los primeros festivales a los que fui fue el de La Habana, en Cuba. Ahí lo conocí y le presenté el proyecto. Ya me habían dicho que era muy accesible y efectivamente fue así”, recordó Esteban.
“A mis 20 años Jorge fue, quizá, el primer actor de cine que yo vi en toda mi vida. Recuerdo que la primera vez que lo vi lo estaban entrevistando para una cadena internacional, y yo estaba impresionado. Nueve años después, fue una sorpresa y un honor para mí que se convirtiera en el protagonista de mi primera película”, finalizó el cineasta.
Ya con los tres actores internacionales en el set, muchos se preguntaron si Esteban Ramírez iba a ser capaz de salir adelante con todo. Al fin y al cabo, con 29 años, seguía siendo “un carajillo” en materia de dirigir películas.
“Varias personas me comentaron si no tenía temor... La realidad es que lo tuve antes de la filmación, por el asunto económico, pero ya en el set la verdad me relajé. Estaba tan feliz de poder estar cumpliendo mi sueño, que por suerte en ningún momento sufrí pánico escénico durante el rodaje. Caribe fue para mí una escuela inapreciable”, finalizó el Ramírez.
Caribe fue toda una aventura, sin duda, y así fue como Ramírez sobrevivió para contar la historia.
Ficha técnica
Director: Esteban Ramírez
País: Costa Rica, 2004
Género: Drama
Elenco: Cuca Escribano. Jorge Perugorría, Maya Zapata
Duración: 90 minutos
Algunos premios:
--Mejor director (Festival de Cine Latinoamericano de Trieste, Italia)
--Premio del público a la mejor película (30 Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, España)
--Mejor largometraje centroamericano y Mejor producción (Festival ICARO, Guatemala)
--Mejor actriz para Maya Zapata (XXXIV Festival Internacional de Cartagena, España)
--Premio Áncora 2003 – 2004 La Nación