El año pasado, la cineasta costarricense María Luisa Santos fue noticia al saberse que el cortometraje Skip Day, donde fungió como asistente de edición, ganó el premio de la Quincena de los Realizadores del Festival de Cine de Cannes.
Poco más de un año después, la realizadora de 24 años presentó en el Centro de Cine dos cortometrajes documentales: Café de temporada, que cuenta la historia de niños hijos de migrantes que llegan a Costa Rica a recoger café; y Meet me in the rio, que narra la fiesta que ocurre entre México y Texas para protestar por el cierre del cruce fronterizo. En el primero fue directora y editora, y en el segundo firma la labor de montaje.
Sobre cómo construye su mirada fílmica y sus intereses para futuros proyectos, la cineasta graduada de la Universidad de Texas conversó con Viva.
–¿Cómo conoció la historia que daría pie a Café de temporada?
–Siempre me han llamado la atención los espacios en que las familias deben trabajar juntas. Mi abuela creció en Poás y siempre me acuerdo de pasar por cafetales y ver a las mamás recogiendo café con sus bebés alzados. Era un espacio que quería explorar más y entender, así que estuve hablando con diferentes trabajadores y encontré un cafetal pequeño en el que las familias se relacionaban como si tuviesen sangre de por medio. Descubrí un espacio lindo y saludable en un mundo complicado como lo es el de los migrantes que vienen por meses y se traen a sus niños, pero que no tienen con quién dejar a los chicos y no queda más que llevarlos a trabajar.
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–¿Pensó en darle un tono de denuncia al documental?
–Siento que no es de denuncia sino de enseñar una realidad objetivamente. No hice entrevistas, pues no quiero imponer mi opinión en mis películas. Esta es la realidad de algunas personas y es difícil juzgar situaciones. Si bien es cierto que los niños no deberían estar trabajando, lo hacen de una manera saludable y sana y se les da un balance. Recogen café, separan granos, pero al mismo tiempo están en un espacio en que pueden jugar cerca de sus papás.
–También, está trabajando en otro cortometraje, en ese caso de ficción. Tras estas experiencias, ¿qué le ha ofrecido el mundo de los cortos?
–Pues que no necesito tanto dinero para hacerlos (risas), pero quisiera eventualmente trabajar en formatos largos. Trabajé como asistente de edición en un largometraje en Estados unidos sobre una comunidad en Florida y la vida de cuatro estudiantes de secundaria de allí. Ahora estoy trabajando como editora en otro largometraje que se trata de la venta de bonos de carbono en México en una comunidad indígena.
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–Pero el hecho de trabajar en un corto, con pocos minutos, ¿lo ve como una limitante o una oportunidad?
–Cuando he trabajado con cortos siempre los hago pensando en que van a ser cortos. Los grabo pensando en eso y nunca me he sentido limitada. A veces siento que si fueran más largos no darían porque son historias compactas escogidas justamente por esa característica.
–Comparando el proceso de edición de Café de temporada con Meet me in the rio, ¿qué balance hace?
Pues me dio más miedo porque en Café de temporada entré a la sala de edición y sabía lo que había pasado. Cuando uno recibe material sin saber nada ni conocer a las personas que estuvieron involucradas (el caso de Meet me in the rio) es un sentimiento abrumador. Siento que no voy a saber cómo contarlo. Es abrumante ver diez horas de vídeo para condensarlas en 10 minutos, pero vas viendo cómo se conecta todo alrededor de una pantalla y el material empieza a hablarle a uno. Se va formando la historia y es muy satisfactorio.