Se les llama los 33 mineros de Atacama (Chile). Ellos quedaron aislados luego de un derrumbe de la mina de oro y cobre donde trabajaban en agosto del 2010. Fueron rescatados 69 días después, vivos. La noticia le dio vuelta al mundo y ahora el cine la retoma con el filme titulado Los 33 (2015).
La película es producción de Hollywood, lo que se le nota durante las secuencias del desastre natural, por su estilo tremendista. Con el resto, la mano de Patricia Riggen, directora mexicana, toma mejor el pulso de la situación.
Los 33 es película filmada en inglés, lo que enojó mucho a la comunidad chilena. La versión que llega ahora a Costa Rica está doblada al español y de la peor manera. Se oye como si la película chirriara cada vez que alguien habla. Así, las voces le hacen perder credibilidad a algunas secuencias.
El filme comienza con una secuencia paisajística excelente hasta llegar a la boca misma de la mina. Buena fotografía que se alargará así por todo el filme. Luego, con la excusa de una fiesta, el guion y sus imágenes tienen la virtud de presentarnos bien y de manera coral a los personajes.
No son pocos, pero el filme los enlaza muy bien. Es notoria la habilidad de la directora Patricia Riggen para acuñar una especie de síntesis visual y, así, decirnos algo clave de cada uno de esos personajes.
Desde este momento comenzamos a sentir el buen trabajo de la música y, en general, de la banda sonora: siempre será pertinente, ya sea con rasgos sinfónicos o con el recuerdo de canciones icónicas del Chile de los mineros. Aquí se debe señalar el buen trabajo del compositor James Horner, recientemente fallecido.
Horner acude a la fisonomía propia de su estilo sinfónico y también a instrumentos y voces autóctonos de la gran canción latinoamericana, con el recuerdo de la música de Violeta Parra (su “Gracias a la vida”) y de Víctor Jara.
Los 33 cuenta con buen presupuesto, se nota con su acertada dirección de arte y con la atmósfera que esta genera, expuesta en dos espacios: uno, dentro de la mina, al mostrar la angustia de los trabajadores aislados del mundo; el otro espacio, con los familiares de los mineros en el Campamento Esperanza.
Como denuncia, se muestra el oportunismo político del presidente chileno de entonces, Sebastián Piñera, decidido a que 33 posibles muertes no le empañen su gobierno. Igual, señala la responsabilidad de la empresa minera (privada), quien ya sabía de las malas condiciones de la mina y continuó excavando por razones económicas.
En todo caso, la película no se permite que estos aspectos ideológicos echen a perder su desarrollo dramático ni le provoquen irregularidad temática: evita el discurso explícito y esto le es mérito.
Los 33 prefiere concentrarse en el dilema humano de los mineros y de los suyos. No lo hace mal. Su dilema es que abarca mucho y aprieta poco con tanto personaje. Además, con ese elenco tan grande de gente famosa, las actuaciones están realmente descuidadas: allí nadie actúa bien.
En contra de la tensión y el suspenso va el que la historia ya sea conocida de antemano; aún así, es evidente que el manejo del relato está dado con maña y responsabilidad para atrapar al espectador. Se le agradece y nos da pie para recomendarles este filme.