El debate no va sobre la calidad de Twin Peaks: The Return, la producción de 18 horas que resucitó la mítica serie de los noventa de manera sublime.
La discusión se adentra en dónde termina la televisión y dónde empieza el cine (o viceversa). La prestigiosa revista Cahiers du Cinéma, fundada en 1951 y popularizada por firmas de grandes nombres como Jean-Luc Godard y François Truffaut, desató el debate nombrando a The Return como la mejor película de la década, a pesar de ser considerada por muchos como una serie al haber sido emitida semanalmente en televisión.
Se trata de un debate inmenso e inalcanzable que ya había comenzado en el 2017, cuando la misma revista la nombró como el filme del año. En este período de reflexión previo a una nueva década de producciones, The Return es el tema de conversación ideal para indagar hacia dónde se dirigen los formatos que ponen de cabeza al mundo.
Cine, televisión... ¿o ambos?
Sin duda, la discusión no hubiera aparecido si el nombre de David Lynch no fuera el que firmara la dirección de Twin Peaks: The Return. El cineasta estadounidense, maestro del cine onírico, revolucionó la televisión en los noventa creando junto a Mark Frost la serie Twin Peaks, un thriller policiaco que no solo subvirtió temáticamente las convenciones del género, sino que importó recursos cinematográficos a la pantalla pequeña como el uso de multicámara, desplazamientos y otras herramientas –las cuales dan para hablar en un texto aparte–.
Veinticinco años después, y tras una década sin producir su arriesgado cine, Lynch resucitó la serie de culto con Twin Peaks: The Return, una producción de 18 horas concebida por el mismo director como “una película larga”, y que funcionaría como la secuela de las dos temporadas emitidas en los noventa.
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El coguionista Mark Frost y Lynch tenían los guiones de todos los episodios antes de empezar el rodaje, desarrollado por localizaciones y mezclando escenas de todos los capítulos, como suele grabarse un largometraje. El actor Kyle MacLachlan, protagonista de la serie, confesó que durante el rodaje Lynch se refería a los capítulos por horas con número, y no como capítulos.
La película proyectó en el Festival de Cannes sus dos primeras partes y desde allí dio vistazos a la discusión sobre si debía ser considerada televisión o cine, pues el resto de la producción sería emitida semana a semana en un canal de televisión estadounidense y en Netflix para Iberoamérica (como si ya no existiese suficiente polémica con la necesidad de proyectar un filme en salas para ser considerado en temporada de premios).
Es importante destacar que la serie fue emitida en partes y no en capítulos, según la propia directriz de Lynch. Incluso en Netflix se puede encontrar que cada fragmento no lleva un título, sino “parte 1”, “parte 2”...
Aunado a esta premisa, The Return es una serie imposible de maratonear, por un lado por el peso narrativo de la historia; por otro, por la ausencia de recursos implícitos a los cánones televisivos como los cliffhangers (finales en suspenso) y los episodios autoconclusivos, aspecto que también se debe a la naturaleza de su director David Lynch, amo y señor de las historias inconexas.
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Algunos critican que The Return no vale por su propio peso, pues es necesario conocer la historia de la serie clásica. Este argumento no trascendió pues en 1992 se estrenó Twin Peaks: Fuego camina conmigo, una precuela de la serie que no tiene demasiado sentido si no se conocen los detalles de la trama principal.
Además, los defensores de visualizar The Return como un largometraje sitúan la producción dentro de una industria en la que se ha atestiguado una serie de 21 películas que viraron hacia un mismo final y dependientes entre sí, como lo fue el Universo Cinematográfico de Marvel.
A quienes más molestia les produce la designación de The Return como película aquejan que el reconocimiento se debe a un complejo de inferioridad de las series frente al cine por términos de calidad, en especial considerando que The Return tuvo distribución por Netflix al lado de otros grandes títulos como Mindhunter, por situar otro celebrado ejemplo que contó con algunos episodios dirigidos por otro importante nombre del cine estadounidense como lo es David Fincher.
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Vale recordar que muchas producciones están virando sus ojos hacia plataformas como el gigante rojo en búsqueda de conseguir presupuestos para autores de peso.
Que lo diga el maestro Martin Scorsese, quien debió recurrir sin demasiados ánimos a Netflix para obtener el dinero necesario para El Irlandés, una megaproducción de tres horas y media que resultaba inestrenable para algunas compañías, en especial tras el fracaso en taquilla de su último y arriesgado filme Silencio.
El Irlandés también generó muchos críticas por su duración y consideración como película, pues una parte de la audiencia clamó para que la producción fuera emitida como una miniserie de siete partes.
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Otros frutos extraños de menor alcance como la cinta argentina La flor, de Mariano Llinás, provocaron también incomodidad por un segmento del público. Este filme de 14 horas es una antología de seis historias que muchos hubiesen agradecido que se emitiera como una serie. Incluso, su proyección en Argentina fue un caso atípico pues para un solo visionado se necesitaron tres sesiones en días diferentes para abarcar la totalidad del metraje.
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Alguna parte de la crítica, por su parte, se limita a pensar que aún es muy temprano para dar sentencia sobre qué es cine y qué es televisión. Tal como escribió el crítico Quim Casas sobre la última producción de Twin Peaks. “The Return no es ni cine ni televisión, sino que se sitúa en un terreno expresivo que aún hay que calibrar y definir, y eso sólo lo hará el tiempo o la posible influencia que el último trabajo de Lynch ejerza sobre otros”.