
Hay películas que demuestran tal desprecio por la creación artística, que uno se queda patinando sobre por qué fueron hechas: ni comerciales son. Tal es el caso de la película
El único interés que puede suscitar este largometraje (al menos en mí) es la presencia de esa gran actriz inglesa y luchadora social, la formidable Vanessa Redgrave. Ella encarna a una mujer de edad madura, Claire, quien decide encontrar en Italia al amor de su juventud, al gran amor de su vida.
Para localizarlo, esta abuela solo recuerda de dicho novio, llamado Lorenzo, su aspecto físico juvenil, pero confía de manera absoluta en esa intuición extraña que es el amor (la suma de todos los sentidos). Ella se hace acompañar por su nieto (Christopher Egan en actuación del todo superficial).
En Italia, Claire conoce a una jovencita llamada Sophie, quien –sin querer queriendo– tiene que ver con todo lo que va a suceder. Sophie está encarnada por la actriz Amanda Seyfried de manera gustosa, nada más, porque el personaje le resbala por su piel.
Sophie es estadounidense y está en Italia, en Verona, por un paseo amoroso con su novio Víctor (Gael García Bernal, quien se toma su papel con gusto expresivo).
¿Cómo toda esa gente se encuentra en un solo lugar en un momento determinado? Esto es algo que tiene que ver con el conocido drama de la joven Julieta, quien murió muy tontamente de amor por su conocido Romeo, jovencito muerto por su impulso primario del amor. Ya ustedes lo saben, son los personajes que William Shakespeare inmortalizó desde el teatro.
No conozco Verona, pero se sabe que allí hay una estatua pequeña de Julieta, no sé si de Romeo, a donde llegan las mujeres enamoradas a desahogarse de sus cuitas románticas y donde dejan cartas con solicitudes de amor. Me extraña que no hayan declarado santa a nuestra noble Julieta. En el filme se ve que trae buena suerte tocarle uno de los pechos a la figura o efigie de Julieta, como quien toca una pluma del gallo que cantó tres veces cuando Pedro negó a Jesús.
Con una historia mínima que se reduce a encontrar a Lorenzo (encarnado por el siempre vigoroso Franco Nero), lo que significa ir de puerta en puerta por la zona del amor, Lorenzo tras Lorenzo,
En tanto, la fotografía se muestra generosa al ofrecer estampas turísticas de los lindos lugares de Verona hasta Siena, en Italia. Es como pasar las páginas de un álbum turístico. La lindura visual viene en socorro de la pobreza narrativa del filme, porque es evidente su falta de sagacidad para formular un relato más atractivo (incapacidad para narrar de manera interesante). Por supuesto que la culpa viene desde el guion, firmado por José Rivera y Tim Sullivan.
La música es agradable, pero no siempre coherente con las imágenes ni con el avance del argumento. Son canciones por sí, nada más, melódicas, pero con la misma ligereza de la trama, parte de la acumulación de tópicos.
Es cine sin tensión alguna, de muy poca consistencia, falto de propiedad en el manejo del lenguaje cinematográfico, de diálogos tontuelos, con personajes sin evolución o de evolución encorsetada. Se trata de una “peli” cercana a una casa prefabricada sin habitar, así de hueca, a la que solo le agradezco (dicho antes) la fuerte presencia de la actriz Vanessa Redgravel.