¿Ha experimentado un orgasmo alguna vez? ¿Cómo se disfruta del sexo siendo adulta mayor? Estas son algunas preguntas que para muchos serían impensables como parte de una conversación con su abuela.
Sin embargo, en el documental costarricense Memorias de un cuerpo que arde, mujeres de la tercera edad decidieron transgredir este silencio impuesto por la sociedad y narran sus vivencias, deseos, miedos y traumas alrededor de su sexualidad.
El filme, dirigido por Antonella Sudasassi, se estrenará en Costa Rica este 29 de agosto. En el marco del estreno en salas comerciales del país, tras haber debutado en el Festival Internacional de Cine de Berlín, la cineasta tica conversó con La Nación sobre la importancia de poner este tema en la palestra y detalló el proceso y expectativas detrás de su película.
“La película surge desde el lugar de tratar de entender cómo pudo haber sido la vida de mis abuelas. Desafortunadamente, me agarró un poco tarde y ya mi abuela materna había fallecido y con mi abuela paterna sí empecé conversando, pero le agarré como el último cachito de la memoria y no pude ahondar en los temas con ella”, comentó Sudasassi.
“Tal vez tenemos el privilegio de vivir una vida un poco más libre y se nos olvida que no siempre fue así. Tenía ganas de recordar estos procesos para no olvidar”, añadió.
Con una multitud de dudas que ardían en su interior y sin tener la posibilidad de consultar la memoria de sus abuelas; Sudasassi decidió ponerse en contacto con otras mujeres. Durante casi dos años, en plena pandemia, sostuvo conversaciones con adultas mayores que fueron encontrando en ella compañía en medio del aislamiento social y un espacio para soltar todo lo que nunca habían podido.
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A la vez, la realizadora se alimentó de estos diálogos y halló en ellos un camino para transitar y sanar heridas; heridas que no solo le pertenecían a ella, sino que venían de generaciones anteriores que se unían en una experiencia común: la de ser mujer.
“Algo que me ha sorprendido enormemente, porque he mostrado la película en muchos países, es encontrarme con mujeres jóvenes muy conmovidas y afectadas con el filme. Como una especie de saber que se carga en el cuerpo. Tal vez no lo hablaron nunca con sus abuelas y no saben qué sucedió, pero es algo que se siente desde adentro y te hace llorar, soltar, liberar”, relató la realizadora de Memorias de un cuerpo que arde.
Eso sí, desde el principio las mujeres que participaron en el proyecto fueron claras y demarcaron sus límites. Estuvieron dispuestas a hablar, porque era casi una urgencia para ellas, pero no querían exponerse frente a cámaras, ni revelar su identidad. Situación que era algo más que un inconveniente para realizar un largometraje.
No obstante, la cineasta tica respondió a la imposibilidad con un poco de ingenio y sin saber si hacía lo correcto, pues terminó uniendo lo mejor de dos mundos: la ficción y el documental. Tomó las grabaciones de 8 mujeres, distorsionó sus timbres vocales y construyó, con la diversidad de voces femeninas que participaron, un hilo conductor que narra una sola historia.
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¿Y la imagen? Aquí es dónde dice presente la ficción. Los testimonios reales, que la directora cataloga como ‘el corazón de la película’, son acompañados por una puesta en cámara ficcionada, en la que tiene el mayor protagonismo Sol Carballo.
Carballo ha sido artista toda la vida, sí, pero en la danza. Lo cierto es que al ver su desempeño en la gran pantalla, como la “abuela principal” del relato, lo normal sería pensar que es una actriz consolidada. A ella la acompañan otras intérpretes como Lilliana Biamonte, Paulina Bernini o Juliana Filloy, quienes encarnan a mujeres en distintas etapas de la vida. Además, en el tramo final del filme, tiene un rol importante el reconocido actor Leonardo Perucci.
El silencio se rompe entre crudeza y humor
En Memorias de un cuerpo que arde se habla de todo. Y por todo entiéndase desde cómo se vive el primer beso, hasta los exámenes de salud sexual, pasando por las cargas de la maternidad y relatando también crudas situaciones de abuso físico y sexual.
“Durante todo el proceso conversé con al menos 15 mujeres, de las cuales algunas decidieron no continuar, y de esas, mínimo 13 habían sufrido en algún momento de su vida un proceso fuerte de violencia. ¿Cómo es posible que siga estando tan presente en nuestro crecimiento y desarrollo de quiénes somos como mujeres? Fue algo que me marcó mucho”, explicó la cineasta costarricense.
Esto implicaba varios retos cinematográficos: abordar cada tema sin descarrilarse del tono de la película, unificar la variedad de relatos sin que suene forzado y, por supuesto, tener espacios de respiro y descompresión, para que las situaciones desgarradoras —que con urgencia deben visibilizarse— no terminen ahogando al espectador.
La compleja tarea se logra con éxito, de acuerdo con la realizadora del filme, gracias a la espontaneidad y carisma de las mujeres que compartieron sus testimonios. Por esto, la cinta tica es de esas que zarandean al público, llevándolo del llanto a la carcajada en un cambio de escena.
El relato también nos enfrenta contra la ‘romantización’ que muchas veces hacemos de figuras como el matrimonio o la familia. La película nos muestra que, aunque no es una situación generalizada, detrás de los “abuelitos perfectos” que añoramos, pueden esconderse historias de abuso, infelicidad y heridas abiertas que se guardan con llave en el mueble de la censura.
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“Aunque no es la realidad de todos, es cierto que romantizamos muchas cosas, como el idilio de los abuelos que no sabemos si están ahí porque es un amor sano y respetuoso. La película no juzga, sino que pregunta. Para mí, el mayor logro que podría tener es que alguien salga del cine y vaya a llamar a su abuela a preguntarle cómo fueron sus vidas.
“Existe mucha soledad en la adultez y pocas veces rompemos esas barreras o tabúes para profundizar y conversar con los adultos mayores”, afirmó Sudasassi.
Así que lo único que resta es que usted disfrute de Memorias de un cuerpo que arde y se atreva a conversar con la abuela de lo que ella siempre quiso o necesitó hablar. La cinta estará disponible en el Cine Magaly y otras salas comerciales del país a partir de este 29 de agosto.