Todos los que alguna vez hayamos pisado el Cine Magaly, en el barrio La California, tenemos nuestra propia historia de amor por el recinto. Desde mis recuerdos, por ejemplo, recuerdo haberme enamorado de Star Wars cuando en su amplia, y en aquel momento única sala, vi las precuelas de los años 2000.
También guardo la esplendorosa postal de cuando pude gozar de Bob Esponja: La Película en el clímax de mi niñez, así como, ya entrado en la adultez, pude ver El árbol de la vida, una de mis películas favoritas para toda la vida, desde la inmersión particular que provoca esta sala oscura.
Así como mis recuerdos, muchos curiosos del audiovisual (así como fervorosos cinéfilos) guardan historias de pasión por el arte, encuentros con amigos, citas románticas, encuentros familiares y tardes de risas y lágrimas. Un sitio que logre conjurar tal variedad de sentimientos se dota, inmediatamente, de un carácter mágico y merece ser celebrado.
Por eso no hay que escatimar alegrías en torno al actual cumpleaños que festeja el Cine Magaly, fundado en 1978 y convertido en uno de los recintos culturales más emblemáticos de San José.
El recinto ha dejado una huella imborrable en la industria cinematográfica centroamericana y ha sido testigo de numerosos cambios y transformaciones a lo largo de las décadas, superando crisis financieras, transformaciones sociales y hasta una pandemia.
Es por esa razón que, de su historia, victorias y emociones conviene repasar en este artículo.
Una historia poco conocida
Cine Magaly está de manteles largos
El emblemático recinto de sétimo arte festeja sus 45 años de vida después de sobrevivir crisis y hasta una pandemia
FUENTE: Luis Carcheri, Cine Magaly || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
La historia del Cine Magaly comenzó en Panamá, a mediados del siglo XX. Allí existía una compañía de cine llamada Distribuidores S.A, la cual se dedicaba a la distribución de películas en toda Centroamérica.
En ese momento, Costa Rica tenía un ecosistema de cines rezagado en comparación con otros países de la región, según afirma Luis Carcheri, actual presidente del Cine Magaly. Sin embargo, la experiencia de distribuir películas en el itsmo le hizo pensar a aquella empresa que debía probar suerte en aterrizar en Costa Rica.
La propuesta de inversión en Costa Rica salió de la boca del señor Antonio Hassan, dirigente de Distribuidores S.A., quien quería que Costa Rica tuviese una muy buena sala de cine para poder llevar las películas que la empresa tenía en su haber. “La idea era mejorar las salas de cine donde se estrenaban y exhibían sus propias producciones y, al mismo tiempo, obtener la representación de las películas del estudio”, cuenta don Luis.
Justamente, la familia Carcheri estaba vinculada con la distribución de películas en Costa Rica. Inclusive, estaban ligados al trabajo que hacía José Raventós, uno de los principales exhibidores de filmes en el país y dueño de los cines Rex, Capitolio y Adela (hoy inexistentes).
Cuando Antonio Hassan buscó cómo hacer su inversión en Costa Rica, encontró en los Carcheri una gran alianza, en especial porque el joven Luis se había enamorado de, nada menos, que la hija de aquel empresario.
Así, en 1976, la familia Carcheri y el señor Antonio Hassan unieron fuerzas para crear el Cine Magaly. La visión era establecer una sala que fuera un icono no solo en Costa Rica, sino en toda Centroamérica. El objetivo era presentar películas exitosas y de alta calidad, convirtiéndose en la casa de estreno de los estudios cinematográficos más importantes.
“Así empezaba el sueño que ha abarcado toda mi vida; el proyecto que me ha hecho feliz a mí y a mi familia”, cuenta don Luis hoy.
LEA MÁS: ¿Quiere ser escritor? Una agencia propone potenciar autores ticos
Cambios en el camino
El Cine Magaly se hizo su nombre pasando películas de todo tipo: desde grandes estrenos comerciales hasta filmes considerados en temporada de premios. También ha proyectado animaciones, cine infantil, sagas como Star Wars… En fin: por todo el siglo XX mantuvo una política de brazos abiertos, con visitantes yendo y viniendo y buenas taquillas.
Pero todo cambió cuando, a finales de los noventa y a comienzos de los 2000, la eclosión de cines en centros comerciales tuvo un gran impacto en los recintos tradicionales como el Magaly, generando cambios significativos en la industria cinematográfica.
Antes de la proliferación de los cines en centros comerciales, las salas tradicionales solían ser los destinos principales para la experiencia cinematográfica.
Sin embargo, con la llegada de los cines en centros comerciales, todo cambió. Estos nuevos cines se instalaron en espacios más “atractivos”, con fácil acceso a diferentes tiendas y múltiples opciones de entretenimiento. Los centros comerciales se convirtieron en destinos que parecían más completos para pasar los ratos libres, lo que atrajo a una gran cantidad de público, incluidas familias y jóvenes.
Esto llevó a que muchos espectadores prefirieran visitar los cines en centros comerciales en lugar de los cines tradicionales.
De hecho, en el 2011, el Magaly tuvo un año muy difícil: la crisis de taquilla fue tan grande que debieron cerrar sus puertas. Por todo un año, el cine se mantuvo inactivo y así parecía que se iba a mantener.
En una nota publicada por La Nación en ese año, la entonces gerente de CCM Cinemas Wendy Acuña (empresa a la que pertenecía el recinto) expresó que el cierre era definitivo: “nos da mucha nostalgia; es difícil, para nosotros, pero no hay marcha atrás. Es una decisión muy pensada. El Cine Magaly cumplió su ciclo”.
“La gente prefiere la comodidad (de los centros comerciales). En el Cine Magaly, la gente tiene que hacer la fila afuera, tiene que dejar el carro afuera, entre otras dificultades que no tiene en un mall. Además, en el Magaly solo podemos exhibir una película por día. Es claro que, como negocio, lo tenemos que dejar”, dijo en aquel entonces.
LEA MÁS: ‘Jale a Patear Hortensias’: un poemario que le gustará hasta a quienes no son fans de la poesía
Fue así que, como dice don Luis, el Magaly debió “ponerse las pilas” y replantear su estrategia de negocio. Cuenta que la familia se entristeció terriblemente de no poder continuar con su labor cultural. “Queríamos volver a abrir, a reinvertir, pero había que cambiar la forma de operar y repensar el servicio que le ofreceríamos a los clientes”, recuerda Jéssica.
Fue entonces que ocurrió una decisión vital: el cine volvería a las andanzas, pero eso sí, empezaría a concentrarse en proyectar películas de alta calidad y de festivales internacionales, con reconocimientos como Óscar, Bafta, César o Goya.
“Esto fue clave para mantener la vigencia del cine y atraer a un público que buscaba una experiencia cinematográfica más selecta”, rememora don Luis. Desde entonces, el recinto dejaría fuera de su programación películas que no tuvieran un nivel de prestigio internacional.
“Eso cambió todo. Empezamos a capturar a otro público; a encontrar gente que amaba el cine de otras formas y que privilegiaba ver el cine en un recinto diseñado para eso. La sociedad cambió y nosotros debíamos adaptarnos a esos cambios”, añade Jéssica Carcheri, gerente del cine e hija de don Luis Carcheri.
Más medidas
En paralelo a este criterio de programación de filmes, el Magaly tomó otra decisión que le exigían las circunstancias: se digitalizó.
Un poco contexto: la digitalización del cine se refiere a la transición de la industria cinematográfica desde el uso de películas en formato analógico, como la película de 35 milímetros, a la proyección y distribución de películas en formato digital. Esta transformación tecnológica revolucionó la manera en que se producen, proyectan y distribuyen las películas en todo el mundo.
Antes de la digitalización, las películas se grababan en rollos de película de 35 milímetros, que debían ser transportados físicamente desde los estudios de producción hasta los cines para su proyección. Estos rollos de película requerían un proceso de revelado y montaje antes de poder ser proyectados en la pantalla grande.
La digitalización del cine cambió todo este proceso. Con la llegada de cámaras y proyectores digitales, las películas podían ser grabadas y proyectadas en formato digital, lo que permitió una mayor calidad de imagen y sonido. Además, se eliminó la necesidad de transportar rollos físicos, lo que redujo los costos y facilitó la distribución de películas.
El Magaly insertó la digitalización en el 2012, cuando se estrenó el filme El artista, una película muda que, irónicamente, se convirtió en la primera producción digitalizada en proyectarse en el recinto. “Una bella coincidencia que hiciéramos la transición con esta hermosa película. Para mí ha sido uno de los momentos más bellos que he vivido en este cine”, afirma don Luis.
Antes, cuando una película terminaba su ciclo en el cine, los materiales en 35 milímetros se desechaban de varias maneras, ya sea enviándolos al crematorio, incendiándolos o sumergiéndolos en agua. Esta práctica impactaba negativamente el medio ambiente, por lo que los estudios exigían certificaciones que demostraran la correcta disposición de los materiales.
“La llegada del cine digital fue un enorme avance para la comunidad cinematográfica y para el medio ambiente. Pero eso también nos llevó a una consciencia sobre el medio ambiente, especialmente en lo referente a las lámparas de cine”, explica don Luis.
Los bulbos de xenón, que se utilizaban en la proyección de películas de 35 mm como fuente de luz en los proyectores de cine, provocaban terribles consecuencias para el medioambiente.
LEA MÁS: Estadio Nacional: de cómo nueve empleados se las ingenian para generar ¢100 millones al mes
“Los bulbos de xenón utilizados en las lámparas eran altamente contaminantes. Si una lámpara explotaba o se rompía, liberaba elementos nocivos al ambiente. Sin embargo, con los avances tecnológicos, nos hemos asegurado de utilizar lámparas de luz láser, que son mucho más amigables con el medio ambiente y no generan los riesgos asociados con los bulbos de xenón”, explica don Luis.
Aunado a esta medida, el Magaly invirtió en un sistema de páneles solares para abastecer de este tipo de energía a sus salas.
“Hace dos años, nos dimos cuenta de que para disminuir cualquier impacto en el ambiente, debíamos construir paneles solares. Fue algo que no dudamos en hacer y somos uno de los tres recintos en Centroamérica que cuenta con este sistema”, señala Jéssica.
Finalmente, y más allá de lo ambiental, los Carcheri hicieron otra inversión para diferenciarse del resto de cines del país y ofrecer un plus para sus invitados: instalar un proyector 4K en América Latina y abrir una segunda sala de cine llamada “La Salita”, la cual se encuentra en el segundo piso del establecimiento.
“Con una segunda sala y un proyector de alta resolución hemos logrado que el Magaly destaque. Hemos creado un ambiente cinematográfico de alta categoría mientras cuidamos el ambiente”, apunta Jéssica.
Los momentos más difíciles
Durante la pandemia, desde el 2020 hasta finales del 2021, el cine enfrentó momentos muy complejos. Inclusive debieron cerrar sus puertas ante la crisis sanitaria por el covid-19.
“Ha sido el peor momento que hemos vivido”, rememora Jéssica. “La naturaleza de un cine es distinta a la de otros comercios. La infraestructura se deteriora si deja de funcionar, por lo que tuvimos que ingeniárnoslas para encontrar soluciones y seguir adelante”, recuerda Jéssica.
Para enfrentar esa situación, tomaron la decisión de continuar proyectando películas a puerta cerrada, aunque fuera de forma ocasional.
Pero además de esta preocupación, la gerencia del cine sufría la congoja de no saber qué hacer con su personal. ¿Tendrían que llegar a despedir a todos?
Por suerte, la fortuna les sonrió. En plena pandemia apareció un fondo concursable proporcionado por el Gobierno de Alemania, el cual finalmente ganaron y les permitió mantener el cine en funcionamiento durante ese difícil período.
“Fue un apoyo crucial para el cine y muy valioso porque participaron más de 600 recintos culturales en América Latina, pudimos renovar butacas, salir con los salarios, restaurar los desgastes que sufrieron los sistemas eléctricos... En fin, fue una bendición”, explica Jéssica.
En el 2021, cuando se permitió la apertura paulatina de comercios, los Carcheri supieron que “no solo de cine vive el Magaly”.
Debieron tomaron la decisión de abrir sus puertas a expresiones culturales más allá del sétimo arte. Desde entonces ha habido festivales de Stand-Up, competencias de videojuegos, pasarelas de moda, entregas de premios, graduaciones, congresos… En fin: variedad de espectáculos que ayuden a financiar los costos de mantenimiento de las salas.
Lógicamente, también se ha mantenido como un infaltable lugar de encuentro para festivales, muestras y eventos relacionados con el cine nacional e internacional (por ejemplo el Costa Rica Festival Internacional de Cine, el Shnit, el Festival de Cine Europeo, entre otros). Además, ha brindado apoyo a producciones locales siendo un espacio habitual para estrenos nacionales.
Componente emotivo
Por supuesto, el Cine Magaly no solo es un ícono para las generaciones que han crecido disfrutando de sus proyecciones, sino que también es un legado para nuevas generaciones de cinéfilos y profesionales de la industria.
La pasión y dedicación con la que la familia Carcheri ha mantenido vivo este recinto cultural se han convertido en una fuente de inspiración para aquellos que buscan preservar la tan dicha frase de “la magia del cine”, en tiempos en que el streaming atemoriza a los recintos tradicionales del sétimo arte.
Por ejemplo, Eduardo López, quien es el actual proyeccionista del cine, fue peón de construcción del recinto. Él estuvo presente en todas las etapas de la construcción y ha dedicado su vida al Magaly, desde que era un muchacho hasta hoy día, en que es un feliz bisabuelo que goza del hechizo de la sala oscura.
“La experiencia de ir al Magaly es única y hay ejemplos como el de Eduardo, que resume la identidad de lo que es un cine tradicional. A lo largo de los años, el Magaly ha sido más que un lugar para ver películas; ha sido un espacio de encuentro. Las salas han sido testigos de risas, lágrimas, emociones y reflexiones compartidas entre amigos y familiares”, reafirma don Luis Carcheri, con una gran sonrisa.
Inclusive, el nombre del recinto deviene desde la emotividad. La historia es la siguiente: el señor Antonio Hassan, promotor de la construcción del cine, tuvo tres hijas: Roxana, Marilyn y Lidia. Entonces su empresa de distribución de películas se llamó “Romaly”, en honor a las iniciales de cada nombre. Luego, nació la última hija de Hassan, llamada Grettel. Debido a esto, decidió ponerle al siguiente proyecto el nombre de “Cine Magaly” en su honor, ya que ese era su segundo nombre.
“Este es un espacio hecho y mantenido a puro corazón desde entonces”, finaliza Jéssica.
Testimonios de amor por el Magaly
“De las experiencias más increíbles dentro del cine fue ver la película Youth (2015), con la sala Magaly llena. Al término de la canción final, a mi lado, dos chicas, a quienes no conocía, se volvieron a ver y empezaron a reír porque ambas tenían los rostros llenos de lágrimas. Poderosísima reacción que, al día de hoy, aprecio como parte de la mágica experiencia colectiva de ver cine.
”Años más tarde, las tres o cuatro veces que logré ver Parasite (2019) con la sala llena, durante su mejor secuencia, gocé al ver a unas quinientas personas disfrutando, despreocupadas, en ese momento. Cómo me llenaba de alegría el que ese momento específico fuera de tanta energía positiva para las personas en un solo lugar. Pensar en ello siempre ha sido algo que me hace querer volver al cine Magaly y encontrar esos fugaces, pero inmensos momentos de grandeza”.
Sergio Beeche, fundador y director del Club Magaly
“El Magaly es el espacio en que se han presentado muchas películas costarricenses, en el que se han celebrado estrenos y primeras funciones de cine local. Esto ha permitido que el público dialogue con el equipo que hizo la película. Eso me parece importante porque es un espacio amplio que, al estar fuera de un centro comercial, ofrece una idea de cine más asociada a una tradición de siglo XX, de la sala como ritual, y no solo de la sala como un lugar de consumo”.
Jurgen Ureña, cineasta y profesor universitario
“A propósito del aniversario del Cine Magaly, he estado repasando cómo ha sido mi relación con esta cuna para la cinefilia nacional y pude notar que este sitio siempre estuvo ligado con el inicio de mi vida capitalina y mi proceso de madurez como amante del séptimo arte.
“Desde el 2015, he intentado asistir regularmente para nutrirme de su gran cartelera. No siempre lo he logrado, pero cada visita ha significado una experiencia mágica en la compañía de personas cercanas. Si tuviera que elegir una visita inolvidable, esa sería la noche del estreno de Isle of Dogs (2018).
Jesse Zeledón, crítico de cine y curador del ciclo de cine Museomatógrafo