El director Rob Cohen tiene por ahí una película buena y agradable. Se titula Corazón de dragón (1996). No sé si la recuerdan. El asunto es que uno no entiende el cómo alguien puede hacer un filme como ese y, al tiempo, rajarse con un bodrio titulado Cercana obsesión (2015), ahora en cartelera.

El gancho de esta película está en la presencia de Jennifer López, pero no como actriz. Se trata del cuerpo de esta guapa mujer, del cuerpo en total y de cada una de sus partes, sobre todo las más lisonjeras a los ojos de alguna gente. Por ahí, es filme libidinoso y carnal que invita al samueleo , en buen tico.
Esa razón nada tiene que ver con la mala o buena calidad de una película; aunque, en este caso, debo aclarar que –incluso– dicha particularidad es del todo mal aprovechada por el director Rob Cohen y por su director de fotografía.
Tampoco sabe uno si con las partes más sexploitation del filme se está viendo o no el cuerpo de la actriz mentada, como, por ejemplo, en la secuencia repetida de la mano masculina que se desliza bajo el calzón del personaje femenino. El asunto es que hasta en escenas de alcoba, la película es bastante chabacana.
En su transcurso, uno ni sabe de cuál pie cojea este filme ni se sabe la masa que come la lora. El argumento es estúpido sobre el acoso que sufre una guapa mujer separada de su esposo, con quien está en vías de arreglarse, y quienes tienen un hijo.
Quien la acosa es su único vecino: un joven guapo y fornido (pésima actuación de Ryan Guzmán).
Con un conservadurismo inaguantable, la trama le echa la culpa a la mujer, porque ella tuvo la “osadía” de hacer el amor con el joven una vez.
Cuando el muchacho, llamado Noah, comienza a acosarla de manera obsesiva, bastaba con que ella llamara al 911, ¡pero no!, y el filme se estira con largueza de una pitón reticulada.
Cuando la mujer, llamada Claire, llama al 911, ¡por fin!, uno dice: ya para qué, si ya lo peor pasó. Eso sí, para ser más exactos, lo peor no lo pasa Claire.
Lo pasamos nosotros los espectadores con ese chorro de incoherencias del filme, con su música desarticulada, su montaje arbitrario (sobre todo en secuencias eróticas) y su falta de carácter como género fílmico.

En Cercana obsesión , el argumento no se concentra como cine de acción, tampoco como filme erótico, menos como drama familiar ni como thriller psicológico. Sin llegarle ni a los tobillos, este filme pretende ser como aquella cinta titulada Atracción fatal (1987), de Adrian Lyne , pero con una inversión en el acosador: ahora es un hombre.
Con personajes delineados a la carrera, diseñados con la prisa del salto de un gallo, las actuaciones no sirven para nada.
Jennifer López, productora, procuró muchos encuadres para ella como actriz y, como tal, no pasa de ser trueno sin aguas: su guapura es asunto de una nota de espectáculos y nada más.
Lo peor de lo peor son las retrospecciones del relato, aquellas en las que el personaje masculino (siempre muy “viril”) recuerda la intimidad de Claire. Esas imágenes son postales con lo mismo de lo mismo.
En fin, es una bestialidad que les recomiende Cercana obsesión . Esta película debe quedar, pues, para los mirones que gustan de ver a Jennifer López en batitas, pero esto es asunto de otras mañas o de otras manías.