En la pantalla de la Semana Santa, Charlton Heston fue un héroe, un libertador, un profeta y un genio que le dio a la humanidad una de las más grandes obras de arte, pero...
Fuera de ella, tenía unas posiciones que lo ponían a la derecha de la derecha, que lo hacían ver como un troglodita.
Como presidente de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), Heston era un firme defensor de la segunda enmienda de la Constitución de los Estados Unidos: el derecho de los ciudadanos estadounidenses a tener armas de fuego.
Nunca se apartó de esa posición, ni aún cuando los tiroteos sin sentido se “dispararon” (una manera de decirlo) en el país del norte.
Así como su estampa acompañó a Ben-Hur hasta el presente, estas palabras lo siguieron hasta su final: “Tendrán que quitármelas (las armas) de mis manos muertas y frías”.
Spike Lee, un día de tantos, se puso hasta la coronilla con los postulados de Heston, que bramó por el fusilamiento de este con una Magnun 44.
Michael Moore lo hostigó en un documental, al estilo suyo. Heston –harto y al borde de perder los estribos– dejó hablando solo al cineasta.
Quien le diera vida al renacentista Miguel Ángel tampoco tuvo empacho en despacharse con perturbadores comentarios racistas, homofóbicos y contra las mujeres, que revelaron un lado realmente desagradable.